Capítulo 2: Una mujer ofuscada no debería oír consejos de su hermana

1866 Words
Leo la hora en mi reloj de muñeca y mi espectacular hermana menor no llega. Ya lleva una hora de retraso. Sé que es sábado, pero tengo trabajo de casa por hacer, en la comodidad de mi hogar y no en un sitio público con tantos hombres atractivos. ¿Es que había una audición para modelos en las cercanías y no estoy por enterada? ¿O es que estás tan cachonda que ves a cualquiera con pene atractivo? Sin pene también, la pelirroja de la otra mesa tiene… ya basta Olivia. Por favor. Así que me levantó cerrando la computadora, pero las cabezas que se voltean con poco disimulo a ver a una mujer entrando, me detienen. No me sorprende que sea el centro de atención. La mujer tiene el cabello teñido de azul eléctrico, es largo del lado izquierdo pero está rapado del lado derecho. Lleva un minúsculo vestido a rayas negras y blancas en compañía de botas hasta la rodilla de tacón puntiagudo. Todos deben estar pensando que está buenísima, y deseando que se le suba el vestido un centímetro más para ver sus nalgas, pero yo no salgo de mi horror, porque esos ojos azules son iguales a los míos. Y ese rostro es igual al mío. Y esa estatura sería igual a la mía sin esas botas de stripper. Y no es una coincidencia, porque eso de parecerte a tu hermana de madre y padre que tiene apenas un año menos que tú, es lo normal. Genética se le llama. ─   ¡Hermanaaaaa! – la mujer de pelo azul que apenas estoy procesando es mi hermana me abraza con euforia y yo no puedo salir de mi shock – ¡Tenía taaaanto sin verteeeee! ─   Y yo a ti cómo es evidente – me separo de ella y la tomo por los brazos para observarla – ¿qué diablos te pasó Alba? Alba me mira con inocencia como si no supiera de qué le hablo. Y yo no paro de horrorizarme cada vez más al notar esos pequeños detalles en ella. Tiene un piercing en la ceja, otro en la nariz; bajo la vista a sus pechos y parecen operados… operados. Intento hablar pero solo balbuceo y ella me hace sentarme, también ella lo hace a mi lado. ─   Mejor sentémonos antes de que te dé un patatus hermana. Me hice un cambio de look en este año sabático que me tome por Asia. ─   ¿Sabías que los cambios de look no tenían que transformarte en otra persona? – alcanzó a decir… su nariz… por Dios también se la opero. Ella se la toca porque se da cuenta. ─   No es operación solo es una Rinomodelación, sin quirófanos – pero su sonrisa se apaga y me muestra una mueca de fastidio – para tener tantos tatuajes en los brazos, me miras como una de las monjas de nuestro colegio católico Olivia. Me veo como tú más que nunca. No y no mil veces. Lo explicaré con detenimiento, ciertamente tengo tatuajes. Tres para ser más específicos. En mi brazo izquierdo del lado interno tengo una golondrina, en el antebrazo, la cabeza de un león. Mientras que en mi antebrazo derecho del lado externo, un grupo de flores. Pero del resto, mi cabello de corte Bob marrón no se compara en nada con su cabellera estridente. Mi top n***o con pantalones holgados y botines, tampoco con su mini mini vestido con esas plataformas. Puede que una vez superado el impacto de ver a una mujer bonita con ropa ceñida, no haya mucho más qué ver. No es como si estuviera desnuda o unos cuantos piercing fuesen la gran cosa. Pero el problema era que mi hermana Alba, siempre fue muy recatada. Nunca se había teñido el cabello o imaginado una cirugía estética, porque al natural era mejor. Siempre se vestía con ropa una talla más grande que la que le correspondía, porque la comodidad iba ante todo, y en definitiva ese maldito del ex esposo había sido el responsable de todo esto. ─   ¿Estás cómoda de esta forma Alba? – digo tomando su mano – sé que los divorcios son difíciles y más en las condiciones que se dieron, pero no tienes que dejar de ser tú para estar bien contigo misma. ─   Ay hermana sabía que me saldrías con uno de tus sermones. Pero déjame decirte que mi cambio de imagen es una catarsis, la catarsis de mi liberación. ─   No sabía que las catarsis se hacían a escondidas de tu familia Alba. ─   Se hacen así cuando tendrán la reacción que me demuestras. Este año fue una exploración hacia mi vida. Hacia mi nuevo ser y este es el resultado. ¿No me veo divina? ─   Para trabajar en las plazas de madrugada – suspiro y Alba me golpea el brazo con molestia falsa. Ambas comenzamos a reír – Espero que no te aparezcas frente a Tata así. ─   Me pondré un cuello tortuga cuando la visitemos. Tú tranquila. Y tenías razón, este viaje me lo merecía hermana. Gracias por ayudarme con ello. Ella me mira con agradecimiento, y yo no puedo evitar abrazarla con fuerza. Alba ha pasado mucho los últimos tres años de su vida. Ella se había casado con un novio de unos dos años cuando cumplió los 26. A nuestra abuela Tata, nuestra madre y a mí nos parecía un buen hombre, algo mayor para ella pero qué íbamos a hacer. Hasta que Alba en el primer año de matrimonio cambio radicalmente. Siempre se veía apagada y temerosa, cuando era alegre; dejó de ir a nuestras reuniones familiares, cuando las cuatro habíamos sido inseparables. Pero la señal de alarma más fuerte fue cuando llegamos de sorpresa a su casa, y escuchamos los gritos y sonidos de objetos rompiéndose. Al tocar el timbre y abrirnos el futuro difunto apestando a alcohol, y a Alba en el fondo tirada cubriéndose el rostro, mi madre fue la primera en abalanzársele encima al desgraciado, yo le seguí. Se hizo un escándalo en todo el vecindario, hasta un policía llegó, nos dijo que nos comportáramos, que la violencia doméstica se soluciona con una denuncia al agresor, y se quedó mirando a mi hermana Alba. Como ocurre con muchas mujeres maltratadas, Alba planeaba decir que su ojo morado era un accidente, hasta que Tata le dio un manotazo tan fuerte en la espalda, que el policía dudo si llevársela a ella por igual. Y como hizo Tata cuando me salvó de la bulimia, también arrastró a Alba hacia la comisaria. La denuncia se hizo. El divorcio aconteció. Y sorprendentemente, el sistema judicial funcionó a favor de Alba, pudo quedarse con la casa del matrimonio a pesar de no tener hijos en común. Ella la vendió y con parte de ese dinero se fue a su año sabático. Supongo que otra parte fue a sus retoques. ─   ¿Y qué más me cuentas? ¿Bangkok era todo lo que soñabas? – me separo y le preguntó animada. Ahora estoy llena de curiosidad por saber qué tanto hizo esta nueva Alba. ─   Y mucho más. Pero he de confesar que mi atracción favorita fue … bueno no sé si decidirme por Soi Cowboy, Patpong o Nana Plaza. ─   ¿Qué son esos? ¿Restaurantes? ¿Clubes? ─   ¡No tonta! Barrios rojos. ─   ¿Barrios rojos? ¿Cómo en los que hay prostíbulos? ¿Cómo el de Amsterdam? – trato de reír porque mi inocente Alba no podía estar allí ¿no? ─   ¡No los que están decorados con rojo y puedes llevar a los niños hasta las 12 del mediodía! ¡Obvio que sí Olivia! ¿Para qué iría a la capital del turismo s****l en el continente asiático? ─   Pero… solo ¿para conocer no? No es como si hayas… usado servicios – cuestiono asustada. ─   No diré todo lo que hice, pero lo único que te puedo asegurar es que no veré al Ping Pong de la misma manera – me guiñe el ojo y algo me dice que se trata de una sexualización del Ping Pong… no sé cómo, probablemente involucre mujeres desnudas, siempre lo hace. ─   Te mereces una estrellita por tu mala conducta – niego en una sonrisa de te has vuelto loca. ─   ¿Y tú por tu mala conducta también no? – se me acerca confidente y cuestiona en tono bajo – ¿Cómo se sintió perderla a los 29 años? Mi hermana junto con mi ginecóloga de toda la vida son las únicas personas que saben esto de que soy virgen. Pero yo no tuve un detonante para la revolución s****l este último año hermanita. ─   Pues… nunca lo sabré porque ya llegue a los 30 y la sigo teniendo – digo como si no fuese insegura pero la cara de horror de mi hermana, me hace parecer insegura. ─   ¡Por Dios Olivia! ¿Vas a esperar a los 40? – me susurra con preocupación. ─   ¿Y qué hago si no ha llegado el indicado? Altos estándares se le llaman – contesto en un susurro también. ─   Qué altos estándares ni que nada, mentirosa. Yo te conozco, metete en la cabeza que estás buenísima. Tienes un cuerpo duro por todas partes, eres copa C natural, perra por cierto, y además tienes un coño apretadito de jovencita. ─   ¡Alba por favor! ─   ¡Por favor nada! ¡Cualquier imbécil llegaría al cielo quitándote la virginidad! ¡Hasta hay hombres que pagan por eso! – me sigue susurrando. ─   ¡Me voy a quedar paralizada cuando llegue la hora! ─   ¡Eres mujer! ¡Si se te pega la ganas, te acuestas boca arriba con las piernas abiertas, te haces literal la muerta y puedes dejar de ser virgen! ¡No tiene ciencia! ─   ¿Cuándo vas a entender que no puedo? – y con esto, el tono chistoso de la conversación descendió y Alba me ve con preocupación – odio mi cuerpo Alba. Me avergüenza fracasar en este aspecto, yo no fracaso, yo triunfo, como en mis estudios, como en mi trabajo, como en mi peso. ─   Exacto hermana. Eso lo es todo. Eres excelente en todo. El sexo es lo más básico del mundo en serio. Es instinto. Por lo que creo que todo esto es por los bloqueos que tienes hacia tu primera vez. Cuando ocurra y veas como cualquier hombre o… ¿o es que te gustan las mujeres? – me ve con picardía. ─   Hombres Alba – digo en una sonrisa contenida. ─   No era una broma. Yo también creía que no con las mujeres pero después de hacer ese trio con- ─   ¿Podrías no hablarme todavía de tus experiencias sexuales siendo yo… virgen? No sé quizás me hacen sentir peor conmigo misma. ─   Perfecto. Te tengo la solución – me sonríe otra vez como si fuera una mujer de negocios – ¿qué pasa si en lugar de que te paguen para entregar la virginidad, tú pagas para que te la quiten? Sí, ya lo había confirmado. Alba se volvió loca en ese viaje por Tailandia. 
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