Decisión Unilateral
Kaelion se levantó de su asiento, con una determinación palpable en sus movimientos. Su mente, cargada con los asuntos del imperio y la creciente presión de los días venideros, necesitaba un respiro. A pesar de sus intentos por mantenerse firme, el peso de las responsabilidades seguía presionando en su pecho, como una piedra que no podía quitarse.
Se dirigió hacia la mesa donde había dejado su cuaderno de notas y tomó el anillo con el que solía sellar sus cartas. Con un suspiro, se dirigió a la campana situada sobre su escritorio y la hizo sonar. En cuestión de minutos, el portador del mensaje apareció y Kaelion, con tono firme, le dio la instrucción:
- Llama a mi médico.
El sirviente asintió rápidamente y se apresuró a salir. Kaelion se recostó en su silla, pasando una mano por su rostro, sabiendo que las decisiones que debía tomar en las próximas horas serían aún más complejas. Sin embargo, su agotamiento físico y mental no podía esperar.
Mientras aguardaba la llegada del médico, Kaelion se centró en los próximos movimientos que tendría que hacer para proteger a su imperio y a su esposa, Leocadia. Las consecuencias de la competencia de caza ya rondaban en su mente y las tensiones internas del palacio no tardarían en estallar. Necesitaba estar al 100% de su capacidad y si eso implicaba recurrir a un elixir más potente, no dudaría en hacerlo.
El médico llegaría pronto y Kaelion ya estaba preparado para enfrentar cualquier desafío, aunque el precio de ese poder fuera más alto de lo que quería admitir.
El médico entró al despacho, con su habitual aire serio y atento. Al ver la expresión fatigada de Kaelion, su rostro se tornó aún más preocupado.
- ¿Ha tenido más crisis, majestad? - preguntó el médico, acercándose al escritorio, notando la incomodidad de su paciente.
Kaelion se llevó una mano a la frente, frotándola con la punta de los dedos y suspiró.
- El aura... se ha desbordado varias veces mientras trabajo. Es como si tuviera una presión constante en la cabeza, sobre todo cuando trato de concentrarme. - dijo, su voz grave, pero cargada de cansancio. La verdad era que había intentado ignorarlo todo, pero la incomodidad física empezaba a ser más que evidente. Se sentía como si la energía estuviera por escaparse de su control en cualquier momento.
El médico lo miró con preocupación, antes de hablar en voz baja, como si temiera las repercusiones de lo que iba a decir.
- No es recomendable aumentar la dosis, su majestad. Si lo hace, podría sobrecargar aún más su sistema. El riesgo de una crisis mayor es muy alto. Ya está tomando más de lo necesario.
Kaelion lo miró fijamente, su mirada fija y decidida, pero también agotada.
- He estado de mal humor porque no he podido... - se interrumpió a sí mismo, tomando aire. No era algo que soliera admitir en voz alta, pero necesitaba decirlo y sabía que el médico era el único que podría comprenderlo - No he podido... tomar a Leocadia.
El médico permaneció en silencio un momento, observando a su emperador, pero no dijo nada de inmediato. Sabía bien que las razones detrás de las tensiones de Kaelion iban más allá de lo físico. Sabía que Leocadia, la emperatriz, era la fuente tanto de su poder como de su tormento interno.
- ¿Se niega a.… embarazarla? - preguntó el médico cuidadosamente, su tono respetuoso, pero inquisitivo. Era una pregunta delicada, pero comprendía que la situación de Kaelion y Leocadia estaba llena de complejidades, tanto políticas como personales.
Kaelion apretó la mandíbula y asintió lentamente.
- No puedo hacerlo. No puedo imponerle eso, ni siquiera si es para estabilizar su poder. No quiero que le pase lo que me ocurrió a mí... un embarazo como un medio para alcanzar un fin. Yo... no quiero que su hijo sea usado como un peón en una partida política. - dijo, su voz tensa, cada palabra llena de una carga emocional profunda. Recordaba la frialdad de su propia infancia, cómo su madre nunca lo aceptó y su padre solo lo vio como una herramienta más en su ambición de poder. No podía hacerle eso a Leocadia, no después de todo lo que ella había sido para él.
El médico, después de unos segundos, le hizo una sugerencia con cautela.
- Podría considerar el uso de anticonceptivos, su majestad. Sería una solución temporal para evitar un embarazo, pero... es una opción que debería considerar con cuidado. Si la corte llegara a enterarse de que se resiste a tener un heredero... eso podría causar un escándalo que pondría en duda su liderazgo. La estabilidad de su imperio está en juego.
Kaelion frunció el ceño ante la sugerencia. Sabía que los rumores y las intrigas de la corte eran como una tormenta en espera de estallar. Si alguien llegaba a descubrir que él, el emperador, se oponía a tener un hijo con su esposa, las repercusiones serían mucho peores que la sobrecarga de su aura.
- No quiero que nadie sepa de esto. - dijo, su tono decidido, pero cargado de frustración. Miró al médico, que asintió con seriedad.
- Entiendo, majestad. - El médico hizo una pausa, observando su rostro - Pero debe ser consciente de que, aunque evite los rumores, el control de su aura y la situación con la emperatriz no son asuntos que pueda postergar por mucho tiempo. Tendrá que tomar una decisión más adelante.
Kaelion cerró los ojos, frustrado con la situación. La carga de ser emperador, de proteger a su imperio y su familia, parecía un peso cada vez más insoportable. Pero, por encima de todo, no quería que su esposa sufriera, ni que su hijo - si algún día llegaba - fuera una moneda de cambio en la guerra política.
- Lo sé. - murmuró, sin mirar al médico. Se sentía atrapado, entre el deber y el deseo de proteger lo que más amaba. La decisión de tener un hijo ya no era solo cuestión de política, sino de sus propios miedos y expectativas.
El médico hizo una última observación antes de retirarse:
- Majestad, por favor, considere lo que le he dicho. Cuídese a sí mismo. El imperio necesita su fuerza y su esposa... ella también lo necesita.
Kaelion asintió en silencio, dejando que las palabras del médico se quedaran con él mientras se quedaba allí, solo con sus pensamientos.