26

1057 Words
Formas de Protegerte Los corredores del palacio estaban llenos de actividad mientras los preparativos para la celebración del aniversario de la coronación llegaban a su punto álgido. Sirvientes, nobles y ayudantes se movían de un lado a otro, llevando decoraciones, listas y vestidos de gala. Leocadia, con la cabeza en alto y una determinación nueva en su postura, caminaba hacia la biblioteca, escoltada por Rovik, quien mantenía una distancia prudente para no intimidar a los sirvientes que pasaban apresurados. En un giro del corredor, una figura familiar apareció acompañando a Ondra Transa. Catherine Pardo, la amante de Edward, vestía un vestido de terciopelo verde que resaltaba su figura y una sonrisa cargada de malicia se dibujaba en sus labios cuando vio a Leocadia. Ondra, por su parte, no ocultó su desprecio al pasar cerca de la princesa, pero Catherine fue más allá. Mientras ambas mujeres caminaban por el estrecho pasillo, Catherine “accidentalmente” tropezó con Leocadia, empujándola con fuerza suficiente para hacerla perder el equilibrio y caer al suelo. - ¡Oh, lo siento tanto! - exclamó Catherine, con una falsa dulzura que no alcanzó a ocultar la burla en su tono - Soy tan torpe a veces. Espero no haberla lastimado, princesa. Leocadia levantó la vista desde el suelo, su rostro enrojecido, no por la caída, sino por la humillación. No esperaba que hiciera algo tan infantil. Antes de que pudiera responder, Edward apareció desde el otro extremo del pasillo. Al ver a Catherine y la escena que se desarrollaba, se apresuró hacia ellas. - ¿Qué está pasando aquí? - preguntó, aunque su atención estaba claramente en Catherine. - Fue un accidente, querido - dijo Catherine, fingiendo preocupación mientras se giraba hacia Edward - Tropecé sin querer y.… bueno, parece que la princesa no pudo mantenerse en pie. Edward extendió una mano hacia Catherine, ignorando completamente a Leocadia mientras ayudaba a su amante a estabilizarse. - ¿Estás bien? - le preguntó, su voz cargada de una preocupación que nunca había mostrado hacia Leocadia. - Perfectamente, gracias a ti, - respondió Catherine, lanzando una mirada burlona hacia la princesa todavía en el suelo. Leocadia apretó los labios mientras Rovik se acercaba rápidamente para ayudarla a levantarse. - ¿Está bien, majestad? - preguntó Rovik, su tono serio mientras la observaba con atención. Leocadia asintió, sus ojos fijos en Catherine, quien continuaba actuando como si nada hubiera pasado. - Estoy bien, gracias, Rovik - respondió, enderezándose con dignidad. Catherine, aparentemente incapaz de resistir la tentación de añadir más veneno, dio un paso hacia Leocadia, fingiendo un susurro amable. - Debe ser difícil caminar con la cabeza tan alta, princesa. Pero, después de todo, no todos nacemos para llevar una corona, ¿Verdad? Leocadia sintió la ira arder en su pecho, pero respiró profundamente, recordando las palabras de Kaelion: “No dejes que vean tus debilidades.” - Es cierto, - respondió con una calma sorprendente, aunque su mirada era afilada como una hoja - No todos nacemos para eso. Algunos estamos destinados a ser reinas, mientras otros... solo se conforman con ser amantes. La sonrisa de Catherine se desvaneció por un instante, pero rápidamente la reemplazó con una expresión de falsa indiferencia. Edward, sin embargo, no pudo ocultar el destello de furia en sus ojos. Dio un paso hacia Leocadia, pero Rovik se colocó entre ellos, su postura relajada, pero claramente protectora. - Lord Transa - dijo Rovik con voz firme, sin siquiera levantar la mirada - Sería prudente mantener la calma. Estamos en los pasillos imperiales y cualquier problema aquí será informado al emperador. Edward apretó los dientes, pero finalmente dio un paso atrás. - Vámonos, Catherine - dijo con un tono tenso, agarrando a su amante del brazo y llevándola consigo seguido de su madre quien observó todo en silencio. Cuando desaparecieron por el pasillo, Leocadia dejó escapar un suspiro tembloroso. Rovik, a su lado, la observó con atención. - ¿Quiere que informe de esto al emperador? - preguntó. Leocadia negó con la cabeza, aunque una chispa de determinación brillaba en sus ojos. - No, Rovik. No necesita saberlo. Hizo una pausa, mirando en dirección a donde Catherine y Edward habían desaparecido. - Por ahora. Rovik la miró y se acercó para tomar los libros y le sonrió. -La ayudaré, majestad. -Sir Rovik, no le mencione esto al emperador. Me volveré más fuerte para él. -De alguna manera él se enterará, majestad…- le dijo con honestidad – Todo lo que pasa a su alrededor él lo sabe. A veces me pregunto si tiene algún hechizo de vigilancia sobre nosotros…- logrando que Leocadia riera y se relajara al ver que él revisaba sus ropas en caso de tener algo entre sus prendas. -Sólo lo hace porque se preocupa por nosotros…- le dijo con una sonrisa suave que sorprendió a Rovik. ¿Acaso ella conocía a otro emperador? Kaelion era despiadado con su seguridad porque siempre su cabeza tuvo precio y enemigos en cada lugar. -Me alegro de que su majestad vea su preocupación como algo bueno y no como una vigilancia agobiante. – le dijo con cuidado. -Si lo ayudamos y nos hacemos más fuertes, el dejará de preocuparse tanto y podrá relajarse. - ¿Yo también? – preguntó con una ceja alzada descolocado. Era el comandante de la guardia, grande y fuerte y escolta del propio Kaelion. ¿Qué más fuerte debía ser? -Kaelion se preocupa por ustedes, por el secretario y por usted. Son como familia. Por supuesto que los protege. - ¿Y no debería ser al revés? Somos quienes debemos protegerlo. -Mi hermano gemelo me enseñó que, aunque él era más fuerte y el mayor, yo también podía protegerlo de otras maneras…No por la fuerza, si no por estar ahí para él cuando me necesitaba. Eso es lo que hacen por Kael…Ustedes son su consciencia y fuerza y él los protege de otras formas. -Vaya, princesa…No lo había visto de ese modo. -Kael no sabe cómo expresar su interior. No ha podido hacerlo…pero siempre les muestra lo importante que son para él. Puedo verlo. - ¿Y usted, majestad? Cree que es importante para él. -Quiero creer que sirvo a sus intereses y deseo ayudarlo para agradecer todo lo que ha hecho por mi… Rovik suspiró. Si la mujer a su lado supiera cuan valiosa era para el emperador…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD