Sexta parte.

1058 Words
Lo hizo correrse... En sus exquisitas manos suaves, lo llevó a ver las estrellas y todas las malditas constelaciones. Y, mierda... Si con sus manos fue capaz de provocarle eso. De solo imaginar lo que era capaz de hacer con su exquisitas paredes vaginales, él moriría. La miró con sus ojos empañados de placer. Y pudo sentir como su corazón se detuvo, al observar como ella, con su semilla esparcida en su palma, llevó sus dedos a la boca, para saborear gustosa. Mil veces mierda... Ella era tan excitante. Desesperado por entrar en ella, bajó de la cama, y busco tembloroso el par de condones en su billetera. Dios, era gracioso como temblaba embravecido ante la anticipación de hacerla suya, tal parecía un crío inexperto. Pero poco importaba, lo único que tenía claro en su mente, era en tener su pene dentro de su exquisita v****a, y bombear frenético. Rompió el envoltorio del preservativo, acercó el pedazo de plástico lubricado a la cabeza de su pene, pero unas pálidas manos, con las uñas pintadas de escarlata, lo detuvieron. Le quitó el condón de sus manos, y se lo colocó ella. El italiano tembló en sus manos, y ella se sintió poderosa. Toda mujer se sentía poderosa cuando veía a un tipo duro, caer rendido por un toque. Se recostó nuevamente, cayendo desparramada en la cama, pero ésta vez boca abajo, mostrándole que estaba muy dispuesta. Elevó su trasero, y recostó su torso desnudo. Su pelo claro cayó como cortina en su rostro, y dio una reparación profunda cuando el castaño se posicionó detrás de ella, y la penetró de una estocada. Ally volcó sus ojos hasta que se tornaron blancos, sentía como la llenaba, y como palpitaba dentro de ella. La sensación que experimentaba era indescriptible, no podía hilar un pensamiento coherente. El sexo era una de las cosas más magníficas que se había creado. Y todos los que lo practicaban lo sabían. El castaño subió la pierna de la rubia, para hacer las estocadas mas profundas. Descansó parte de su peso en su mano, apoyándose en la derecha, al lado de Allyson. La rubia no hizo otra cosa que retorcerse debajo de él, disfrutando sus embestidas certeras. Sintiendo como su m*****o llegaba hasta el fondo de su v****a, y pareciera que chocaría con sus ovarios. - ¡Dios!- gritó Allyson presa de la lujuria. - Dios no, ragazza, soy yo quien te está haciendo sentir esto. Ally sonrío por su gran ocurrencia pero algo hizo clic en su cabeza.- Ni siquiera sé tu nombre.- susurró entre gemidos. El castaño abrió su boca para contestar, pero la rubia lo interrumpió.- Tampoco es que importe mucho.- Dijo incorporándose, sacando con sus manos el m*****o del italiano, lo hizo tumbarse sobre la cama, y se trepó sobre él, para luego penetrarse con el pene del hombre, provocando que ambos gimieran excitados. El castaño la miró intentando levantar una ceja, lo que provocó una risa a la rubia.— Lo siento, me gusta ser la que controla.— musitó cerca de sus labios, para comenzar a moverse rápidamente, aproximando su orgasmo. • Luego de prolongar sus orgasmos gran parte de la noche, y de la madrugada también. Los dos cayeron rendidos a la cama. Con sus cuerpos agitados, y con sus pieles húmedas por el sudor. — Eres bueno, amigo.— elogió al ojiazul. El hombre río ronco, con una expresión de cansancio. — Lo sé— reconoció arrogante. Ambos suspiraron, la rubia con resignación, y el castaño pensativo. Allyson no era como las demás, porque mientras una chica luego de tener sexo se ponía tímida y pudorosa, ella permanecía desnuda, desparramada en la cama. Era espontánea, sensual, elegante, carismática, extrovertida y un sin fin de adjetivos más. Y eso, claramente llamaba la atención. El italiano alzó sus ojos, fijándose en al expresión de Ally. La cual antes estaba alegre, pero retomó su semblante triste. Por un momento sintió empatía. No sabía la causa de su tristeza, pero sí sería el causante de hacer que olvidara sus penas por unas cuantas horas. Y así lo hizo. Regalándole unos cuantos orgasmos exquisitos. Pero... Nuevamente esa expresión de tristeza volvió a su rostro. No sabía qué hacer para quitar su tristeza, porque ya había hecho lo que sabía, llevar a una mujer al cielo. Por eso, se planteó algo que nunca había hecho, hablar con una mujer sobre sus sentimientos. Se quedó mirándola, sabiendo la intensidad de su mirada, esperó a que ella la sintiera. Y así pasó, Ally bajó su mirada, ya que estaba unos centímetros más arriba que él, encontrándose con su penetrante mirada. Lo vio vacilar, pero se armó de valor.— ¿Sabes qué me llamó la atención de ti en el bar?— Negó mirándolo.— Que estabas sola, con una cara de suma tristeza y frustración contigo misma. El rostro de Allyson se tornó inexpresivo, levantó un ceja.— ¿Y?— escupió defensiva— ¿Eso te hizo saber que era una frágil niñita, y aprovechaste poder usarme?— preguntó mirándolo, éste negó rápidamente.— Mira amigo, si piensas que porque me diste unos cuantos orgasmo, te llamaré casi todos los fines de semana, me ilusionaré contigo, y sufriré por ti, estás muy equivocado, te traje aquí para follar, no para hablar de mis sentimientos, no eres un puto psicólogo.— Dijo molesta. Se puso de pie, todavía desnuda, y comenzó a tomar la ropa desparramada del italiano, después de recogerla, la estrelló contra su pecho. Lo hizo pararse, y le señaló la puerta.— Tampoco necesitaba a un amigo, necesitaba a un hombre para usar su pene, y luego desecharlo, como generalmente hacen ustedes los hombres. — Espera, espera...— La detuvo.— Perdón, quizás me confundí, nunca había hecho esto, y te vi un poco triste, pero lo malinterpreté.— Susurró acercándose a ella, tomando un mechón de su pelo amarillo.— Olvidemos eso, y pongámonos a jugar.— Recomendó. — Eh, ¿Cómo es que te llamas?— Cuestionó con desdén. — Evan. — Bueno, Evan, no te traje aquí para jugar al ajedrez.— dijo sarcástica abriendo la puerta de su recámara, y empujando a Evan. El castaño lleno de desconcierto se dejó llevar por los empujones de la rubia. Ella era un poco peculiar, y eso.. le llamaba la atención.
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