Capítulo 11: Sin dolor

1338 Words
Stella y yo llevábamos practicando dos días enteros en cómo poder curarme para salir de aquí cuanto antes. Le conté las supuestas historias que mi supuesta tía me había narrado durante mi infancia y entre ellas, el cuento donde una chica como ella tiene habilidades de curación, eso sí, si logra mantener la temperatura adecuada en el cuerpo de otra persona. Primeramente habíamos intentado con una almohada pero terminó chamuscada. Vomité luego de eso. El segundo intento fue con un peluche, al principio todo iba bien hasta que terminó en cenizas. —¡Maldición!— exclamó Stella realmente preocupada. Le lancé una mirada a Leo, él, cruzado de brazos me regresó una mirada de confusión, con ayuda de unas muletas improvisadas me acerqué a su persona. —¿Qué diablos esperas? Ve y habla con ella, por algo eres su caballero con armadura. —¿Sabes que apenas si le agrado?— Lo sabía, la relación de Stella y Leo no era la mejor al principio del libro, casi a la mitad es donde va mejorando ya que sobreviven juntos. —Le agradaras más si haces algo al respecto intentando consolarla y...—antes de terminar mi frase Dylan se acercó a mi amiga y se la llevó. Suspiré, bueno en estos momentos no me importaba qué hiciera cada uno, solo quería avanzar. —Déjame llevarte a la habitación— propuso Leo finalmente. Asentí, ya no tenía nada que hacer en el patio. Subimos lentamente y entramos al cuarto de Stella donde me estaba quedando. Me ayudó a acomodarme en la cama y luego se sentó en la silla. Suspiré. —¿Estás cansada? —Sí, no imagino cómo deben sentirse Stella. —Es verdad, pero lo que te hicieron esos idiotas— apretó los puños. —Tranquilo, ya están muertos— bufó burlón. Nos quedamos en silencio por unos momentos. —Te soñé Mina. —¿En serio? —Sí, sólo que eras diferente. —¿Cómo? —Eras rubia y más alta. Por alguna razón sabía que eras tú— lo miré sorprendida. —¿Que dices? —Me refiero a que te vi con otra apariencia y te me hacías muy familiar. ¿Era posible que las memorias de la verdadera Mina estaban escondidas en su subconsciente? —¿Crees que es extraño? —No— le dije sin más. Dios estos cambios y dudas existenciales me estaban matando. No encontraba la razón del por qué estaba viviendo todo esto. Hablando de subconscientes creo que tenía una idea. —Tengo un plan. —¿De qué? —Para ayudar a Stella. Llámala—me miró extrañado y luego obedeció. A los minutos los tres aparecieron. Le indiqué a Stella que tomara asiento en mi cama. —Tengo un plan para que gradúes tu poder. —¿En serio? —Es una suposición pero podemos intentarlo. —¿Sobre qué es? —Utilizaremos su subconsciente —¡Eh?— Dylan me miró confundido. —Solo hazme caso. Cierra tus ojos— la chica me miró un poco desconfiada pero al final asintió e hizo lo que le indiqué. —Ahora relájate lo más que puedas— asintió y pronto su rostro tenso mostró una expresión más tranquila. —Muy bien, ahora piensa o imagina en lo que más te gusten lo que te haga sentir feliz.— Ella volvió a asentir. —Y luego de eso piensa algo que no te guste. Una vez tenga ambas cosas en mente imaginarás unidas en un ambiente agradable y desagradable la mismo tiempo— Stella comenzó a unir un poco sus cejas cambiando su expresión. Las venas de sus brazos comenzaron a encenderse por el poder que recorría en su cuerpo. Estaba funcionando. —Estoy sintiendo algo— murmuró. —Parece que funciona— soltó Leo admirado. Comencé a acercar mi dedo a su brazo y los chicos me vieron aterrados. Estuvieron a punto de decir algo pero los callé colocando mi dedo en los labios. Luego negué con la cabeza. No debíamos distraer a Stella. Además tenía que intentar probar si esto estaba funcionando. Sólo habían dos opciones o me quemaba o me curaba. A estas alturas ya me daba igual. Así que finalmente la toque. Su piel era tibia, relajante. Stella parecía estar en un trance por lo que no se dio cuenta cuando la toque. Comencé a sentir su poder recorrer mi dedo hasta mi brazo y sin aguantarlo más la toque. Mi cuerpo comenzó a sentirse cálido, relajado. Ya no sentía y dolor, ya no sentía pena. Evidentemente esto estaba funcionando. Finalmente Stella abrió sus ojos y se asunto al verme tomar su brazo. —¡Puedo hacerte daño! —De hecho estás haciendo lo contrario. —¿En serio? —Me siento mucho mejor— murmuré sonriente. Era como estar bajo un tipo de droga. El poder de Stella no era broma en serio. —Así que está funcionando— asentí. Y ella me abrazó emocionada. Sus mamás se posicionaron en mis hombros y me sentí aún más relajada. Cerré mis ojos sin darme cuenta que me había desmayado. Sentía mi cuerpo liviano. No había dolor, no habían tensión en ningún m*****o de mi cuerpo. Nelly, Mina, Nelly, Aquellos nombres se repetían en mi cabeza hasta que abrí mis ojos. Tres cabeza estaban frente a mí observándome. —¡Maldita sea Nelly! Creímos que Stella te había matado— me reí. —No exageres —¿Qué pasó?— comencé a levantarme apoyando mis manos en la cama. Un momento, apoyé mis manos y no me dolía. Observé mis brazos y ya no tenía moretones. Empujé a los chicos y me acerqué al espejo. Observé mi rostro notando que ya no tenía la cara hinchada. Había sólo un pequeño corte que ya estaba cicatrizando en mi ceja y mejilla. Levanté mi blusa para ver mi abdomen y ambos chicos me gritaron: —¡Que rayos haces!— procedieron a cubrirse los ojos. —Ay si. Ahora háganse los santos. Como si nunca hubieran visto el abdomen de una chica— noté que sus orejas se pusieron rojas Stella y yo reímos burlonas. Giré mis ojos y volví la vista a mi abdomen. Ya no había heridas. Toqué mis costillas. No dolían. Ni una. Podía girarme a voluntad. —Stella. Me has curado.— ella sonrió orgullosa y sin pensarlo la abracé. —Lo has hecho chica. Eres una genio— ella me apretó suavemente.—Gracias por confiar en mí. —En todo caso fuiste tú.— sentó que sonrió. —Te quiero Mina— me tensé. Dios, en estos momentos odiaba ese nombre más que nunca. —¿Entonces qué procede?— Leo se cruzó de brazos mientras nos observaba. —Es hora de comenzar el viaje. (...) Comenzamos a empacar todo lo posible en bolsos para viajar lo más que se pudiera en la camioneta. Por suerte los chicos lograron traer consigo el transporte militar que yo había robado. Tomé algunas latas de comida preservada y las coloque en una mochila. Una vez llena la tomé para llevarla a la camioneta junto a unas maletas. Al cruzar el pasillo hacia la salida sentí que alguien metió su mano entre mi hombro y el tirante de la mochila. —¿Qué haces?— Leo me veía divertido. —Acabas de curarte de grandes heridas. Déjame ayudarte— apreté mi mano alrededor de la cinta. —Olvídalo, puedo sola. —No seas terca. No creo que seas débil pero debes tener cuidado. No fueron heridas leves Nelly.— hice una mueca. Tenía razón Así que decidí soltar la bolsa. —Tú sólo mete lo necesario en las bolsas y yo las llevaré— asentí. Me brindó una sonrisa de lado como si estuviera orgulloso de mí y se fue. —¿Desde cuándo eres tan cercana a Conte?— la voz de Dylan me sacó de mis pensamientos. —No soy cercana a él— respondí regresando a la cocina mientras él se reía.
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