Nina continuó su camino de guerra contra la naturaleza, mientras yo hacía todo lo posible por olvidar y dejar ir. Dejar de lado la forma en que olía después de hacer ejercicio o de ducharse, la forma en que sus manos se deslizaban por mi cabello rizado, la manera en que me abrazaba como si nunca quisiera soltarme, y esa noche. Oh Diosa, esa noche estará grabada para siempre en mi cerebro. Esto era más difícil de lo que pensaba y cuanto más pensaba en eso, más enojada me ponía. Necesitaba culpar a alguien que no fuera él. Necesitaba que alguien sintiera mi dolor. Quería algo, no, alguien a quien golpear. Entonces un gruñido interrumpió nuestros pensamientos. Nina se dio la vuelta y se encontró cara a cara con los ojos oscuros de un renegado. El renegado se movió y se puso delante de

