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El mensaje urgente El golpe en la puerta resonó con fuerza, arrancando a Kaelion de sus pensamientos. Su cuerpo se tensó por reflejo, sus instintos entrenados alertándolo de que algo requería su atención inmediata. - Majestad, - la voz de Rovik llegó desde el otro lado de la puerta, firme y controlada. - Hay un mensaje de la frontera norte. Es importante. Kaelion deslizó lentamente su mano fuera del rostro de Leocadia, cuidando no despertarla mientras se incorporaba. Se aseguró de ajustar las mantas sobre su cuerpo antes de responder. - Voy. Que me esperen en el salón de audiencias, - ordenó, su voz baja pero cargada de autoridad. - Y que preparen el baño en mi habitación. - Sí, majestad, - respondió Rovik, el eco de sus pasos alejándose por el pasillo. Kaelion permaneció sentado en el borde de la cama por un momento, pasando una mano por su cabello desordenado mientras inhalaba profundamente. La frontera norte. Esa sola mención bastaba para ponerlo en alerta. La región había sido un punto constante de tensión desde el final de la guerra civil y cualquier mensaje urgente de allí rara vez traía buenas noticias. Se giró ligeramente hacia Leocadia, aún dormida, su respiración tranquila contrastando con la gravedad que ahora pesaba sobre él. - Lo siento, Leo, - murmuró, inclinándose para presionar un suave beso en su frente. - El deber nunca espera. Con movimientos precisos, Kaelion se levantó de la cama y comenzó a vestirse, optando por una túnica oscura que reflejaba tanto su posición como la urgencia de la situación. Ajustó su cinturón y tomó su espada ceremonial, colocándola en su lugar antes de salir de la habitación.
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