Dean. —Nene —dijo una voz meliflua y vibrante, anunciando su entrada triunfal en mi oficina. Levanté la vista de los documentos y mi corazón dio un vuelco, como siempre. Allí estaba Emely, con varias bolsas de comida en sus manos, la correa de Dan en una muñeca y una sonrisa radiante que iluminaba el gris corporativo de la habitación. —Bienvenida, cariño —Respondí, mi tono suavizándose de inmediato. Dejó las bolsas sobre la mesa de conferencias y se acercó a mi escritorio, sentándose de un salto experto sobre mis piernas. Amaba tenerla justo ahí, sintiendo la curva de su cuerpo perfecto contra el mío, la energía de su día vibrando a mi alrededor. —Traje lasaña para almorzar —anunció, acomodándose. —Umm, suena delicioso —Me incliné hacia su cuello, dejando pequeños besos que rápidamen

