-No creo que tengas problemas en adaptarte.- dijo May apartando su mirada de este misterioso joven, cuya expresión no había cambiado a lo largo de toda la conversación.
Aquella sonrisa de lado frente al ùnco comentario ocurrente que había tenido, había sido suficiente como para ponerla nerviosa y desde entonces no había hecho más que hablar sin parar.
Le había contado del funcionamiento del comedor, los horarios y las zonas peligrosas por la noche. Había hablado a una velocidad mayor de la que solía hacerlo, como si esos ojos enormes cargados de enigma la hubieran vuelto una autómata con temor a volver a enfrentarlos.
Patricio la había observado con inquietante tranquilidad, sus palabras no parecían afectarlo, mucho menos sus intentos por evitar su mirada. Había estado de pie junto a ella con una molesta quietud. Evidentemente no había causado ninguna impresión en él. O al menos no la que él había causado en ella.
May solía ser inmune a los hombres encantadores y aduladores, nunca había sido romántica y limitaba todo a lo pràctico. Había tenido que hacerse lugar en un mundo gobernado por hombres poderosos y engreídos y eso la había llevado a forjar un carácter fuerte e inquebrantable. Nunca se detenía en sentimientos, no le importaba el pasado de las personas, nunca hacía preguntas ni mostraba interés en nada que no fuera profesional y de repente, este joven callado, de aspecto normal pero ojos demasiado hermosos, la había logrado poner nerviosa.
Como si hubieran cambiado su personalidad por completo, titubeaba y miraba el suelo. Una necesidad persistente de conocer el motivo de su llegada comenzaba a perturbar sus pensamientos y lo que era aún más raro, no deseaba que la conversación terminara. O mejor dicho el monólogo, ya que Patricio apenas había esbozado un par de monosílabos.
-Todo entendido.- le respondió sin mirarla tampoco y May comenzó a sentir que aquella indiferencia rozaba lo inaceptable. Entendía no haber causado una impresión en él, pero al menos por respeto, podía mirarla a los ojos.
Entonces recordò que ni siquiera le había preguntado su nombre, con la energía puesta en no preguntar nada demás, no le había preguntado prácticamente nada.
-Perdòn, me recordás tu nombre, por favor.- le dijo enfrentando por fin sus ojos una vez más, para descubrir que no se había equivocado en catalogarlos como hermosos.
-No te lo dije todavía.- le respondió con esa inquietante actitud que May no terminaba de descifrar. ¿Acaso le estaba reprochando el no haberlo preguntado?
-Ah, no, cierto, creo que con todo el episodio afuera estaba un poco distraída.- se justificó sin terminar de convencerse de que debía hacerlo. Al fin y al cabo èl era el que habìa llegado, podrìa haberse presentado sòlo.
-Es Patricio y ¿vos sos…?- le respondió ignorando su intento de justificaciòn.
-Mercedes, pero todos me conocen como May.- le respondió sin saber muy bien porque tenía la necesidad de volver a ser Mercedes para él, como si May no fuera suficiente.
-Un gusto, Mercedes.- respondió Patricio demasiado seco, volviendo a irritar a la joven
-May.- respondió con algo más de énfasis.
-¿Perdòn?- respondiò èl sin màs opciòn que mirarla a los ojos.
No quería aceptarlo, no podía hacerlo. Él no se permitía ningún sentimiento que no fuera el de la culpa y el dolor. Todavìa no podìa entender como el barrer el piso de un comedor podìa subsanar el daño que había hecho, no era una condena justa ¿pero acaso alguna lo era?
Solo vivir sin hacerlo parecía justo a sus ojos. Pasar sus días aletargado entre recuerdos y pesadumbre intentaba subsanar una culpa que no estaba dispuesto a soltar. Por eso no podía aceptar lo que su cuerpo intentaba demostrar. Una mirada no podìa acelerar su corazòn, una sonrisa nerviosa no podìa replicarse en sus labios, mucho menos la expectaciòn de aquel cuerpo contorneado con apenas unos jeans gastados y un buzo deportivo que se empecinada en levantarse con cada movimiento de brazos enseñando el borde superior de una intrèpida prenda ìntima justo en la la linea inferior al ombligo.
¿Quién era esta mujer tan contradictoria que podía con dos adolescentes problemàticos en una actitud de autoridad innata mientras sonreía con dulzura y lo miraba como si deseara saberlo todo de él? ¿Cómo osaba interrumpir su mecanizada letargia para despertarlo de la manera más estridente posible?
Había intentado evitar mirarla la mayor parte del tiempo, se había limitado a actuar lo que llevaba años como su única forma de vida, pero había sido demasiado difícil. May había tenido la particularidad de volverse interesante incluso mientras escribía un horario. Pero justamente por eso era peligrosa. Luego de conocerla lo único que tenía en claro era que debía alejarse.
-Que me llames May, Mercedes ya casi no existe.- le respondió con esa mueca en sus labios que comenzaba a sentirse adictiva para él.
Patricio se limitó a asentir con su cabeza, May sonaba demasiado hermoso, pensó con pesadumbre y entonces alzò su vista para volver a leer el nombre del lugar.
-Te puedo hacer una pregunta…May.- dijo y su nombre sonó como la estocada final para la abogada que deseó que no dejará de pronunciarlo jamás.
-Sí, claro.- se obligó a responder con prisa.
-Regreso del Olvido- dijo con tono de interrogación.
May tardò unos largos segundos en comprender. Patricio la volvió a mirar a los ojos y aquella frase en su boca se volvió confusa. Su figura alta y delgada parecía haber aumentado su tamaño, el borde de los tatuajes volvieron a enseñarse presumidos cuando alzò su brazo para señalar algo y May no pudo pensar en nada más que descubrir la totalidad de ellos.
-¿Quién eligió el nombre?- preguntó una vez más mientras ella se obligaba a seguir la dirección que marcaba aquel brazo.
-Mi hermana, creo que es de una canción.- respondió finalmente volviendo a leer aquel letrero para que la nostalgia la inundara sin previo aviso.
Patricio apretò sus labios con pena, por supuesto que era de una canción, de una que él conocía demasiado bien.
Entonces el pasado los golpeó a los dos, para arrasar con aquel puñado de sensaciones que habían creído sentir al conocerse. El sueño había terminado, era hora de regresar a la realidad y para confirmarlo el murmullo creciente de decenas de niños atravesando la puerta principal se apoderó del ambiente y lo que fuera que habían creído haber sentido, se aventuró a caer en del olvido