CHRISTIAN
Caminar lejos de ella fue lo más difícil… y lo mejor que podía hacer ahora.
Maldita sea, habría dado cualquier cosa por dejar atrás la fiesta y llevarla de nuevo a la habitación, desnudarla y hundirme en ella hasta quedarnos sin aliento.
Pero no iba a suceder. Patrick no toleraría que me ausentara de su despedida de soltero.
Era mejor así.
Mientras más distancia emocional pusiera entre Jackie y yo, más seguro estaría.
Tenía que controlarme. Estaba empezando a mirarla de formas en que jamás debería mirar a mi asistente ejecutiva.
—¿Estás bien? —preguntó Kevin, alcanzándome el paso.
—Claro —respondí.
—Estuviste callado en la cena.
—Patrick habla tanto que es difícil conseguir un espacio para meter palabra —bromeé, buscando restarle importancia.
Kevin soltó una carcajada.
—Está en las nubes. Se casa. Ya te tocará a ti.
Solté un gruñido.
—No lo sé. No tengo prisa por correr al altar como el resto de ustedes.
—Quieres hacerte el tipo duro, pero sé lo que hay debajo de esa máscara. Te tengo calado.
Me tensé.
—¿De qué hablas? —¿Acaso lo sabía? ¿Había descubierto la verdad?
—Estás tan embobado como nosotros. Si no más.
Parpadeé, aliviado.
Creía que sabía… pero no sabía nada.
Tenía razón en algo, sin embargo: no pude apartar la mirada de Jackie ni un segundo.
Con ese vestido rojo, el cabello recogido dejando al descubierto la línea perfecta de su cuello. Era irreal. Deslumbrante.
Irresistible.
Deseable.
No.
No podía permitirme pensar así.
Era difícil comportarme a su lado. Más difícil todavía dejar de pensar en ella cuando no estaba cerca, sobre todo porque mi familia parecía adorarse con ella. Y tenían razón.
Cada vez que hablaba con mi madre o mi abuela, no dejaban de elogiarla; y mis hermanos repetían una y otra vez que estaba enamorado.
Cosa que no estaba.
No ayudaba en lo más mínimo a la presión que esperaba evitar trayéndola conmigo. De hecho, era peor. Ahora todos sugerían que debía pedirle matrimonio allí mismo, esa noche.
Ojalá pudiera decirles que se fueran al diablo.
Pero eso arruinaría toda la farsa. Y aún nos quedaban dos bodas más que fingir.
Respiré hondo mientras nos dirigíamos a los autos que nos llevarían al club.
✨✨✨✨✨✨
La despedida de Patrick no era nada extravagante: un club con luces tenues y bailarinas sobre el escenario. Mis hermanos estaban empeñados en emborracharlo hasta dejarlo inconsciente, lo que él evitaba con todas sus fuerzas.
—Vamos, hombre —se quejó Grant—. Ni siquiera lo intentas.
—Intento no terminar hecho mierda mañana —respondió Patrick riendo—. Jess merece algo mejor.
—Desde cuándo eres el maldito príncipe azul —bufó Isaac, y todos estallaron en carcajadas.
Me quedé a un lado, sonriendo, observándolos. Siempre me había sentido más cómodo así: en la periferia.
Después de todo, toda mi vida había funcionado así con mi familia.
Mi padre se acercó.
—Se nota que la están pasando bien.
—Sí.
—¿No vas a beber con ellos?
—No quiero salir en las fotos de mañana con cara de cadáver —murmuré.
—Has cambiado mucho —comentó él.
Encogí los hombros. Todos cambiamos.
Después de lo que pasó con Waverly, no había forma de seguir siendo el mismo.
—Mientras ellos disfruten —dijo.
—¿Y tú? —Pregunté, mirando el vaso de agua en su mano. De joven, nunca estaba sin un whisky.
Rió con suavidad.
—A mi edad, uno ya no se revienta el hígado. Si crees que recuperarse en los cuarenta es duro, intenta hacerlo en los sesenta.
—Lo tendré en cuenta.
Entonces una de las bailarinas se acercó, su piel brillando bajo la luz.
—Hola, cariño. ¿Te gustaría un baile?
Negué.
—No, gracias.
—Te prometo que valdrá la pena —susurró.
—Estoy bien, de verdad.
—Si no cumplo, puedo darte otro gratis. Dos por el precio de uno —dijo, coqueta.
Negué de nuevo.
—No estoy interesado.
Se alejó decepcionada.
—Intenta con ellos —sugirió mi padre, aunque sabíamos que nadie, excepto Isaac, aceptaría. Podíamos ser un infierno, pero éramos fieles hasta la condena.
—Bien hecho, hijo —dijo él con una sonrisa, alzando su vaso—. Me alegra que seas un hombre fiel. Eres un buen hombre.
No brindé.
En lugar de eso, apuré mi bebida de un trago y me aparté de él. El corazón me golpeaba en las costillas, y los oídos me zumbaban.
¿Por qué diablos había dicho eso?
Había tardado años en oír a mi padre admitir que yo era un buen hombre.
¿Cuánto tiempo habían creído todos que fui yo quien arruinó mi relación?
¿Que yo había fallado, y no Waverly?
No necesitaba esa mierda.
No quería recordar la época en la que creí haber encontrado a la mujer de mi vida, solo para descubrir que era uno más entre sus muchos hombres.
En plural.
Por eso no salía con nadie.
Por eso no abría mi corazón.
Estaba furioso con mi padre… pero tal vez era lo mejor.
Recordarme que el amor es traicionero era la única forma de mantenerme firme y no caer en la fantasía imposible de estar con Jackie.
No iba a entregar mi corazón a nadie.
Ni siquiera a ella.
Era demasiado peligroso.
Más seguro fingir… que arriesgarme a sentir de verdad.