CAPÍTULO 14. Es un riesgo Enrre. —Mariela— la llamé y al mismo enganche mis dedos en su barbilla. Sus ojos me miran nublados con lágrimas que se acumularon sin aún derramarse. Algo dentro de mí duele. —No le pongamos nombre todavía —dije, sin cerrar la puerta, pero tampoco dejarla abierta totalmente. Continúe. —Seamos algo que poco a poco va surgiendo. —Ella me ve incrédula a lo que le estoy diciendo. — Enrre —dijo, su voz quebrada y levantándose y se da la vuelta. — Creí que, que tú y yo. Un silencio se instala incómodo. Podemos estar juntos — propongo y prosigo—, podemos vernos aquí y quedarte conmigo las veces que quieras, dormir en mi cama, amanecer juntos si así lo deseas. Eso último lo dije en susurro muy cerca de su oído. Ella baja la mirada, pensativa. Puedo ver cómo

