Capítulo 12: Problemas

1582 Words
Nuestro viaje había comenzado. Según lo que recordaba del libro, cuando Stella y Leo empiezan su viaje tienen problemas en la carretera debido a otro grupo de militares provocando el secuestro de Stella. Debido a eso, Leo la salva y resultan viajando a pie donde se encuentran con una enorme mansión habitada por una chica, Mía Robinson, la portadora del elemento tierra. La chica que provoca un triángulo amoroso en la historia. Así que no dejaría que tomáramos la ruta culpable de todo este lío. Necesitábamos terminar el libro para ya. —Debemos ir al norte— señaló Leo el mapa. —Rodeamos las montañas y llegaremos más fácil a la ciudad de cristal— Hades al escuchar aquella palabra colocó su cabeza en la rodilla del chico. Nuestro perro se había acostumbrado tanto a esa palabra y cada vez que la decíamos colocábamos su cabecita en nuestro regazo. —Iremos al sur— señalé. —Hay muchos zombis en el sur. —Podemos deshacernos de ellos. —¿Estás loca? El norte es más seguro. —Hay más militares locos como los que me hicieron daño. No iré por ahí. Escuché por esta radio las rutas que manejaban y los caminos del norte forman parte de ellos. —Yo te protegeré— Stella y yo lo miramos. —Me refiero a que Dylan y yo lo haremos. Además, hace un par de días escuchamos que se estaban moviendo al bosque en busca de otras rutas. Hay una baja posibilidad de que nos encontremos con ellos — reí burlona. Lo mismo dijo en la historia y Stella terminó secuestrada y ambos resultaron sin provisiones. —Olvídalo. Iremos al sur. Además, de esa forma Stella practicará su poder. ¿No es una ganga? —¡Maldición Mina!— debido a su grito me detuve. —¡Dios! No me grites. —¿Por qué eres tan terca? —Tu eres el terco. —¡Cálmense!— exclamó Stella. Apreté mis labios para callarme. -Iremos al norte. Prefiero tratar con no muertos que vivos. —Yo pienso igual— expresó Dylan. Así que todos estaban de acuerdo con ir al sur excepto por Leo. -Bien, hagan lo que quieran- se rindió. Sonreí para mis adentros y continuamos en la ruta que tenía planeada hasta que llegamos a una carretera, bloqueada por muchos autos amontonados que no podríamos mover. -Creo que al fin y al cabo será el norte- sonrío Leo orgulloso. Maldición. Esto no podía estar pasando. Maldito mundo de fantasía. (...) Nos detuvimos en un área amplia cerca del bosque. Ya estaba anocheciendo y necesitábamos descansar aunque sea un poco. Bajamos los sacos de dormir e improvisamos una pequeña fogata. Decidimos tomar días latas de comida nada más. Así que me tocaría compartí la comida con Dylan. Me senté con dos cucharas esperando que mi supuesto hermano tomara asiento a mi lado Para mis sorpresa Leo fue quien ocupó su asiento. —¿Qué haces? —Me siento. —Stella está por allá— señalé a mi amiga. —Lo sé. —Sabes que compartiremos la lata ¿No? —Lo sé— respondió despreocupada. Suspiré. —Creo que no me estás entendiendo— me arrebató una cuchara y la lata para abrirla. —Solo come— tomó un poco mientras me ofrecía. Negué con la cabeza y decidí hacerle caso. Moría de hambre. Dylan y Stella decidieron compartir comida gracias a Leo, sin embargo noté que ella se veía molesta. Y cómo no, si el chico que le coqueteaba prefería comer con su amiga que con ella. Leo era realmente extraño. Necesitaba juntarlo con la protagonista del libro. Y que mejor manera, actuando como la loca Mina. —¡Dios! Extraño tanto a los chicos— suspiré exageradamente mientras apoyaba mis manos en el suelo. Dylan me miró como si estuviera loca. Le sonreí inocente. —¿En serio? De todo lo que había antes del fin del mundo, ¿Solo extrañas a los chicos?— asentí. —Por algo me decían promiscua— me burlé. Dylan negó la cabeza divertido ya que estaba consciente de que yo no era así. —¿Qué harías si se te cruzara uno en este momento?— preguntó Leo. Se veía serio respecto a aquello. —Supongo que lo seduciría— murmuró Stella. Asentí tomando sus palabras. —Mi amiga me conoce mejor que nadie— sonreí bestialmente. Leo dejo la lata en el suelo. —Comételo sola. Perdí el apetito— dijo antes de levantarse y adentrarse en el bosque junto a Hades. Stella se paró y lo siguió. Bien, mi plan había dado resultado de alguna manera. —¿Por qué dijiste todo eso?— me cuestionó Dylan. —Debo seguir fingiendo ser la vieja Mina para juntar a esos dos— me miró con una mueca. —¿Sería tan malo ser tu misma? —No lo sé— suspiré. —Ya no quiero cambiar más cosas dentro de la historia. No tengo ni la menor idea de qué efecto tendrá el hecho de que estemos vivos.— nos señalé. —Maldigo a la persona que creo esta historia. —No eres el único— me burlé para luego observar la llama de la fogata. —¿Y qué pasaría si te enamoras de alguien de la historia?— lo miré sorprendida por su pregunta. —Espero que eso no suceda. —Pero las emociones no pueden ser controladas. —Tendré que hacerlo Dylan. No quiero dañar a nadie en esta historia y lo sabes. Es por eso que no quise unirme a ellos desde un principio. Pero evidentemente no puedo seguir sola. Casi muero al hacerlo— tomé mis piernas para colocarlas frente a mi pecho. —Nelly— lo miré. —Este mundo es cruel y no es tu culpa que no puedas sola. Sólo ve el cómo estamos viviendo ahora— asentí. —Gracias Dyl— asintió sonriendo. —Iré a buscar a los chicos para dormirnos— expresó Dylan. —¿No deberías darles unos momentos más? —Solo veré si están bien— asentí. —Bien— el rubio se levantó y yo procedí a acomodar mi saco de dormir para descansar. Conducir me dejó exhausta. Una vez acostada me quedé observando el cielo nocturno. Era tan raro. El cielo no era completamente n***o, tenía rastros de luz verde, supuse que era por la explosión y algún error inconsciente dentro de la historia. Comencé a cerrar mis ojos para dejar de pensar cuando escuché pisadas, supuse que los chicos estaban regresando hasta que oí dos voces extrañas. —Ve todo esto. Es un botín. Y mira allá— comencé a buscar un cuchillo en mi bolsillo para atacar en cualquier momento si se atrevían a hacerme daño. Pronto escuché más pisadas y a alguien cerca mío. Hasta que sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. —Sé que estás despierta— y en un segundo un golpe en mi cabeza me hizo perder la conciencia. (...) Sentía mi cuerpo pesado y cuando quise moverme sentí algo apretado en mis muñecas. Abrí los ojos notando que estaban atadas al igual que mis tobillos. Me encontraba acostada encerrada en una jaula junto a otras chicas y un par de chicos. Todos veían al suelo. —¡Maledozione!— maldición, intenté moverme para poder apoyarme en la esquina de una jaula. —¿Alguien sabe quiénes son estos tipos?— nadie quiso responder. Suspiré. —Ex militares.— respondió alguien. AAHHHHH Sabía que encontraríamos a estos idiotas. Bueno, lo extraño era que no secuestraron a Stella sino a mí. Evidentemente el hilo de la historia estaba cambiando por mi culpa. De pronto el camión en el que íbamos se detuvo bruscamente haciendo que me golpeara la cabeza en uno de los barrotes y que uno de los chicos se resbalara cayendo sobre mí. —¡Maldición! Lo siento. —Descuida— solté aún quejándome por el golpe de su cabeza en mis costillas. Pronto las personas dentro de la jaula comenzaron a lloriquear. Los militares abrieron la puerta del camino y luego la jaula para bajarnos de ahí. Muchos de ellos veían a las chicas con lujuria y golpeaban a los chicos para que se apresuran a bajar. Uno de los militares, el cual llevaba una gorra, unos lentes de sol y un pañuelo rojo que cubría su boca se subió para desatarme los tobillos y luego las manos para finalmente colocarme unas esposas. Me tomó del brazo y me ayudó a bajar. —Oye, novato. Apresúrate que no tenemos todo el día— dijo uno de los tipos con un diente de oro. —Sí Rick— dijo simplemente y me bajó del camión. Tomó una escopeta que sostenía otro de sus compañeros y me arrastró con los demás capturados lejos de ahí. Noté que era un campamento enorme. Habían más hombres que mujeres. Las pocas que habían se veían idas, deprimidas y descuidadas. Dios esto era tan triste y horrible. El tipo del pañuelo me empujó dentro de una casa rodante que tenían en medio del campamento. La asquerosa casa no tenía ni ruedas ni iluminación. Esto era un asco. Ahí estaban metiendo a todos los prisioneros. —¿Qué harán con nosotros?— le pregunté al tipo. No respondió. —Solo quédate quieta y trata de no llamar la atención— susurró antes de darse la vuelta y encerrarnos con llave. Dios, esto no podía estar pasando.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD