Melodía de odio y terror por un encargo

1998 Words
Simón se encontraba en medio de una lectura de su sección preferida del diario; homicidios, solía leerlo de vez en cuando para su deleite, luego de los días de interrogatorio y cuando tenía que lidiar con sus subordinados, su mejor pasatiempo calmaba a su bestia interior tras una buena lectura, aun así, había un sonido que lo emocionaba aún más. Se trataba del taconear en el pasillo acercándose lentamente; era el perfecto indicativo de cuando Mila estaba cerca para informar de un nuevo encargo, estaba mirando fijamente la lectura y al mismo tiempo deseoso porque ese golpeteo constante llegara a su destino, finalmente, se detuvo frente a la habitación, el chirrido de la puerta sonó lento entre que con serio mirar y un delicado caminar se contorneaba el cuerpo de la joven que encantaba al enloquecido, sus ojos parecían distraídos en inspeccionar de pies a cabeza a la dama firme, temple y sin una pizca de carisma en la habitación, eso solo le incentivaba mucho más al no mostrar reacción alguna. Luego de varios minutos en completo silencio el jefe decidió prestar atención devolviendo la vista a su periódico y con un “informa” pedía a su fiel trabajadora sobre las novedades. Mientras tanto, esta le indicaba el nuevo pedido de trabajo el continuaba saltando su mirada al periódico y al cuerpo de la acompañante que se mantenía tan fija como una bella estatua, al mismo tiempo una sonrisa siniestra se dibujaba en el rostro del mafioso, sus ojos se tornaban ilusoriamente en un rojo carmesí tan pronto escuchaba la tarea de matar, pero pronto esa sonrisa se desdibujo completamente, el nuevo encargo solo le había provocado un deseo de tan inusual magnitud que pronto se notó en las arrugas del periódico. Era bastante regular que el hombre saliera inmediatamente después de haber recibido un nuevo encargo, la razón era de hacer un par de llamadas para confirmar con el distrito sobre el encargo, no obstante, en esta ocasión el hombre continuaba inmóvil sin siquiera levantar el auricular del teléfono, sin siquiera armar los papeles necesarios para el nuevo objetivo el hombre permanecía con la mirada en blanco mientras su rostro ya pálido se notaba todavía más blanquecino de lo usual, su manera de trabajar lo hacía parecer un niño mimado en una dulcería esperando escoger al azar un asesino que cumpliera con el papel sangriento que tanto adoraba, pero en dicha ocasión sus actividades se pausaron casi al segundo exacto en que Mila nombró al cliente consecutivamente del nombre del encargo, los ojos de Simón parecían salirse de sus cuencas casi desapareciendo sus enormes ojeras grises como la punta de un lápiz, su entrecejo no dejaba un solo espacio entre sí de tan arrugados que estaban. — ¿Puedes repetir el nombre del objetivo? — cuestionó con mirada afilada. — Beltrán Cold. — respondió casi sin dudar con miedo de la reacción que estaba presenciando en ese momento— parece ser dueño de un conglomerado, no puedo saber más por ahora dado que el encargo debe cumplirse esta noche. “¿Qué le sucede?” pensó de inmediato notando la sangre gotear empapando el periódico por la fuerza de su jefe. — Bastante rápido ¿no lo crees? Un encargo así debe de tener un pequeño detalle. — señaló de pronto, devolviendo la mirada a su subordinada, con un análisis exacto a sus ojos, tan fijos que otorgaba un escalofrío constante. — ¿Simón? — interrogó tratando de evitar dejar escapar un quiebre en su voz — ¿Desde cuándo le interesa esa clase de cosas? Las manos del dueño del distrito “s” se cerraban en puños tensos que parecían temblar ligeramente de rabia mientras sus colmillos se asomaban en una grotesca sonrisa, que ni siquiera su secretaria lograba comprender, dejó de lado el periódico ya manchado en su propia sangre mientras lentamente se reacomodaba en su silla. El tan solo pensar en el objetivo le daba una sensación de migraña y malestar como si la noticia hubiera sido poco alentadora para sus extraños gustos en matanza, era algo tan extraño para Mila que por primera vez en mucho tiempo sintió un ligero aroma a miedo y preocupación proviniendo de su jefe. — ¿Simón? —preguntó de nuevo la joven tras no tener respuesta mientras notaba las manos de su jefe soltar pequeñas gotas de sangre de aquellas heridas moldeadas en picos— ¡Simón! —llamó su atención un tanto preocupada sacándolo por fin del trance— ¿Algún problema con este objetivo? — Ninguno —resopló indignado con un exhalo fuerte y sonoro—me molesta que te hayas quitado tu linda peluca­— bromeó un rato para luego levantarse—por ahora, solo tengo que confirmar algo —abrió la puerta y miró a su subordinada— no hagas nada hasta que recibas mi llamado. — Como digas Simón. — Y vuelve a ponerte tu peluca, amo tu cabello largo. —se despidió cerrando la ´puerta y dejando a Mila completamente sola. — No, gracias. — respondió apenas a tiempo. En cuanto la puerta se cerró nuevamente Mila quedó completamente a merced del silencio mientras su mente cuestionaba la reacción de su jefe que logró distinguir, por una parte era muy común que el bromeara con la corta cabellera oscura de su acompañante, pero, su reacción tras el nombre de Beltrán era muy extraño, miró los archivos aún en sus manos y comparó mentalmente como antes su jefe sádicamente se les hubiera arrebatado esperando ver a su objetivo, en esta ocasión ella aun tenía la fotografía de Beltrán conseguida en redes hace tan solo unos segundos, miró la imagen cuidadosamente y se preguntó “cómo lo consiguió” que alguien así despierte una furia tan intensa, pero había algo más que solo ella después de tanto tiempo había logrado identificar, su jefe parecía tener miedo de este nuevo objetivo y por su respuesta debía ser alguien a quien no tenía permitido tocar sin pedir autorización de su hermano mayor, entonces “¿Cómo alguien como Beltrán consiguió despertar semejante miedo en su jefe?” pensó en completo silencio por un rato. Desde que la entonces pequeña Mila llegó al submundo de la mafia comprendió a sus 16 años apenas que sobrevivir era lo primordial, y que la jerarquía entre estos grupos delictivos no se manejan como cualquier otro gobierno o clase social, para continuar con vida era necesario una sola cosa; no provocar al de mayor rango, en la mafia después de todo se gobierna con poder y por sobre todo con la más cruel y sanguinaria de las personalidades, cuando un grupo queda a subordinación de otro mucho más poderoso no tiene más opción que estar al pendiente de las acciones de su nuevo amo y señor sin importar sus exigencias o incluso si este decidiera la desaparición de sus propios miembros como simple capricho. De entre estas agrupaciones que ahora tenían completa legitimidad, la más poderosa era la del Diablo, el hermano mayor de Simón y el próximo a ser el nuevo jefe de todos los grupos mafiosos en el mundo, comparado con lo sádico que podía llegar a ser, su hermano mayor era tan siniestro que ni siquiera mostraba ni una sola reacción, sus expresiones a diferencia eran tan frías y con tanto orgullo que distaban incluso de ser humano, este sujeto del que todos a excepción de su hermano menor desconocían su identidad, imponía respeto tan solo con su apariencia llegando en un pesado caminar y el ondeo de su enorme gabardina negra que era infaltable en cada reunión. Mila prefería un millar de veces trabajar con Simón sin arrepentimientos a tener que vivir en la jaula con semejante tigre al acecho, un tigre que adoraba de torturar a sus más cercanos individuos; nunca llegó a conocer al hombre pese a escuchar macabras historias como cortesía de su hermano menor, al mismo tiempo en el bajo mundo se rumoreaba que se sentaba sobre un trono en un enorme salón vacío, siempre vestido con trajes oscuros y detalles rojos como el mismo ocaso, mantenía un rostro frio bajo la máscara de un terrible demonio y parecía que su mirada color verde inyectaba un temible terror en tu propia alma. En cuanto salió del edificio lo más rápido que pudo, Simón de inmediato se dirigió en su auto sin ninguna escolta a una gran casa ubicada en las colinas a las afueras de la ciudad, el auto resonaba con cada curva que tomaba y se serpenteaba sin miedo entre los vehículos como si una carrera se tratase, la velocidad era tal que en ningún momento frenó o redujo el paso del vehículo, eso solo mostraba la confianza que tenía, pero al mismo tiempo la ansiosa necesidad de llegar a su desino, en tan solo una hora, un enorme castillo tétrico se posicionaba por sobre las mismas praderas como si contaminara el ambiente con un aura oscura y toxica. Esa era la antigua casa de Castells, que en menos de un año había sido ocupada por el mismo “Diablo”, tan solo en unos meses había conseguido que la mansión se procurara en un espacio abandonado como si hubiesen pasado siglos de dejadez y descuido, todo para que fuera símbolo del poderío del rey de la mafia, en lo que el auto continuaba su trayecto las plantas comenzaban a tornarse de un tono café pálido y las flores se notaban marchitas junto con la aparición de viejas veredas y otras más construcciones abandonadas o grafitadas, el frío viento parecía arremeter con violentas ráfagas contra su visitante inesperado que pronto llegó a los límites de aquel lúgubre territorio, el hombre salió del auto y caminó a través de una viejas rejas que dejaban una apertura únicamente para continuar a pie por un empedrado delgado rodeado de espinos y plantas viejas que a duras penas mantenían sus troncos secos, más allá del trayecto un claro se asomaba frente al patio frontal del enorme palacio en ruinas bordeado por un gran balcón de piedra y escaleras que invitaban a un portón de madera, Simón se acercó hasta un viejo campanario en la entrada y tocó hasta que la puerta se abrió y dejó ver a la misma mujer con la que Marco se había encontrado horas antes, hasta ese momento habían pasado 2 horas después de la llamada de contrato. — Veo que sigues con vida, Silvia —comentó el mafioso mientras ingresaba y le hacía entrega de su chaqueta— esperaba que la cachorrita de mi hermano ya hubiera sucumbido ante sus impulsos sadomasoquistas. Caminó desinteresado y con ambas manos en los bolsillos, se notaba su blanca camisa arrugada con pliegues desparramados por doquier como una exigencia de libertad, los botones de las mangas ni siquiera existían, tan solo una línea desajustada de hilo blanco. Sus largos pantalones negros eran holgados al punto de lucir como calentadores deportivos en vez de su corte clásico y elegante, apenas rozaban el suelo, sin embargo, se aferraban a sostenerse a ese cuerpo delgaducho como si su vida dependiera de ello. — Me temo que mi amo perdería su único entretenimiento, mi señor— indicó irritando al hombre e invitándolo a seguir por el pasillo hasta un enorme salón— tengo entendido que por su parte sigue consintiendo a su ratoncito. A Silvia le gustaba provocar a quien tuviera enfrente sin prestar atención a las consecuencias; ni siquiera le interesaba eso, caminar triunfante meneando su cuerpo curvo le daba cierto poder del que adoraba jactarse mientras que su suave desliz notaba en su cabellera recia como un rio oscuro, sus tacones resonaban a propósito pero en lugar de emocionar al hombre, solo lo hacia sentir mas irritado, ansiaba poder sujetar de esa cabellera larga y lanzarla lejos solo por aquel comentario tan mal intencionado, ciertamente hubiera sido un deleite, no obstante, debía de controlarse si quería llegar a ver a su hermano.
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