Dean. Emely bailaba con Darren, y el movimiento rítmico de nuestro ángel rubio atraía inevitablemente todas las miradas masculinas del salón. No me molestaba que la admiraran; de hecho, me llenaba de un orgullo posesivo saber que una mujer tan espectacular era nuestra. Sin embargo, mi vigilancia era absoluta: si alguno de esos hombres intentaba cruzar la línea, la respuesta sería rápida y contundente. —Hijos —Escuchamos la voz inconfundible de mi madre. Nos giramos para recibir a mis padres, quienes se acercaban a nuestra mesa. —Qué guapos están esta noche —Besó mi mejilla y luego la de Dennis. Nuestros padres, Gabriel y Alexander, nos saludan con un firme abrazo. —¿Dónde están Darren y Emely? —preguntó mi padre, Gabriel. —Están bailando —indicó Dennis, señalándolos en la pista. —Dios

