Capítulo 25: Un Nuevo Secreto

1307 Words
Luego de unos minutos, Gabriela se encontraba en el baño limpiándose. La vi salir mientras se acomodaba el uniforme. Me dio una mirada rápida antes de morderse el labio. —Si supieras lo guapa que te ves recién cogida, entenderías por qué te vuelves un vicio, Alaia —soltó una risa divertida. Se acercó a mí y me dio un beso rápido antes de sentarse a mi lado. —Créeme que tengo una idea del impacto que causo —sonreí con una mezcla de arrogancia y diversión. Ella soltó una risa. —Y bien, ¿de qué quiere hablar la señorita? —hizo una reverencia. Solté una carcajada al verla. —Quería saber cómo es todo aquí, es decir, cómo se maneja la mansión —la miré mientras ella se acomodaba mejor. —¿Por dónde quieres empezar? La verdad, en la mansión tenemos muchas reglas para que todo fluya perfectamente, tal como le gusta a los jefes. —Qué tal si me dices las más importantes —susurré con una sonrisa que ella me devolvió. —Pues creo que la principal de todas es que nada de lo que se vea o se escuche en la mansión puede salir de aquí. Todos tenemos que guardar completa discreción. —Entiendo perfectamente. ¿Y eso es con absolutamente todo y todos? —Sí, señorita. Es más, cuando los señores van a tener visitas, solo quedan dos de las empleadas más antiguas para atender a los señores. Una de ellas es mi madre, aun así yo no sé nada de lo que pasa, porque como le dije, tienen que guardar aún más discreción de lo normal. —Comprendo. ¿Y por qué hay tantos guardias? Entiendo que la seguridad sea primordial, pero siento que en estos últimos dos días hay más cantidad. —Eso es porque en unos días no sé exactamente cuándo los señores tendrán una visita. Realmente no me preguntes quién es, porque no lo sé —susurró ella mirando fijamente. Mi corazón dio un brinco en mi pecho. *¿En unos días?* Mis pensamientos volaron al Señor Márquez. Él tiene que ser la visita, estoy casi segura. —Está bien, entiendo, Gabi —sonreí levemente—. Creo que Valentina ya se fue, aprovecha de ir a hacer tus cosas antes de que sospechen. —Claro, Alaia, gracias por lo de hoy, fue fascinante —me dio una sonrisa antes de plantarme un beso. Al separarse, sonrió nuevamente—. ¿Nos vemos luego? Yo solo le di una sonrisa y asentí. Ella se marchó con el cesto de la ropa sucia. Suspiré, me paré de la cama y caminé por la habitación tratando de atar todos los cabos sueltos. Todo era un maldito misterio. ¿Por qué había tantos secretos en esta familia? Me sentía como si fuera un peón en un juego de ajedrez donde nadie quería decirme las reglas. Definitivamente esto no era normal, y ahora que lo pienso, realmente nada en esta mansión es normal. Mi mente voló de nuevo al túnel. Si mi suposición era cierta, debía encontrar la entrada que debería de estar en mi habitación. Me puse a buscarlo por todos lados. No había nada. La pared estaba perfectamente lisa, el piso sin imperfecciones, el armario del baño sin dobleces. Busqué en absolutamente todas partes y no encontré nada; solo me faltaba revisar el vestidor. Empecé a revisar todo el vestidor, las paredes detrás de la ropa, busqué en absolutamente todas partes. Solté un suspiro de frustración, estaba a punto de rendirme cuando algo muy pequeño que estaba justo en la pared frente a mí llamó mi atención. Era casi imperceptible a la vista, estaba justo en la esquina de la pared, era como un pequeño cuadrado. Lo toqué y escuché un pequeño clic. La pared de madera del vestidor se abrió, dejando ver una pequeña puerta. Festejé mentalmente, estaba a punto de ingresar al túnel cuando los gritos de Valentina en mi habitación me hicieron retroceder y salir furiosa del vestidor. —¡Alaia Rubí, sal de donde estés, necesitamos hablar! —gritó ella dando vueltas en la habitación. Salí del vestidor, cerrando la puerta de un portazo, me crucé de brazos y la miré fijamente, con los ojos ardiendo de furia. —¿Qué quieres, Valentina? ¿Por qué entraste a mi habitación sin mi consentimiento? —dije con calma. No me voy a estresar, no voy a gritar, respiré tratando de controlarme. Que se joda ella. —Necesito hablar contigo, y tú no me quisiste abrir la puerta —soltó ella enojada, con la voz elevada. —Tal vez porque no quiero hablar contigo. Además, eso no te da el derecho de entrar a mi cuarto haciendo semejante escándalo. —Ya deja de cambiarme el tema —soltó pasándose las manos por el cabello—. ¿Acaso estás loca? ¿Por qué diablos hiciste ese espectáculo en la calle? —Ya te dije que me estaba protegiendo de ese imbécil, Valentina, y ya no pienso seguir discutiendo este tema contigo —sentencié con calma pero con la voz firme. —Oh, claro que lo tenemos que hablar. No es correcto lo que hiciste, Alaia, tú no eres una asesina —soltó con frustración. Solté una risa sarcástica—. Oh, claro que lo soy. ¿No viste cómo asesiné a ese tipo en medio de la calle? Tengo más cojones que tú para defenderme, y adivina qué, para nuestro padre estuvo perfecto que me defendiera. —Entiende que te estás metiendo en problemas, Alaia. Yo solo quiero lo mejor para ti, te quiero proteger —dijo con desesperación. —Ya lo dije, no necesito que nadie me proteja. Yo me sé cuidar sola, Valentina, siempre lo he hecho y mira qué bien me ha ido —mi voz seria sonó fuerte con un toque de sarcasmo—. Ahora te pido de favor, lárgate de mi cuarto y no te metas en mi vida a menos que me quieras contar la verdad. Deja de echarme mierda en la cara —solté esto último con brusquedad, apuntando hacia la puerta de mi habitación. —Alaia, no puedes hacer esto, por favor, escúchame, yo solo quiero protegerte —susurró tratando de tocarme. Yo me aparté. —Lo único que estás logrando es que me aleje de ti, Valentina. Si de verdad me quieres proteger, no me ocultes cosas. La verdad sale tarde o temprano y yo estoy dispuesta a hacer lo que sea para averiguarla. —Alaia... —susurró. —Lárgate ya. No me hagas perder la paciencia. No quiero hablar contigo, es más, no lo voy a hacer hasta que me cuentes la verdad —solté un suspiro con frustración. Valentina intentó tocarme otra vez y yo me aparté. —¡Que te largues, te dije! —grité ya sin paciencia. En ese momento, nuestro padre se paró en la puerta de mi habitación, la cual estaba abierta por cortesía de mi hermana. —Tu hermana te está pidiendo que te vayas, Valentina. Retírate. Ya te dije que no debías molestarla —soltó mi padre con seriedad. Valentina le dio una mirada llena de odio y enojo. —No te metas, Isidro —susurró entre dientes. —Adivina qué, sí me meto. Es MI hija —recalcó con énfasis—, y tú también. Ahora, vamos, deja a tu hermana en paz, a menos, claro, que quieras seguir alejándola de ti —dijo esto último con sorna—. Al parecer, eso sí sabes hacerlo muy bien. Nuestro padre dio media vuelta y salió de la habitación. Valentina quedó paralizada en su sitio antes de dar media vuelta, salió gritando hecha una furia el nombre de nuestro padre. ¿Qué había pasado aquí? Solté un suspiro y cerré la puerta de mi habitación con llave.
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