Han pasado más de ciento sesenta y ocho horas desde que vi por última vez a Isabella. Mi tía entró a revisar algunas veces antes de irse a trabajar. Volver a casa realmente no mejoró mi estado de ánimo. Simplemente me quedé aquí en esta cama durante horas y horas. Pensé que rechazándola, el dolor desaparecería, pero ahora se siente peor. ¿Por qué aún la quiero?
El rechazo fue falso. Nunca quisiste dejarla, me recordó Rae.
Sin embargo, no debería ser yo quien sufra. Ella es la que no quiso luchar por nosotros – le contesté.
Entonces deberíamos habernos quedado y luchado por ella. Tal vez podría haberla hecho más fuerte, contraatacó Rae.
No quiero luchar por ella, lloré.
Entonces, ¿por qué sigues aferrándote a su camisa?" Rae me gritó.
Miré hacia abajo la camisa que apret
