Capítulo 9 Eco de seducción y sombras

771 Words
Era como si alguien hubiera desconectado mi cerebro. Mi cuerpo, ajeno a mi voluntad, respondía con una urgencia animal a cada una de sus caricias. Seguía envuelta en los brazos de Xavier, mi espalda contra la pared fría, mi piel ardiendo bajo sus labios. Una parte de mí —la cirujana calculadora, la mujer que había planificado venganzas durante años— se ahogaba en un mar de sensaciones prohibidas. ¿Es así como se quema un imperio?, pensé, mientras sus dedos trazaban caminos de fuego sobre mi cuello. —Basta —murmuré, aunque mis manos traicioneras se aferraban a sus hombros—. Xavier, no podemos... Su boca encontró la curva donde mi clavícula se encuentra con el hombro, y un gemido escapó de mis labios. Sonó a música obscena, a rendición. —¿Quieres que pare? —susurró él, su aliento caliente contra mi piel—. Dilo y me detendré. —No —respondí, y la palabra sabía a traición hacia mí misma. Su mano se deslizó hacia mi muslo, levantándolo para envolver su cintura. La seda de mi vestido crujió bajo su agarre. —Suavidad, elegancia... y toda mía —declaró, marcando cada palabra con un beso más profundo. —No soy tuya, Xavier —logré articular, justo antes de que sus dientes se cerraran suavemente en mi piel. Un grito se ahogó en mi garganta cuando sus labios capturaron los míos de nuevo, frenéticos, urgentes. El mundo se redujo a su sabor a whisky y menta, al ritmo acelerado de nuestros corazones. ¿Qué me está haciendo?, me pregunté, sintiendo cómo mi resistencia se resquebrajaba como cristal bajo presión. De pronto, me soltó. El aire frío de la habitación golpeó mi piel como un desafío. —Lo serás, Ana —declaró, retrocediendo con una sonrisa que era pura arrogancia—. Pero no te tomaré aquí. Mereces estar en mi cama, siendo admirada, valorada... desvestida lentamente. —Déjate de ridiculeces —bufé, ajustando mi vestido con manos temblorosas—. Sabemos que esto solo es una aventura. ¿Aventura? —arqueó una ceja, con una expresión que mezclaba ofensa y diversión—. ¿Qué clase de estúpido te hizo tanto daño? —hizo una pausa dramática—. Ah, ya veo. Tu ex amante. El imbécil por el que quieres vengarte. Me observó con intensidad, luego giró hacia los monitores que mostraban cada rincón de Aura. ¿Quién era este hombre? El modelo perfecto que todas deseaban, sí, pero también una mente aguda que veía a través de mis máscaras. —Entonces seré tu jodida aventura —dijo sin mirarme—. Pero al final, terminarás siendo mía y me suplicarás por más. Veremos entonces quién ruega a quién. Sus palabras me golpearon con la fuerza de una revelación. Me sentía como un juguete en sus manos, y lo peor era que parte de mí disfrutaba de la sensación. —¿Me ayudas con mi plan? —propuso, cambiando abruptamente de tema. —¿Qué plan? ¿Destruir a ese hombre? ¿Realmente vale la pena? —No solo destruirlo. Quitarle lo que por derecho debería haber sido mío desde el principio. Mira, mejor olvídalo. —Soy todo oídos —se cruzó de brazos—. Tenme confianza. Te ayudaré, pero con una condición. —No seré tuya —anticipé. —Al menos dame tres citas al mes. Donde yo elija. La propuesta era absurda. Entre la clínica, el lanzamiento de mi línea de cosméticos y la gestión de Aura, no tenía tiempo para citas. —Sabes que no puedo prometerte tiempo. —Lo sé —asintió—. Por eso mi agenda estará a tu disposición. Tú eliges el día, y yo estaré ahí. —Hecho —acepté, sintiendo que firmaba un pacto con el diablo—. No hay mejor trato. —Solo quiero advertirte —sonrió, acercándose de nuevo— que terminarás enamorándote de mí. Mientras hablaba de lo "maravilloso" que sería estar a su lado, revisé la hora. Era tarde, y tenía que volver a mis invitados. —Te veré más tarde. Debo regresar. —Regresemos, entonces. Abrió la puerta con una elegancia exasperante. Cada movimiento suyo era perfecto, calculado, y yo lo seguía como una colegiala hechizada. Al volver al salón principal, la música y las risas nos envolvieron. Mujeres poderosas rodeadas de hombres hermosos, todos bailando al borde del abismo. Busqué a Adán con la mirada, pero mi atención volvía una y otra vez al hombre a mi lado. Mi némesis. Mi posible perdición. Y en ese momento, supe que el juego había cambiado para siempre.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD