La puerta de su habitación se abrió de la nada, ella limpió las lágrimas de sus mejillas porque lo que menos quería era que la vieran llorar como idiota y sin buenas razones. —Aurora… Esa voz le puso los pelos de punta. —¿Qué quieres? Pregunto seca. —Yo… —¿Qué me vas a decir? Suelta ella furiosa sin dejarlo hablar. —A seguir proclamando que soy tu mujer mientras te follas a otra, o que supuestamente te la pasas trabajando pero solo andas por allí como un playboy mujeriego. ¡Qué carajos! ¿Eso eran celos? no podía ser verdad. Si ella lo odiaba, se lo dijo bien claro la otra noche pensó éste atónito. —¿Estás cabreada? —¡LÁRGATE DE MI HABITACIÓN! Le grito valientemente. —¿Por qué estas enojada? —Que te vayas, joder. Insiste con tono insolente. —Yo no te pedí que fueras a la empresa.

