Capítulo 16 El umbral de lo imposible

752 Words
Las semanas transcurrieron entre el frenesí laboral y el silencio autoimpuesto. Mi refugio fueron las salas de juntas, los aeropuertos, las presentaciones ante inversionistas con miradas escépticas que aprendí a domar. La clínica Renatus florecía hasta demandar más especialistas, y las noches se consumían preparando conferencias que me llevarían a París y Tokio. Aura, bajo la administración impecable de Hugo, prosperaba en mi ausencia —un ecosistema de placer y secretos que ya no me pertenecía. Adán aceptó mi distancia con una resignación que olía a culpa. Creía que me sumergía en los negocios para evitar el fantasma de lo que fuimos, sin sospechar que huía de algo más tangible: la memoria de unas manos que no eran las suyas marcando mi piel. Xavier, por su parte, convertía su arrepentimiento en un asedio elegante: rosas negras que morían en el basurero del edificio, mensajes que mi nuevo número —solicitado a Cindy con el pretexto de vendedores insistentes— nunca recibió. En Guadalajara, la lluvia acariciaba los vitrales del hotel cuando el servicio a la habitación llegó con una bandeja de frutas y té de canela. Agradecí con una sonrisa automática, pero al percibir el aroma ácido del kiwi, una náusea repentina me empujó al baño. Agarrándome del mármol, conté mentalmente las semanas: tres desde aquella noche en la habitación secreta de Aura, donde el fuego de Xavier y mi obstinación borraron toda precaución. —Mierda —susurré, recordando el calor de sus palmas en mis caderas, la urgencia que nos hizo olvidar lo elemental. Mis diagnósticos de endometriosis severa, los tratamientos fallidos, los óvulos criopreservados como último recurso… Todo ese historial médico gritaba que era estéril. Pero el cuerpo, traicionero, insinuaba otra verdad. En la farmacia, bajo la luz fluorescente que me devolvía el reflejo de una adolescente aterrorizada, compré la prueba más avanzada: esa que prometía detectar hasta las semanas de gestación. Las veces anteriores, con Adán, había sido un ritual de esperanza y duelo. Ahora, era un acto de terror. En el silencio de la habitación, seguí las instrucciones con manos temblorosas. La música de piano que puse para calmarme sonaba a burla. Cuando la alarma marcó el fin de la espera, contuve la respiración. Positivo. 3 semanas. La risa que escapó de mis labios tenía sabor a lágrimas. ¿Un milagro? ¿Una maldición? Siempre quise ser madre, pero no así: no con el hombre que me había llamado «cualquiera» entre juguetes sexuales y espejos. Marqué a Leila, mi ginecóloga de confianza. —Necesito una cita urgente —dije, ocultando el temblor en mi voz—. Dentro de dos semanas. —El tiempo justo para confirmar, para planear, para mentir. Es noche cuando regreso a Ciudad de México. Adán me espera en la entrada de mi edificio, con una bolsa de El Cardenal y una botella de Dom Pérignon. Su sonrisa es un espejismo de lo que pudo ser. —Hola —saluda, intentando besarme—. Celebremos que el proyecto de biocosmética está despegando. —Felicidades —me aparto, buscando las llaves—. Pero estoy agotada. Estas giras… —Por eso vine —interrumpe, rozándome con su erección—. Cena, cine, y después… tú y yo. Su contacto me revuelve el estómago. —No puedo. Mañana vuelo a Monterrey. —Ana —suspira, con una decepción que conozco demasiado bien—, desde que volvimos, eres… un fantasma. —Por eso mismo —respiro hondo—, debemos terminar esto. Dos médicos sin tiempo, prioridades encontradas… No soy la mujer que necesitas. —¿Terminar? —su rostro se descompone—. ¿Después de todo lo que superamos? ¿Después de jurar que… —Estoy embarazada. El silencio se espesa. Sus ojos escarban en los míos, buscando una grieta. —No es posible. Nos cuidamos siempre. Tú… no puedes. —Puedo —miento, sintiendo cómo el peso de la vida en mi vientre se vuelve un secreto letal—. Fue inseminación artificial. Funcionó. —¿Y no me lo dijiste? —su voz es un hilo roto. —Mis decisiones son mías —afirmo, erguida—. No necesito validaciones. Recoge su chaqueta sin dejar de mirarme, como si intentara descifrar un código oculto. Al cerrar la puerta, me desplomo contra ella, sabiendo que la mentira acaba de sellar otro capítulo de esta guerra silenciosa. Pero por primera vez, algo me ata a la vida con más fuerza que el rencor: un latido que, aunque nacido del caos, promete redimirme.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD