Mentirillas y poco que ocultar

982 Words
.................Horas después.................... Gabriela había llevado todos sus papeles y bocadillos para la linda mujer embarazada, y Ligia enternecida por el gesto sirvió café para ambas. Al darle el primer sorbo al expreso, a Gaby simplemente le pareció un manjar; supo que la calidad de la bebida estaba en consonancia con la seriedad que mostraba el amplio edificio,  que al mismo tiempo se veía en la eficiencia de la hermosa Ligia y, que sin duda se reflejaba cabalmente en el masculino porte de Matías, e inmediatamente sintió unas ganas irresistibles de llenarlo de besos con sabor a café. A todo esto, Matías las había visto de lejos sin que ellas se percataran e hizo señas a Ligia para que ignorara a la postulante mochilera, pero era tanta la distancia que Gaby, que estaba sentada justo en frente de Ligia, se interponía entre sus movimientos y la visión de su secretaria. Desafortunadamente para él, no había nada que Ligia tuviese pendiente. La actitud de la peculiar postulante era clara: se mostraba completamente dispuesta a espantar a cualquiera que intentase obtener el trabajo hasta que el día de su cita llegase. Así que Matías volvió a su oficina y esperó a que Gabriela se marchara, pero la obstinada actitud de la joven hizo que ella se quedase en el edificio un tiempo que al oficinista le pareció exagerado. Al finalizar la jornada laboral Matias y Ligia se encontraron, como de costumbre, en el elevador y, sin esperar iniciativa de su jefe, con un animado tono de voz la bella asistente dijo:  —¡Me gusta! Es divertida, guapa e inteligente.  —Te dio panecillos, no eres tú quien habla, es mini tú.  —Matías, promete que no serás duro con ella.  —Será una niña preciosa a la cual le regaré juguetes y cosas, tranquila, la quiero más que a ti... pero, lejos de la oficina. —Gabriela, la chica... ¡quiero que seas amable con ella! No quiero que me llames ni una sola vez, es la chica perfecta.  Matías rió mientras acompañó a Ligia hasta el auto de su esposo, realmente sabía que el profesionalismo de ella no tenía comparación y que nadie trabajaría con tanta dedicación. Por un lado le parecía justo no querer, en verdad, a ninguna postulante. — Te ha manipulado. —Aseveró y le dio un beso en la mejilla. —Descansa y nos vemos mañana. Nada de tacones.  —Jamás. Matías condujo hacia su casa y cuando hizo el alto en el cruce se sintió ansioso por ver si alguien le esperaba en la mañana ahí. Gabriela sentía la misma ansiedad y un poco más de vergüenza, había escrito la carta, la firmó y su corazón se desgarró tan fuerte como el sonido de la impresora al teñir aquella hoja con esas palabras... ¿Era hora? Sí, lo era. Si no renunciaba a su actual trabajo en la panadería jamás lo haría, ella era demasiado blandengue como para decir adiós sin una razón. De igual manera, la ansiedad parecía tener como propósito matarle. Finalmente, a la hora de la salida Gabriela se acercó a su jefa Darleen y le dio su carta de renuncia no sin antes agradecerle por la paciencia, ayuda y sobre todo el cariño que ella y su familia le habían dado. Gaby era una chica completamente solitaria, su padre le había apartado de su vida por razones bastante complicadas y su madre... ella no era su persona favorita en el mundo, por lo que Gabriela, le apartaba de su vida, al final, en las noches la joven llegaba a su departamento, recordaba lo sola que era; ni siquiera tenía treinta y estaba literalmente sola.  El guarda de su departamento le informó que Lesster estaba en la puerta, y aunque este sólo iba por sus cosas, el guarda le acompañaría por su expediente de agresivo. Fernando y Gaby se sentaron en la sala de la casa, ella con una copa de vino y para el experimentado guarda de seguridad una Coca Cola bien fría mientras el joven sacaba hasta la última prenda.  —Gabriela, necesitamos hablar.  —Hable, ella escucha.  —En privado, don Fernando.  —Fer y yo somos casi la misma persona —Respondió sarcástica. —Habla.  —Gabriela, madura y tengamos una conversación. Una conversación normal —Rogó, disimulando su creciente ira, pero la joven se dio cuenta de que si elegía ayudarle podía acabar en una funeraria.  —Lesster, no me obligues a pedir una orden, toma tus cosas y vete. Necesito descansar.  —Eres una jodida inmadura —gritó y se abalanzó sobre ella con una velocidad bestial, como había hecho ya un par de veces, pero antes de siquiera tocarla, Fernando le escupe el hielo que tenía en la boca, que le da justo en el ojo provocando que Lesster se detuviese por una fracción de segundo, tiempo suficiente para que el buen guardia de seguridad eficientemente lo noqueé con tu tonfa. El momento le produjo mucha risa y por primera vez en mucho tiempo Gaby se sintió relajada; no había tensión sobre sus hombros, cuello, garganta o en su frente, no había dolor, preocupación, no más inseguridades.  Una vez que Fernando “depositó suavemente al indefenso Lesster” en la acera, y al lado suyo sus cosas, el gentil guardia volvió con la joven para asegurarse de que continuara bien; Ella le agradeció con su mejor sonrisa infantil y bromearon mucho sobre el machito cabrío que fue vencido por un cubito de hielo.  —No pasa nada Gabita, pero... si haces pan de zanahoria, me llevas.  —El lunes desayunarás el mejor pan de zanahorias de tu vida Fer. Sólo  acuérdate de tener listo el café para los dos… nuevamente miles de gracias, eres un sol. —Cerró la puerta y fue a buscar todo lo que necesitaría el día siguiente, como lo es un traje formal.  
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