HÉCTOR
Estamos solos en mi habitación, en la sala de estar de la suite, ella no deja de mover sus caderas, me está provocando para que tengamos intimidad. La observo al rostro mientras ella hace gestos lascivos, a un hombre como yo no es tan fácil de provocar, más cuando mis pensamientos están maquinando en destruir mi objetivo. Ella quiere que la haga mía de esa manera poder manipularme a su antojo, algo que no pienso ceder.
—¡Detente! No quiero faltarte el respeto.
—Quiero ser tuya, me tienes abandonada, es justo que desee cariño de tu parte, además pronto nos casaremos.
—Kassandra, no he hablado de boda, no soy digno de ti. —Ella no deja de besar mi cuello, chupa, muerde y su cuerpo se mueve constantemente a un ritmo provocador.
—Lo eres, eres rico, eso es lo que importa, mis padre
