Bajamos un piso en el ascensor. Quedamos en un espacio amplio y lujoso, alrededor están los ventanales, hay un área de espera, el escritorio de su secretaria y luego la puerta que da a su oficina. Él entra, a su oficina, es un espacio grande, mucho más grande y lujosa que la mía, él toma asiento en la silla tras su escritorio y me mira fijamente, como si esperara que yo hable primero.
— Por lo menos cumpliste lo que te pedí —digo con un suspiro, procesando lo que acaba de pasar para poder empezar con mis reclamos.
— Habíamos quedado que para el mundo de los negocios serías Luna, ¿o no, Alaia? —dice con voz seria, yo asiento antes de poner mi rostro sin expresión y fijar mi vista en sus ojos.
— ¿Por qué me pusiste como vicepresidenta del departamento comercial? —siseo, cruzándome de brazos.
— Te puse ese cargo porque es en el que estoy seguro te vas a desenvolver mejor, Alaia. Eres muy buena persuadiendo a las personas, y con tu ayuda estoy seguro de que podremos cerrar muchos tratos multimillonarios —dice con orgullo.
— ¿Qué estás insinuando, Isidro? —digo con la voz filosa. El rostro de él se pone tenso, su voz sale más rápida.
— Estoy insinuando que así como lograste conseguir la sociedad con los Márquez, tienes que hacerlo con más personas, mi cielo, todo por el bienestar de la empresa familiar.
Achico los ojos y levanto una de mis cejas— ¿Quieres que seduzca a cualquiera con tal de conseguirte cerrar negocios?
— Quiero que hagas lo que tengas que hacer para que eso suceda. Estoy seguro de que no vas a tener que llegar a meterte con ellos para conseguir lo que quieres.
— Si quieres que te ayude, vas a tener que confiar en mí, no me ocultes cosas, tómame como tu mejor aliada, padre —digo con seriedad. Sus ojos escanean mi rostro buscando algo que al parecer no encuentran, como si en mi rostro pudiera hallar la verdad tras mis palabras.
— Así será, Alaia, pero vamos a mi paso, no al tuyo. Demuéstrame qué tanto puedo confiar en ti, y qué tan buena aliada podrás ser.
— Otra cosa, ¿por qué dijiste que soy la heredera de la empresa? ¿Dónde queda Valentina en todo esto?
— Esa es una decisión que no pienso discutir ni contigo ni con nadie. Yo sé lo que hago y por qué lo hago —sentencia.
— Claro, ¿porque tú eres el que manda, no, padre? Eso se va a acabar, porque yo seré mil veces mejor que tú, y el título de heredera me lo voy a ganar a pulso —siseo con prepotencia en forma de advertencia.
Él sonríe con orgullo— Eso espero, Alaia, espero no me decepciones, no como lo han hecho todos. Ya que quieres ganar tu puesto, es hora de que empieces a trabajar.
Doy un asentimiento esperando que continúe hablando. En su lugar, me estira sobre el escritorio una carpeta.
— Ábrela —dice, recostando su cuerpo por completo en la silla— Allí está toda la información de Brando Juárez, el encargado de abastecer mercancía en varias empresas importantes de México. Necesito que logres una reunión con él, no me interesa si tienes que viajar a México, pero sí o sí tienes que garantizar ese trato.
Ojeo los documentos en la carpeta, veo una foto. El tipo es guapo, no es la cosa más asombrosa del mundo, pero tiene lo suyo. La edad en ese papel me deja sorprendida.
— ¿Veinte años y ya es encargado de abastecer México? —digo levantando una de mis cejas.
— Tiene conexiones al igual que tú. Nadie sabe de quién es familia, solo se sabe que es de alguien muy influyente.
— ¿Qué tan rápido necesitas que se firme ese trato? —digo con un plan maquinando en mi mente mientras leo cada una de las especificaciones de Brando, sus gustos, lugares a los que frecuenta.
— Tómate tu tiempo, pero no tanto como para que cierre negocio con alguna otra empresa.
Sonrío con superioridad— Ya tengo un plan —suelto para luego levantar la vista hacia él. La cara de él es un poema.
— Cuéntame qué se te ocurrió.
— Nadie me conoce, ¿cierto? Nadie más que tus trabajadores y los Márquez saben que soy tu hija, ¿o me equivoco?
— No, no te equivocas, pero ya déjate de rodeos y cuéntame qué estás planeando.
— Un mago no revela sus secretos. Tú, organízame un viaje para México, y coordina la reunión con él en dos meses. Los resultados te los enseñaré yo misma.
— Bien, voy a llamar a tu asistente para que tú misma coordines lo del viaje con ella.
— No, gracias, prefiero hacerlo todo yo sola, o por lo menos lo que respecta a este tipo de cosas.
— Sabes que, aunque viajes, tendrás que hacerte cargo de las cosas de la empresa que conciernen al área donde te acabo de nombrar vicepresidenta.
— Soy consciente, pero también sé que para eso existe el director general de esa área, padre. De todas maneras, soy capaz de hacerme cargo de eso desde donde sea que esté.
Mi padre asiente con una mueca de satisfacción. — En tu oficina tienes una laptop que tiene acceso a la base de datos de la empresa, pero solo en esa área. Espero ver resultados pronto.
— Así será —me pongo de pie— Con tu permiso, me retiro, Padre —enfatizo la última palabra antes de darme la vuelta y salir de la oficina. Me topo con la asistente de mi padre, siento su mirada en mi espalda mientras camino hacia el ascensor para bajar a mi oficina.
Una vez salgo del ascensor me consigo el piso lleno, todos en sus puestos de trabajo. Todas las miradas fijas en mí, esto ya está incomodando. Sigo mi camino hasta el final del piso donde está mi oficina, me detengo un segundo frente a la que supongo es mi secretaria.
— Necesito que entres conmigo, por favor —digo con voz suave y una leve sonrisa, ella asiente visiblemente incómoda, aún así me escanea todo el cuerpo. Ambas entramos a la oficina y una vez la puerta cerrada por fin hablo.
— Dígame, señorita, ¿qué necesita?
— Primero, cuando estemos solas me puedes decir Luna, no me gusta que me digan señorita —digo con un tono suave y una sonrisa tierna, ella me mira sorprendida.
— Como usted desee, Luna… —dice titubeando, hace una breve pausa soltando un suspiro— ¿Algo más que necesite?
— Quiero que por favor organices una cena, en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Toda la empresa está invitada, yo pago, me quiero familiarizar con ustedes, pero sobre todo quiero que me conozcan bien y quiten esa mala imagen que han de tener de mí —digo esto último con una sonrisa un poco triste, tengo que entrar en mi papel, todos deben estar de mi lado, su cara es un poema, la sorpresa sigue allí.
— ¿Lo dice en serio, señorita? —dice como si no lo pudiera creer.
— Muy en serio, ahora dime cómo te llamas, linda. Y recuerda, cuando estemos solas soy Luna para ti, que yo sea hija de quien soy no me hace más importante que tú —digo esto último con sinceridad.
Ella se sonroja— Cierto, Luna… —dice mi nombre aún dudosa— Me llamo Sofía, disculpe mi falta de profesionalismo al no haberme presentado.
Yo sonrío con dulzura— No te preocupes, Sofía, un gusto conocerte, espero que podamos trabajar muy bien juntas, pero sobre todo que lleguemos a ser buenas amigas.
Ella me mira nuevamente sorprendida, asiente aún con la confusión plasmada en su rostro— Me retiro a organizar la cena, señorita.
Yo doy un leve asentimiento hasta que la veo marcharse. Suelto un suspiro y me acerco a pasarle llave a la puerta. De igual forma, nadie debería poder entrar aquí sin que Sofía me avise antes. Pero es mejor prevenir.
Ya tengo tres misiones: la primera, utilizar el acceso a la información que me acaba de brindar mi padre para mi beneficio. Algo debería de encontrar que me pudiera ayudar a terminar de hallar la verdad que se oculta tan bien en este laberinto de espejos.
La segunda, ganarme la confianza de todos en esta empresa. Necesito aliados, no enemigos, saber con quién puedo contar y con quién no.
Y la tercera, viajar a México y conseguirle ese trato a mi padre para demostrarle que puede confiar en mí. Tengo un gran trabajo, solo espero no terminar de perderme en el camino, y que lo que sea que oculta mi familia no me consuma por completo… Solo espero llegar al final de todo esto.