II. Capítulo 2. Dos mundos diferentes

2205 Words
POV Trevor Me sentía adormilado, pero sus manos estaban bajando por mi abdomen, su aliento caliente contra mi piel, hacía que mi piel se erizara, su boca estaba dejando un camino de besos por mi pecho, sentía como la energía viajaba por mi cuerpo, para endurecer otras partes de mí, sus largos dedos apresaron a mi pene que cada vez se ponía más erecto por su contacto, eso provoco que abriera mis ojos lobunos para verla. La maraña de cabello n***o contrastaba con mi piel, si cerraba los ojos sentía que era ella, como aquella noche tantos años atrás, sus labios aferrándose a mi piel más delicada, dándome placer, tome un puñado de su cabello forzándola a mirarme, sus ojos verdes iluminaban la habitación de hotel. Deseaba tenerla así para siempre. La lleve a mi ritmo, hasta lo más hondo de su garganta, cada vez más rápido y fuerte, hasta venirme en su boca, mi leche se derramaba de sus hinchados labios, ahí fue cuando mi celular decidió comenzar a sonar. Muy oportuno. La habitación había quedado destruida la noche anterior, la luz se colaba en medio de las cortinas gruesas de color escarlata, sus ojos tenían un brillo diabólico y tentador, algo que me hacía sentirme asqueado conmigo mismo, demasiadas fiestas, drogas y mujeres habían pasado por mi vida, hasta perderme a mí mismo. Cuando esto terminaba y volvía a mi rutina en la empresa, no me reconocía, me sepultaba en trabajo para olvidar mis perversiones. Ella comenzó a treparse por mi cuerpo para clavarse sobre mí, mire mi rolex en mi mano dándome cuenta de lo tarde que era, iba demasiado retrasado como siempre en los últimos días, hice un gesto con mi mano para que se detuviera. -Voy tarde- dije a modo de explicación mientras me sentaba en la cama, ella rápidamente entendió, busco arropar su cuerpo con las cobijas, esperando mi próxima instrucción- busca el aparato, está desquiciándome- le grite, un dolor intenso de cabeza estaba apareciendo. Busque mis pantalones olvidados en una silla victoriana, junto con el resto de mi ropa, mientras veía su redondo trasero en el aire mientras se agachaba a buscar debajo de la cama ¿Cómo habrá llegado ahí?, la vista de su cuerpo me hizo tener de nuevo una erección. Demonios, quería repetir todo lo de la noche anterior. Acomode los puños de mi camisa, pero aún tenia los pantalones en las caderas sin apuntarme el cinturón ni la camisa, estaba por hacerlo cuando ella llego a mí, tendiéndome mi condenado aparato donde vi un mensaje de mi primo mauro. Mierda. Iban a matarme. La chica se arrodillo para apuntar mi cinturón y abotonarme la camisa, sentía satisfacción al mirarla atendiéndome, besaba mi piel en el proceso, tome sus manos mirándola hambrienta de más, su cuerpo curvilíneo me hacía botar la baba. -Quiero más de ti...-se atrevió a decir en un tono que la pobre debió considerar sexy, era demasiado forzado para mi gusto y empalagoso, por la plata bailaba el perro y en este negocio encariñarse era razón suficiente para morir. -Debo irme...-solté seco, mientras le daba la espalda para alejarme camino a la puerta. Deje unos cuantos euros sobre la mesa para pagarle por su trabajo, sabia que no era necesario, ambos habíamos tenido una conexión genuina en el bar, pero no me gustaba que pensaran demás. - ¿Vendrás a mi esta noche? - pregunto cuando había llegado a mi destino, respire antes de girarme y verla aun desnuda a mitad de la estancia. -Tal vez cuando quiera una mala mamada- vi la herida en sus ojos, pero era la mejor manera de alejar esa confianza que sentía, nadie debía acercarse a mi o a mi familia. Mis guardaespaldas estaban en la puerta. -Envíenla fuera del país esta tarde- Tomamos la salida trasera del hotel que habían dispuesto para estas noches inadvertidas, mientras me encontraba en la camioneta dirigiéndome a casa, observaba las calles de mi ciudad, nada pasaba sin que lo supiera, el sonido de mi móvil me hizo mirar la pantalla. Era una llamada de mi "amada" esposa. Silencie el aparato, mientras miraba mi argolla, eso me hizo esbozar una sonrisa torcida, que recuerdos de aquellos días, cuando era inocente y volvía de américa con el corazón destrozado, la mansión familiar se veía imponente mientras los rayos del alba la descubrían, las sombras dejaban entre ver el mármol labrado, las estatuas de querubines que amaba mi madre, la gran fuente de agua flotante era lo que hacía el resto de las cosas palidecer, tenía su propio juego de luces, haciendo la experiencia algo maravilloso para la vista. Una pequeña niña de cabello n***o y ojos azules me esperaba en la puerta con su oso de peluche café. Pase una mano por mi cara frustrado, era demasiado riesgoso que se encontrara ahí sola, aunque la propiedad estuviera resguardada hasta un novato podría matarla, ¿Dónde estaría su guardaespaldas?, antes de bajar del auto cambie el gesto de mi cara por uno que solo me nacía cuando estaba con ella, su cara se ilumino al verme, comenzó a dar saltos de alegría y venir hacia mí. -Papi, papi, papi- comenzó a gritar mientras saltaba sobre mí, la levante en mis brazos, atrayéndola contra mi pecho, cuando nuestros ojos conectaron sentí algo caliente en mi pecho. -Princesa, ¿Qué te he dicho de esperar a papá en la puerta? - tuvo el descaro de parecer pensativa mientras caminaba con ella cargada dentro de la propiedad, incluso llegó a sonrojarse. -Que los tipos malos podrían hacerme daño- sus ojitos inteligentes sabían que era la respuesta correcta, pero esperaban que pasara por alto su falta, entonces de forma espontánea me dio un sonoro beso en mi mejilla. - ¿Que ha pasado con Boris, cariño? - comenzó a mirar todo en el pasillo menos mi cara, tenía una pequeña de cinco años con la capacidad de anular a cualquiera de sus guardaespaldas, odiaba tenerlos, en especial en casa, sus mejillas fueron poniéndose escarlatas y antes de responder su hermano mayor se tropezó con nosotros- cuidado campeón- Hizo un gesto con sus hombros desinteresado y siguió su camino. Niños, nunca sabias que esperar de ellos. -Alessandra, más te vale que te bañes antes que llegue tu padre, si no deberás explicarle como Boris termino atado en el cobertizo- comenzó a gritar mi amada esposa mientras nos acercábamos a la cocina, mi pequeña logro zafarse de mis brazos, para intentar huir de lo que sabía que le haría cuando me enterara. Tome su mano antes que lograra correr en dirección a las escaleras, apunte con un dedo hacia ella. -Hablaremos de esto más tarde, no puedes seguir poniendo tu vida en riesgo princesa- solté sus deditos tan pequeños entre los míos mientras terminaba los pasos que me restaban para llegar a la cocina. Mi esposa media un metro con setenta, es delgada, probablemente pese 53 kilos, poseía las curvas en los lugares correctos, conservaba su figura escultural luego de haber tenido dos hijos, aun se dedicaba al modelaje como su familia le había promovido, llego hacer Miss Italia en el 2013, tenía esos ojos verdes hipnóticos contrastando contra su cabello rubio y piel tersa. Hoy solo portaba una bata de satín alrededor de su cuerpo. Pero cuando uno no ama a alguien, ¿Qué importa cómo sea su físico? Ni las horas que pase en el gimnasio o en el salón de belleza, nunca lograba agradarme del todo... Me sentía tan abatido y deprimido que no planeaba moverme de mi cama en ningún futuro cercano. Ya nada tenía sentido. Tenía en mi mano una camisa que ella había usado, aunque débil aun podía sentir su olor, si cerraba los ojos podía verla danzar en la habitación, riendo como loca de mis bobadas, dedicándome esa sonrisa cautivadora, cerré mis puños con fuerza por más que quisiera esa no era mi realidad, las lágrimas brotaban de mis ojos sin quererlo, mientras mi pecho se sentía vacío. La amaba con locura, ahora estaba arrepentido, pero era muy tarde para volver atrás. No podía borrar mis palabras y la distancia de mis pasos. Una vez estable en Italia, intente buscarla, hacerla entender la situación, traerla conmigo, pero ella había desaparecido igual que Dimitri o cualquier rastro de nuestro combate con el cartel, nunca salimos en una noticia, nadie reporto un desaparecido, era curioso cómo funcionaba el mundo con el dinero. Estábamos a salvo, lejos del otro. Unos pasos cerca de la puerta me alertaron que pronto tendría visita, aun sentado en mi cama solo acate limpiarme las lágrimas eran una señal de debilidad inadmisible en mí familia, las sombras que bañaban el cuarto me protegerían de que alguien viera realmente mi precario estado, en especial mi padre, a quien había evitado desde que llegue. La puerta se azotó contra la pared y mi peor miedo estaba justo frente a mí. Mi padre. - ¿Puedo saber si estas matándote de hambre de forma intencional o solo quieres causarme un disgusto y que muera? - dijo mi progenitor con palabras tajantes-¿No hay respuesta? ¿Qué sorpresa? - mirándolo a sus ojos sabía que tenía planes siniestros conmigo, un heredero de la mafia no debía mostrar debilidad ninguna. Comenzó a pasearse por la habitación hasta abrir las cortinas, el atardecer era hermoso, sin embargo, mi cuerpo se sentía tan distante de todo. -Me temo que no puedo permitir que mueras, menos por una mujer insignificante- dijo quitándose una pelusa imaginaria de su traje, no iba a caer en su trampa, sabía que quería provocarme y culparla de todo, pero el estúpido era yo, sonó una risa de mofa, haciéndome sentir aún más indignado- Como pensaba, ni siquiera la defenderás- Hizo un gesto con su mano, haciendo a varios guardias entrar, eso me puso alerta, pero para cuando me puse de pie era tarde ellos eran demasiados para mí. -lo lamento hijo, pero tengo planes que tú no puedes arruinar- el forcejeo era brutal, mi labio termino reventado, así como me dejaron un ojo morado, querían arrastrarme fuera de la habitación, gritaba e imploraba porque me dejaran, daba órdenes que nadie escuchaba- cuando acabe contigo no tendrás si quiera un corazón, no te preocupes tu padre sabe lo que es mejor para ti- Esas palabras aun resonaban en mi mente, ella era parte del plan de mi padre y la aborrecía por eso. Tomé una jarra de jugo que estaba sobre la isla, serví un poco de jugo, ella se giró para verme dio un pequeño salto de sorpresa y soltó una exclamación. - ¿Dónde estuviste anoche? - se recompuso demasiado rápido, para darme una mirada ceñuda. Le di mi mejor cara de indiferencia, pretendí que verla no me afectara, y en cambio levante una ceja, su familia había sido una aliada poderosa para tomarnos roma en el ámbito político, pero ella no era más que un florero decorativo en mi casa, ladee mi cabeza estudiando sus facciones, con los años había sacado las garras, le di un sorbo a mi jugo dejando la jarra en su puesto. - ¿Acaso no vas a responderme? ¿No te da vergüenza revolcarte con cualquier mujer y venir a esta casa y abrazar a tu hija? - comencé acercarme lentamente a ella, mientras veía como la ira se acumulaba bajo sus facciones- ¿Acaso crees que merezco eso? Un día una de tus putas...- Eso fue demasiado. La abofetee. Puso su mano sobre su mejilla y me miro con el mismo odio que sentía por ella, nunca había llegado a golpearla hasta este momento, un ruido detrás de nosotros me hizo girarme Jeremiah estaba en la puerta viéndose sumamente incómodo. -Nunca vuelvas hablarme de esa manera o conocerás lo que le hago a la gente que me traiciona, no olvides que soy el jefe-tome de nuevo mi vaso de jugo, pero aun nos mirábamos retándonos-No olvides que este es un matrimonio arreglado, tu querías el dinero y nosotros el poder, no vuelvas a cuestionarme- Comencé a caminar fuera de la cocina, no me paso desapercibido la mirada que mi hermano le dio a mi esposa, sabía que eran amantes desde hace muchos años, pero ¿Como podía negarle a mi hermano a la mujer de la que estaba enamorado?, había una gran posibilidad que mis hijos no fueran del todo míos, pero no ondeaba mucho en el pensamiento. En el camino al estudio sabiamente se quedó callado. Podía aguantar muchas cosas pero que me cuestionaran no era una de ellas. Los jefes de cada parte de la organización estaban ya en sus sillas aguardando por mí, una vez las puertas se cerraron los ojos cayeron sobre los míos, llevaba seis años haciéndome cargo de todas las operaciones de nuestra familia, eso me enseño que todos eran unos traidores que debían ser tratados como tal, solo Mauro y Jeremiah eran dignos de mi confianza. Ocupé mi lugar en el cabecero de la mesa, temiendo que la convocación de esta reunión fuera a darme más dolores de cabeza que el que ya tenía, hice un asentimiento de cabeza para dar inicio. -Los mexicanos nos están traicionando- declaro Dante y supe que sería una eterna mañana.
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