Capítulo 1

3031 Words
Cuando Morgan sintió una suave palmadita en su mejilla barbuda, la ignoró con un corto resoplido y siguió manteniendo sus parpados juntos, demasiado cansado como para siquiera pensar en abrirlos e investigar de donde había provenido. Pero cuando volvió a recibir el golpecito, esta vez con un poco más de fuerza, se quejó y giró su rostro para huir de este. Pronto, el cerebro del alfa registro una suave risita infantil y luego un ligero peso pasó sobre su cuerpo. —Pah —llamó esa suave voz infantil. Una lenta sonrisa surcó en el rostro de Morgan con ello, pero aun así, el alfa ni siquiera hizo el intento de abrir sus ojos. —Solo deja dormir a papá cinco minutos más, ¿bien, campeón? —pidió casi arrastrando su tono ante el sueño que seguía cubriéndolo. Cuando no escuchó más ruido ni sintió a su cachorro moverse, Morgan realmente pensó que este le había escuchado por primera vez desde que había llegado a su vida, por lo que su cuerpo inmediatamente se relajó y su mente vagó a medio camino hacia morfeo. —¡Pah! —exclamó Darío, dándole una fuerte cachetada con su manito que resonó en toda la habitación y terminó por despertar finalmente al alfa. Quejándose, Morgan abrió los ojos y se encontró con el dulce rostro enfurruñado de su cachorro, quien le observaba enojado con aquellos ojitos mieles parecidos a los suyos y un pequeño puchero furioso en sus labios. —Bien, bien, ya he despertado —expresó con un suspiro, contemplando el aburrido techo blanco de su habitación en el motor club. —Pah —pronunció su pequeño, dando un ligero salto en su desnudo estómago—. Gageta —exigió, estirando una pequeña mano hacia él. —¿Galleta? —preguntó Morgan, frunciendo sus cejas—. ¿Por qué quieres galletas a estas horas? Deberías de comer algo más como... Quedándose repentinamente en silencio, Morgan giró de golpe su rostro, lo que le provocó un ligero tirón doloroso en su cuello, pero que el alfa ignoró para contemplar el despertado inútilmente derribado en su pequeña mesita de noche marcando que casi era medio día. —Maldición, me quedé dormido —se lamentó y observó con culpa y pesar a su pequeño, quien seguramente debería de estar muriendo de hambre tras no haber desayunado. —¿Gageta? —preguntó, bajando su manito para inclinar ligeramente su cabeza, logrando que esos rizos color chocolate semi largo cayeran a un costado. —j***r. Mierda. Soy un asco de padre, puedo escuchar tu pequeño estómago quejarse por hambre —se quejó el alfa, sintiéndose horrible por haberse saltado una importante comida para su hijo. Y lo peor de todo, es que no era la primera vez que sucedía aquello, lo que por supuesto que le hacía sentirse horriblemente mal, ya que habiendo pasado tres meses, uno pensaría que ya se habría acostumbrado a su nueva rutina de vida con el pequeño integrante inesperado, pero eso no podía estar más lejos de la realidad. De un momento a otro, toda la vida de Morgan había dado un giro radical, y si a eso se le sumaba que apenas tenía una nula experiencia cuidando a los hijos de sus amigos, era la combinación perfecta para el desastre en que se convirtió. La única responsabilidad que había tenido antes Morgan, era cuidar de sí mismo, trabajar y ayudar a algunos omegas de alfas idiotas que creían que podían aprovecharse de ellos, nada de eso le había preparado para transformarse en padre de la noche a la mañana. Porque realmente fue así, un día Morgan se levantó soltero y sin compromisos para asistir a la boda de un par de amigos, para luego volver al club, encontrándose con la pequeña sorpresa esperándole con una mochila de osito y un peluche de oso entre sus brazos. Y con el tiempo, en vez de ir a acostumbrándose y mejorar, parecía que solo iba cayendo más y más por un precipicio empinado. —Gageta —pidió su hijo, comenzando a rebotar en su estómago con su abultado pañal volviendo suave su caída, lo que le recordó al alfa que tenía un trabajo por hacer. —De acuerdo, de acuerdo pequeño monstruos come galletas, deja de saltar antes de que tu pañal reviente en mi estómago —pidió alzando sus manos para sostener al pequeño cuerpo en pijama. Sentándose, Morgan dejó al cachorro frente a él, recostándolo sobre su espalda en la cama. —¿Cómo está este pañal? —preguntó elevando ambas piernas del cachorro y tirando de un borde para revisarlo—. No lo veo sucio, pero los chicos ya me advirtieron que el no ver nada café no significa que está limpio —suspiró. Bajando las piernas de su hijo, que era una pequeña copia suya cuando era un cachorro con esos rizos locos y ojos miel, Morgan abrió el cajón de la mesita de noche al costado de su cama y sacó unas toallitas húmedas y un pañal nuevo y limpio. Cosas, que tres meses antes no habían estado ahí y que aparecieron mágicamente con la llegada de Darío a su vida. Algo torpe ante la falta de práctica, Morgan le cambió el pañal a su hijo por uno limpio luego de deshacerse del sucio y limpiarle adecuadamente, siguiendo las instrucciones de sus amigos tal cual como estos le habían explicado. Tomando un cambio de ropa cualquiera, el alfa aprovechó de vestirle al verle tan tranquilo y luego hizo un rápido trabajo con lo suyo antes de que el cachorro cambiara de opinión. —Muy bien, chico galleta, veamos si podemos colocar algo de comida en nuestros estómagos antes de ir a trabajar con el tío Jagger —expresó acercándose a la cama. Sonriendo animado, mostrándole esos pequeños dientes leches, el pequeño se levantó en la cama y comenzó a saltar con sus brazos estirados hacia el alfa. —Zapatos, te faltan los zapatos —observó Morgan tras observar esos pequeños pies en calcetines saltar hacia él. Tomándolo entre sus brazos, el alfa apoyó su peso en una cadera como tantas veces había visto a Spencer hacer con su propio hijo para tener un brazo desocupado, y entonces buscó un par de zapatos antes de salir de la habitación. Dirigiéndose a la gran cocina que estaba en el centro para que todos en el segundo piso la pudiera ocupar libremente, Morgan sentó a su hijo en la barra de la isla y le colocó los zapatos. —Listo, ahora buscaré algo de comer —anunció retrocediendo un paso para observar satisfecho como había logrado vestir a su pequeño, cosa que había sido algo extremadamente difícil hacía un par de semanas atrás. —¡Gageta! —exclamo el pequeño, como si el alfa pudiera olvidarlo. —Lo sé, lo sé —le sonrió alejándose para buscar en el mueble más cercano, manteniendo un ojo en su hijo—. No te muevas —advirtió. El cachorro le sonrió con esa dulce inocencia en la cual ya había aprendido que no podía confiar, por lo que, tan pronto como abrió la primera puerta del mueble superior, volvió con su hijo, quien sin dudarlo se había levantado. —Lo sabía —se quejó Morgan, atrapando a su pequeño entre sus brazos—. Compañero, si vamos a trabajar juntos, necesito que me dejes confiar en ti —expresó observando ese rostro infantil. —¡Gageta! —exclamó, señalando el mueble que Morgan había abierto. Soltando un suspiro, el alfa volvió a este y tomó un frasco lleno de galletas con chispas de chocolate. Tan pronto como observó un nombre escrito en este, se detuvo. —Si, creo que no tendremos galletas esta mañana, campeón —expresó volviendo a dejarlas en el mueble. Por mucho que fuera una cocina donde todos tenían el derecho de utilizar cualquier ingrediente, una vez que a este le ponían nombre quedaba estrictamente fuera del alcance de los demás, esa era una regla no escrita que absolutamente todos respetaban. —Mi gageta... —pronunció el menor, haciendo pucheros. —Lo siento, campeón, pero esas son de otra persona —explicó alejándose hacia el refrigerador—. Mira, ¿por qué no mejor tomamos un vaso de leche de chocolate? —ofreció sacando la caja del supermercado. En respuesta, Darío siguió puchereando, observando fijamente el mueble donde yacían las galletas. —Tengo una mejor idea —anunció el alfa, sacando el vasito de su hijo con forma de oso que tenía una pajilla de goma para que no lastimara su boquita—. ¿Qué tal si le digo al tío Spencer cuando lleguemos a su casa que te prepare muchas galletas para ti solo? —ofreció, entregándole su botella con leche. —Gageta —murmuró simplemente su cachorro, tomando su botella entre sus manitos para tomar con un persistente puchero. —Demonios —se quejó Morgan ante la triste expresión decaída de su hijo. Observando a su alrededor, se aseguró de que no hubiera nadie antes de volver al mueble. Recuperando el frasco de vidrio, sacó solamente una galleta y se la entregó a su hijo antes de volver a guardar todo, eliminando cualquier evidencia de lo que había hecho. Cuando llegara al taller, subiría a la casa de sus amigos y entonces le pediría a Spencer que preparara muchas galletas, de esa forma confesaría su pecado, devolvería la galleta hurtada y guardaría las de su hijo. Observando esa dulce sonrisa infantil volver al rostro de su hijo al tener su galleta, Morgan rápidamente se preparó un simple sándwich y cogió una caja de leche pequeña antes de salir de la cocina con su cachorro en brazos. Bajando al primer piso, saludó a algunos compañeros que se encontraban ahí y observó con un pequeño suspiro a su hijo, quien inmediatamente se ocultó en su cuello ante la presencia de más personas. No sabía si Darío era así desde antes de que apareciera en su vida o se volvió de esa forma producto del frío abandono de su madre, incluso con él tardó un par de días antes de que se abriera y comenzara a soltar algunas palabras y mostrarse más confiado, pero al tratar con los demás era un asunto completamente diferente. Incluso con Spencer y Taylor su hijo seguía mostrándose tímido, y ante la presencia de Jagger y Boris no era mucho mejor, ya que esos dos realmente intimidaban aún sin intención. Cruzando la calle, luego de asegurarse de que no había ningún vehículo cerca, los labios de Morgan se torcieron al contemplar que las puertas del taller mecánico se encontraban abiertas y la actividad ya había comenzado en el interior. —De acuerdo, cualquier cosa, es tu culpa —anunció, observando a su hijo quien comía su galleta sin entender mucho. Tomando una profunda respiración, el alfa entró e inmediatamente detectó a Jagger trabajando en una motocicleta. Tan silencioso como pudo, Morgan se internó, queriendo dejar a su hijo en el mismo rincón de siempre que se había transformado en su esquina de juegos, en lo que esperaba que terminara de trabajar. —De acuerdo, sé un buen chico como siempre y espera a papi aquí —pidió, sentando a su hijo en el suelo sobre una alfombra de goma. —Creo que es momento de hablar —anunció una voz a su espalda que instintivamente le sacó una mueca a Morgan. —Sé que llegué tarde otra vez, pero realmente tengo una buena excusa —argumentó girando para enfrentar a su amigo, solo que Jagger no se encontraba solo esperándole, sino que también estaban presentes los demás—. Hey, ¿reunión familiar? —preguntó sonriendo. —Será mejor que subamos a hablar —anunció Spencer—. ¿Si desayunaste antes de venir? —preguntó. —Eh... ¿Si digo que no me preparas algo y le harás galletas con chispas de chocolate a Darío? —indagó. —Te dije que se levantó y vino rápidamente —resopló Ty, cargando a una pequeña entre sus brazos. —De acuerdo, prepararé algo entonces —asintió Spencer—. ¿Quieres venir con nosotros arriba, pequeño? —preguntó observando a Darío, pero este se mantuvo en silencio, intentando aferrarse a la pierna de Morgan. —Vamos arriba —anunció Boris, con la otra pequeña entre sus brazos. Observando a sus amigos dirigirse al segundo piso, sin darle más opciones, Morgan se agachó para tomar nuevamente a su hijo y les siguió. Tan pronto como entró a la casa de Jagger, se quejó ante el delicioso aroma que invadía toda la casa. —Quiero un poco de lo que sea que estés preparando —pidió. —Te daré tan pronto como esté listo —indicó Spencer—. Por ahora solo tengo las galletas —anunció. —¿Por qué no vienes con nosotros a comer muchas galletas? —ofreció Ty, observando con una pequeña sonrisa al cachorro en brazos de Morgan. —Estaré justo aquí, pequeño, ve y come tranquilo —aseguró dejándolo en el suelo. Pero cuando intentó tomar asiento en los sofás, su hijo le siguió en silencio, por lo que Morgan simplemente lo tomó y le sentó en su regazo. —Bien, ¿de qué desean hablar? —preguntó, observando tanto a Boris como Jagger tomar asiento frente a él. —Eres un completo desastre —anunció Boris, sin tacto alguno. —Gracias, pero ya estaba al tanto de ello —comentó Morgan. —No, no creo que estés realmente al tanto —indicó Jagger—. No estás durmiendo correctamente, tampoco te alimentas de forma adecuada, no estás trabajando bien y lo que te afecta a ti, lo hace en tu hijo —expresó. —Solo estamos acostumbrándonos al otro, a buscar el ritmo perfecto para ambos —excusó. —Pero ¿cuánto tiempo vas a tardar en eso? Que no ves que incluso la rutina que tiene tu hijo en este momento no es sana para él —cuestionó Boris. —Lo sé, lo sé —suspiró y observó a su pequeño en su regazo—. Pero solo necesitamos un poco más de tiempo —aseguró—. Ya he logrado acercarme tanto con él, que con un poco más de tiempo y paciencia, nos entenderemos perfectamente y tendremos una rutina donde todos ganemos —prometió. —Lo que estás haciendo está mal, y es peor para tu cachorro —indicó Ty, dejando un plato lleno de galletas en la mesita de centro—. Un niño debe de tener una rutina firme, con sus horas de dormir de forma adecuada, al igual que sus comidas —expresó—. Y no le estás dando eso, lo que a su vez, también te está afectando. —No es tan malo —resopló Morgan, tomando un par de galletas para su hijo, quien las recibió felizmente en silencio. —Precisamente porque lo es, que decidimos juntarnos todos aquí —indicó Boris—. Necesitas hacer un cabio ahora por el bien de ambos. —No lo dejaré al igual que su madre —advirtió, con sus brazos rodeando el pequeño cuerpo de su cachorro. —¿Qué clase de personas crees que somos? —se quejó Jagger—. Por supuesto que no te íbamos a pedir algo como eso —gruñó. —¿Y entonces? —preguntó, frunciendo sus cejas—. ¿Por qué es esto? —Es una charla por tu propio bien —expresó Spencer, volviendo con dos platos llenos de comida deliciosa para Morgan—. Hablando con los chicos, creemos que lo mejor para ti y el pequeño, sería que lo colocaras en una guardería durante el día, así como nosotros hacemos con nuestro cachorro —explicó. —La guardería a la que va Luke es buena —añadió Jagger—. Es un tiempo que también te ayudará a ti mismo para organizarte —comentó. —No puedo hacer eso —rechazó Morgan, cogiendo algo de comida. —¿Por qué? —cuestionó el pelirrojo alfa. —Porque no sería justo con Darío, podría hasta pensar que lo he abandonado como su madre, ¿no? —argumentó. —Solo lo cuidarán durante el día y en la tarde lo irás a buscar, ¿cómo podría creer en eso que lo abandonarías al igual que su tonta madre? —preguntó Ty con una ceja alzada. —No sabemos cómo es que trabaja la mente de un cachorro —le recordó—. Además, ya saben cómo es Darío, ¿realmente creen que estaría bien al dejarlo solo en un lugar desconocido con personas que no conoce? —cuestionó y su pequeño le observó al escuchar su nombre—. No es nada, campeón —le aseguró besando su frente. —Tienes un punto ahí —aceptó Spencer—. Pero si no haces algo ahora, más adelante solo será más difícil para él interactuar incluso con niños de la misma edad, apenas juega con mi pequeño Luke cuando están juntos —le recordó. —Deberías de pensar en la guardería, es una buena opción —aseguró Boris—. Te ayudará incluso a ti mismo —indicó—. En este momento parece que eres más sueño que persona, y ni siquiera Spencer y Jagger se vieron así con la llegada de su cachorro —expresó. —No lo sé, creo que aún es demasiado pronto para él pasar por ello —pronunció Morgan. —Al menos di que lo pensarás, ¿no? —indicó Taylor—. En ese lugar tu hijo tendría todos los cuidados que necesita en este momento, y tú podrías trabajar y descansar tranquilo al saber que estaría bien —argumentó. —Yo... Lo pensaré, ¿de acuerdo? —aceptó finalmente y los contrarios asintieron satisfechos. —Por cierto, galletas y leche de chocolate no es un buen desayuno para un niño de dos años —indicó Boris y Morgan suspiró. Por supuesto que lo sabía, pero si él no tenía talento en la cocinar y su hijo no deseaba comer otra cosa, ¿qué se suponía que debía de hacer?
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