Bajo la lluvia

Capítulo 3.

Samara Hervet.

Mantengo mi mirada fija en el profesor mientras bostezó, miró hacia todos lados y la mayoría de los estudiantes están igual o peor que yo.

La última clase y la menos favorita.

Bajo la cabeza garabateando en mi cuaderno, recordando esos impresionantes ojos.

Nikolay y Nikolás.

Sus nombres hacen eco en mi mente…

Resuenan una y otra vez sin parar, luego de tres días aún su persona está fuertemente arraigada en mi alma.

Siento en lo más profundo de mi alma que los conozco, los dos, aceleran mi corazón.

Muerdo mis labios con fuerza ¿Que estoy pensando?

La clase termina y todos nos levantamos rápidamente, camino aceleradamente hacia la salida mirando hacia ambos lados.

Buscando el auto de Enzo.

Mi corazón se acelera al sentir la extraña sensación de ser vigilada, miró hacia ambos lados hasta que mis ojos se topan con unos azules intensos, mi respiración se atasca, mi cuerpo pide ir hacia allá, más mi mente grita que no.

Un grupo y cuando se alejan esos ojos han desaparecido. Llevo mi mano hacia mi pecho sintiendo el latir de mi corazón.

Él claxon del auto de Enzo me hace girar y con mis piernas temblorosas camino hacia él, al abrir la puerta él mantiene su mirada fija en su teléfono tecleando rápidamente, sus ojos saltan chispas de enfado.

—¿Sucede algo? —Abrocho el cinturón de seguridad y lo observó.

—No nada, todo en orden .—Toma mi mano dejando un beso arrancando.

Mantengo mi mirada fija en la carretera dejando que la música nos envuelve.

Ninguno dice algo, en algunos momentos llevo mi vista hacia mi hermano, pero él la mantiene en la carretera, está tenso.

No digo nada aunque hoy parece que tiene muchos cuidado al conducir, las puertas del estacionamiento se abren y cuando nos adentramos rápidamente las cierra observando por el espejo retrovisor cada movimiento.

—¿Estás seguro que estás bien? —Me ánimo a preguntarle.

—Tranquila, una ex loca .—Se encoge de hombros.

—Ah .—Asiento lentamente sin creerlo del todo.

Se estacionada y me baño cerrando con más fuerza de la que debería.

—Cuidado con mi bebé, Sam–Me apunta con su dedo al llegar a mi lado, tomó mi pequeño bolso y seguimos nuestro camino hacia el ascensor.

—Dramatico —

—No puedes decirme eso a mi cuando tú tratas pero a tus pinturas.—Estoy por contradecirlo, más me cayó.

—Tienes razón —

Llegamos al ascensor y lo llama, al adentrarnos pulsa el número cuatro y marca la contraseña, recuesto mi cuerpo en la pared cerrando mis ojos escuchando la leve música que solo hace aumentar mi ansiedad.

Las puertas son abiertas y caminamos hasta llegar a nuestra puerta que ya del otro lado se escucha a Max ladrar.

—Hola mi amor .—Me agachó a su altura acariciándolo.

—Se me olvido decirte.—Deja las llaves en el llavero sacándose el saco —Mas tarde saldré, tengo una cita —

—¿Dónde quedó el no citas de hace unos días? —Él rueda los ojos con fastidio.

—Cita de negocios, saldré con los hermanos Valgort, al parecer quedaron encantados con tus pinturas y desean comprar más, además posiblemente luego vengan algunos tragos, a los tragos no se le pueden decir que no—

Me levanto limpiando mis manos intentando ocultar el temblor de ellas.

—Esta bien, no bebas de más porque cuando lo haces te vuelves muy bocón —

Enzo no dice nada, solo me saca el dedo medio y se da la vuelta metiéndose a su cuarto.

Me entretengo en la cocina, preparando la cena, cuando está lista y sirvo Enzo sale me mira cogiendo su plato dándose la vuelta aún indignado y vuelve a su habitación.

—Dramático .—

Bajo la vista cuando Max ladrar.

Cuando terminó de cenar me siento en el sofá observando la tv, miró a Enzo moverse por toda la sala, me da una mirada y sale cerrando con fuerza la puerta.

Me río y niego.

—3, 2 y .—La vuelve a abrir y se acerca a mí.

—¿Necesitas algo? —

Él suspira se agacha y deja un beso en mi frente.

—Cuidate, no le abras a los extraños.—Me abraza y yo solo me río de su dramatismo—Te amo—

Sale y suspiroo.

—Me perdí la mejor parte—

Me levanto un poco mareada, mi cabeza empieza a doler provocando que me sostenga de la pared.

—Mierda .—Hago una mueca.

Max se acerca rápidamente a mi, mordiendo ligeramente mi mano, jalandome hacia la cocina.

Me acerco al lavado abriendo la llave, mojando mis manos y mi rostro, me sostengo rápidamente y busco mis pastillas.

—Estoy mejor .—Acaricio su cabeza cuando me tomo una.

Me quedo allí, recostada en el mesón con mis ojos cerrados.

Mi mente viaja trazando líneas en mi mente.

Poco a poco mi mente se aclara hasta reconocer en quien estoy pensando.

Papá.

Un enorme nudo se forma en mi garganta y las ganas de llorar me invaden.

—Hija voy a estar bien solo vete—

—No te voy a dejar.—Niego con mi cuerpo lleno de miedo.

—Voy detrás de ti—

Empuja ligeramente mi cuerpo.

Abro abruptamente mis ojos mirando hacia todos lados con la respiración acelerada, me sostengo fuertemente del mesón sin saber qué rayos estaba pensando.

¿Qué era eso?

Padre.

Una gruesa lágrima rueda por mi mejilla.

Él está vivo, él está vivo.

Repito en mi mente.

Camino hacia mi habitación sentadome al borde de la cama sosteniendo mi cabeza entre mis manos hasta que el dolor se esfuma.

Me recuesto y Max se acerca acostándose a mi lado en su cama sonrió y cierro mis ojos llevando mi brazo cubriéndolos.

Él sueño me reclama con fuerza y no me resistió porque allí puedo estar en paz, allí estoy sin estás malditas lagunas mentales.

Mientras más intentó recordar, mientras más busque en mi memoria más dolor tengo...

No me agrada no saber, me enloquece saber que Enzo y mi madre me esconden cosas, más no puedo hacer nada, todo es tan raro de aquel día que desperté en el hospital sin ningún recuerdo de mi adolescencia y juventud y muy pocos de mi niñez.

Retiro mi mano abriendo lentamente mis ojos, estiró intentado tomar algo, algo que se escapa de mis manos, de mi comprensión.

Que está más allá de lo que yo creo y se.

Necesito sanar mi mente para entender el mundo que me rodea.

Me arropó, cerrando mi ojos, creo que debería dormir un rato, solo un rato y descansar de este caos.