Capítulo 2

2266 Words
Cuatro años después. Augusto vine con una sonrisa en el rostro y sin tocar abre la puerta y entra en la lujosa oficina. —Marcus ¿A que no adivinas que encontré en la hemeroteca?— dice sonriendo. El hombre corpulento que está sentado en el escritorio n***o que reluce de lo pulido que esta, lo mira con el rostro fruncido. —Si fuera adivino ya hubiera hecho lo que tengo años pensado hacer— dijo de malhumor. —Vaya, al parecer no estás de ánimos hoy— se dejó caer en la silla frente al escritorio— mira – le extendió un periódico viejo y amarillento. Marcus García mira al joven con furia. —¡Estoy muy ocupado tratando de arreglar estos malditos papeles y tu vienes a quitarme tiempo!— blasfemó el hombre molesto con su amigo y empleado. Marcus después de hablar se concentró en los papeles que tenía encima del escritorio. El joven resoplo y siguió extendiéndole el viejo periódico. —La encontré— dijo el joven. Al ver que él no le prestaba atención prosiguió— encontré a la hija del hombre que mató a Luciana. Marcus apretó la boca y sus ojos café claros brillaron con una intensidad que desconcertó al joven. —No me mientas otra vez— dijo con voz grave. —No te miento. La encontré por casualidad— dijo el joven cuando se levantó y se acercó a él para mostrarle la fotografía que había en el periódico— y solo para aclarar las cosas. La otra vez no te mentí solo que esa mujer después del escándalo sobre el matrimonio se perdió del mapa. Eso ya no es mi culpa. Llegamos tarde esa vez— se excusó el joven. Marcus tomó  el periódico y leyó vorazmente la noticia. Se trataba de un aviso. La empresa de Eri Sánchez anunciaba que daría capacitación a un sinnúmero de jóvenes sobre el uso adecuado de las maquinarias que ella vendía. —Podemos infiltrarnos— dijo el joven sacando a Marcus de sus negros pensamientos— así nos acercamos lo más que podamos y tu podrás tomar venganza. Marcus levantó los ojos y lo miró  en silencio. Llevaba años buscando a la hija del hombre que había matado a Luciana. Su hermosa y querida Luciana. Un ebrio que no pago por su delito. Odiaba todo lo que provenía de ese asesino. Odiaba a esa mujer, que era su hija. —¿Cómo podríamos infiltrarnos?— le preguntó  por curiosidad. Él ya tenía su propia forma, pero quería ver como pensaba su loco secretario. El hombre se levantó y se acomodó el saco de su traje. —Bueno el anuncio dice que va a dictar unos cursos  a los campesinos de la región de Salamina y de San Onofre nosotros nos podemos inscribir y recibir las clases…—sonrió en silencio y luego prosiguió— le saboteamos todas las actividades y la hacemos poner verde de la cólera. Marcus entrecerró los ojos al oír aquello que no se parecía en nada con lo que él pensaba ejecutar. Sonrió de medio lado antes de hablar. —¡Vaya que plan tan elaborado!— se burló del joven. El corpulento hombre se levantó y comenzó a rascar su barba de candado. Gesto que siempre hacia cuando pensaba en algo que le interesaba demasiado. —Voy a ir y la enfrentaré y la demandaré para que pague ella por el delito del borracho de su padre— dijo cortante. El joven suspiro y elevo los hombros rendido. —Bueno o puedes ir a su oficina y demandarla para que pague— dijo con aburrimiento. Marcus miro a su asistente. —Gracias, eres muy eficiente— se pasó la mano por la cabeza— llama a Eliza y cancela la cena de esta noche. Necesito pensar. Esta misma tarde voy a ir donde esa mujer. No veo la hora de acabar con ella. Augusto Aguilar salió de la oficina muy feliz por haber conseguido esa información. Él llevaba años buscando a esa mujer y hasta que por fin lograría sacar todo ese veneno que llevaba en el alma.  Marcus era como un hermano para él y por eso lo secundaba en todo lo que podía. Marcus miraba la noticia. Sus pensamientos giraban a mil por horas y varios recuerdos que lo atormentaban llegaron a su mente. Luciana era joven y vivaz, y su adorada hija de dos años cuando el auto de Mauricio Sánchez embistió su auto donde iba él y su hermosa familia. Lo que no le perdonaba era que se hubiera dado a la fuga y dejándolos ahí solos en medio de la carretera. Si hubiera ayudado su esposa aun estaría con vida y su adorada hija. Marcus arrugó el papel. No había foto de la mujer. Él había sufrido y la haría pagar a ella por ese cobarde que tenía por padre. Rápidamente guardo los documentos, no podía esperar más para hacer lo que tanto tiempo había deseado hacer. Vengarse. Subió a su auto y le indico a su chófer la dirección en cuestión. El viaje fue muy corto. Marcus bajo el auto carísimo y con pasos seguro se encamino al piso que debía ir. Se detuvo frente a la puerta del ascensor y una chica que venía con unos refrescos al momento de salir su tacón se introdujo en una abertura haciéndola caer sobre el mal encarado hombre que estaba frente a ella. —¡Lo siento!— exclamó la joven roja por la vergüenza— lamento mucho mi torpeza. Marcus apretó la boca para contener su ira. —No hay problema— dijo cortante y muy malhumorado. —Yo pago la tintorería— dijo la joven a manera de disculpa. El rostro del hombre le decía lo furioso que estaba. —Ya dije que no hay problema— dijo aún más cortante. Marcus se giró y volvió al auto donde lo esperaba su chófer que al verlo rápidamente le abrió el baúl. —Dame por favor otra camisa— dijo Marcus furioso. —Señor solo tiene dos suéteres. Las camisas aun no las han traído— dijo el chófer. —¡Maldita sea!— blasfemó furioso Marcus— dame una de esas. Rápidamente en la calle cambio su camisa sucia por un suéter limpio. —Nos vemos. No te vayas a ir no me voy a demorar— dijo Marcus y volvió al ascensor. Al momento de llegar a la oficina que se encontraba en el piso veinte llegó a una oficina muy sencilla con puertas de cristales. —Buenas tardes— dijo él educadamente— la señorita Sánchez. La joven que atendía estaba tan ofuscada por las llamadas que ingresaban en el momento. —Lo siento señor, pero hay tantos inscritos para los cursos que estoy muy abrumada por el jaleo— dijo la joven rápidamente— por favor siga que ella lo está esperando. Él arqueó una ceja ante aquella declaración y sonriendo se encamino a la puerta que le indicaban. Toco y al oír que siguiera él prosiguió. —Buenas tarde— su voz era grave y profunda. Ella estaba de espalda y al oírlo sintió un escalofrío por todo el cuerpo. Se mantuvo firme y de espalda para no verlo. Él miraba la figura de la mujer. Estaba de espalda y aprecio su bien contornadas cintura y redondeadas caderas. Sonrió al verla tan pequeña comparada con él. Tenía una blusa blanca y una ajustada falda que dejaba ver unas bien torneadas pantorrillas, y calzaba unos zapatos muy altos. Y aun así se veía muy pequeña. Tenía los cabellos recogidos en una gran moño alto y la cabellera caía sobre su cintura al parecer tenía el cabello muy largo. —¿Señorita Sánchez?— pregunto él. Ella no se giró para verlo. Ella miraba a través de una gran ventana de cristal que daba a una de las calles del poblado. —Por favor siéntese. ¿Sabe mecanografía?— preguntó ella después de una rato. Él frunció las cejas ante aquella pregunta. —Si— dijo y guardo silencio. —¿Sabe redacción? No estoy acostumbrada a tener asistentes varones pero por hacer ese favor le voy a dar la oportunidad — dijo ella cortante. —¿Me va a dar una oportunidad?— repitió él y rio. Esa mujer era su mayor enemiga y le iba a dar una oportunidad para… Todos los pensamientos de él se fueron al carajo cuando la vio a los ojos. Ahí delante de él había una mujer con el rostro más aterciopelado que podía haber visto. El cual lo tenía limpio de maquillaje. Unos ojos negros bordeados por pestañas muy largas. Una boca sensual que al verlo ella humedeció los labios con un gesto muy sensual que lo puso caliente de solo verla. Ella parpadeo al verlo, se descolocó jamás imagino que su nuevo asistente fuera tan atractivo. —Mire….—dijo ella y lo miro. Se puso nerviosa, delante de ella se encontraba el hombre más alto que ella jamás hubiese visto. Tenía el cabello corto y era castaño claro, parecía casi rubio, unos ojos café claros y su rostro lo rodeaba una barba tipo candado dándole un apariencia de hombre de éxito y no un simple asistente. Estaba soberbiamente vestido y su ropa era cara. La verdad que no parecía un hombre pobre buscando una oportunidad de trabajo. —Marcus— le dijo al ver que ella quería saber su nombre— Marcus García – dijo sin apartar los ojos del rostro de la mujer, que lo tenía fascinado. —Mire Marcus – prosiguió ella más nerviosa. La mirada de él era muy masculina y parecía como si quisiera devorarla y peor aún ella así también lo deseaba— Solo será por unos pocos días…Marta, mi secretaria vendrá pronto, cuando solucione lo de su padre— ella suspiró nerviosa— así que si le parece bien podrá quedarse conmigo por unos días. Marcus estaba impresionado con la mujer que tenía frente a él. Se tomaría unos días y mejoraría su venganza. Trabajaría con ella unos días, no tenía ningún problema con ser su empleado y que ella fuera su jefa. —No hay ningún problema— dijo con voz aún más grave por el deseo— me haré cargo de todas sus necesidades— le sonrió y le extendió la mano— será un placer trabajar con usted. Ella después de estrecharle la mano la retiro rápidamente de él y carraspeó la garganta para poder disimular su excitación. —Bueno si es posible podríamos empezar ahora mismo— dijo ella y le entrego un cartapacio de papeles –Estos son los maestros que debemos contratar, ellos deberán trabajar conmigo— le explicó— yo también voy a dictar algunas clases— se rasco la nuca— esto en muy abrumador…me han estado saboteando unos equipos y hacerme parecer como si no supiera lo que estoy haciendo. Él la miro con curiosidad. —¿Saboteos?— dijo pensativos – ¿Ya los denunció?— le pregunto. —Sí, pero la policía no dice nada en concreto que solo hay que esperar. Mientras mis campesinos siguen padeciendo y las maquinarias que yo les abastezco son dañadas a propósitos. Él la miro muy serio. —¿Tiene enemigos? – preguntó él  de repente. Ella lo miro y sus ojos brillaron y sonrió con gran tristeza. —Bueno como es sabido en toda Salamina yo ridiculice a mi prometido hace seis años atrás frente al altar…tal vez él sea ese enemigo…además…—ella guardo silencio abruptamente. Él arqueó la ceja con curiosidad. —Tiene otro enemigo— él prosiguió al ver que ella evitó seguir hablando — debemos saber todo para poder trabajar en la investigación ¿No cree? Ella camino y se acercó bastante a él y le sonrió cuando estuvo al frente. Esa sonrisa impacto nuevamente a Marcus y le respondió a la sonrisa de ella. —Dejemos que la policía haga su trabajo— dijo ella — por lo pronto vamos a trabajar nosotros con referente a las clases y a la creación de nuevos empleos. —¡Como usted diga, jefa!— dijo Marcus con un dejó de burla. Marcus salió de la oficina con una nueva idea para su venganza. Sonrió ante aquella idea descabellada. Saco su celular y marco al chófer que lo esperaba en la salida del edificio. —Miguel, vete – dijo cortante. —Señor ¿Todo está bien?— dijo el hombre preocupado por su jefe. —Tranquilo, pero está al pendiente del teléfono si llego a necesitar ayuda te llamaré. Después de despedirse del chofer llamo a su asistente. —Augusto, presta mucha atención – dijo al joven— necesito ropa menos llamativa y casual para trabajar. El joven rio al oírlo. —Disculpa. Para trabajar siempre lo has hecho con traje de tres piezas…. – respondió el joven que no entendía las ordenes. —Escucha bien— interrumpió Marcus molesto— no tengo tiempo. Me voy ausentar del bufete por unos días y tú me tendrás informado de todo lo que pase allá. Serás mis oídos y mis ojos. —Mire jefe, la verdad es que no te entiendo. Haré lo que me pides. ¿Encontraste a la mujercita?— le preguntó con curiosidad. —Si la encontré y también la forma de destruirla— sonrió Marcus al pensar una de las tantas formas para destruirla — no me llames yo te llamaré. ¿Entendido?
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