Capítulo 3: Como el agua y aceite.

2200 Words
POV. Luca Johnson. Puedo sentir la ira a través de mi cuerpo, está tomando cada gramo de mí no gritar y cortar cabezas. Miro a mis hermanos que tienen una mirada parecida a la mía mientras observan la publicidad que acaba de lanzar nuestra competencia. «Han robado nuestra idea…. Nuevamente». —Esa es tu propuesta —sisea Marcella mirando con los entrecerrados la pantalla, de pie a un lado del proyector asiento. —Se supone que la marca de labiales estaba considerando nuestra propuesta —secunda Dylan. —Pues tiene la publicidad que querían, ¡con una agencia que no es la nuestra y evidentemente a un costo más barato! —Arrojo el control del proyector sobre la mesa. —Luca… —No es la primera vez, ¡joder! Mi equipo creativo y yo trabajamos día y noche para hacer lo mejor y, ¿ahora esto? —Despedimos a Lucien —comenta Dylan haciendo referencia al último pasante, el cual encontré metido en mis archivos, pero al parecer buscaba otra cosa porque volvió a suceder. —Nos están robando a nuestros clientes, tienen el mejor trabajo a precios de gallinas flacas —asevero con desdén—. Estudio ochenta y ocho me está colmando la paciencia, esos hijos de puta tiene un topo aquí, en mi equipo y aún no logro descubrir quién es. —No podemos reemplazar a todo el equipo… —Entonces que roben la próxima campaña —suelto de mala gana mientras sus ojos me taladran. —Tendremos que ser más severos con el manejo de información, confié en ti para llevar esa parte de esta empresa—, mira de Marcella a mí—. Los tres hicimos una promesa y tomamos una responsabilidad, papá no estará feliz si nos derrumbamos. —Entonces busca una jodida solución porque esto se está saliendo de control. —Basta, —Marcella interviene, sus ojos verdes nos taladran con severidad —no podemos pelearnos entre nosotros, debemos buscar una solución rápida —hace hincapié en la última. —Esto nos deja perdidas. Resoplo y me dejo caer en la silla más próxima. «Marcella, Dylan y yo éramos los encargados de la agencia, nuestro padre, Demetrious Johnson, se retiró hace un par de años y ahora Dylan es el director ejecutivo, mientras Marcella maneja la dirección financiera. Por mi parte, soy el director creativo de la empresa; en mis manos están todas las propuestas publicitarias que se llevan a cabo o no. Somos un equipo, y como tal debemos resolver este problema». —Luca, sé que estás cabreado… —comienza Dylan en un tono que no me gusta, no soy un crío, estoy cabreado porque alguien está jodiendo mi trabajo—. Hay que encontrar una solución más práctica. —¿Entregar trabajos mediocres? ¿Decirle al cliente que firme con nosotros antes de ver la propuesta publicitaria? Vamos, Dylan, sabemos que la única alternativa es dar con el topo que se ha colado en nuestra empresa. —¿Tus internos restantes? —Bruno y Esmeralda están siendo vigilados… —me detengo un momento, —ellos no tienen acceso al sistema. —¿Estás seguro? —Claro que sí —replicó a Marcella—. Solo les pido que no comenten nada mañana en la fiesta de cumpleaños de papá. —Estoy de acuerdo, lo último que queremos es dañar la celebración —secunda Marcella. —Mientras, voy a trabajar en descubrir quién es el hijo de puta que está robando mis campañas y cuando lo haga, lo va a lamentar—. Me pongo de pie y Marcella hace lo mismo haciéndome caer en cuenta de algo. — ¿Dónde está Erin? —Con Florencia—, me da una sonrisa apenada a Dylan. —Papá y mamá no estaban y Jared aún no llega de su viaje —dice haciendo referencia a mi cuñado, que por azares del destino terminó siendo hermano de Florencia. —¿Dónde fue esta vez? —interviene Dylan uniéndose a nosotros, dejando la sala de juntas. —Viajó a Seattle ayer y va a estar en casa esta noche—. Anuncia—, Jared quiere algunas piezas específicas para la próxima colección; así que, está haciendo que eso suceda con Wolf. —¿El magnate del diamante? —Asiente con cierta desconfianza—. El hombre no es santo de mi devoción, pero Jared dice que es buena persona; yo, en cambio, creo que es un narcisista. «Puedo imaginarlo, su reputación lo precede; sin embargo, el hombre tiene la mayor reserva de diamantes en sus minas, además de desarrollar la piedra con tecnología. Siendo uno de los precursores de la técnica, entiendo a mi cuñado y su intención de mantener negocios con el hombre». —Vamos Marcella el hombre tiene lo que tu marido quiere… para la próxima colección—. Espeta Dylan con mofa haciendo que nuestra hermana se detenga y nos mire con altivez. —Para tu información, yo tengo todo lo que Jared necesita… y más —resoplo mientras Dylan hace una mueca de asco al entender el doble sentido de sus palabras. Entramos a la oficina de Dylan y Florencia se pone de pie rápidamente mientras mantiene un pulpo de felpa en Erin que se remueve haciendo algunos ruiditos de bebé. —Lo siento, el ruido de afuera la habría despertado —balbucea algo azorada. —No te preocupes, Dylan se adelanta hasta el portabebés y toma a nuestra sobrina en brazos —ella y Bella están mejor aquí dentro, no es así hermosa —susurra lo último antes de acariciar su cabellera roja. —A ver, no la acapares. —Me acerco a él—, No consigo verla mucho. —Imbécil, como si no supieran dónde vivimos —refuta Marcella intercambiando una mirada con Florencia que sonríe, la misma muere cuando se da cuenta de que la observó. La mujer tiene la capacidad de irritarme con solo un par de palabras de su inteligente y astuta boca, ella es exasperante y definitivamente solo nos llevamos bien porque nos une nuestros hermanos. «Una jodida locura». —Voy a enviarte las especificaciones que quería la señora Hamilton para su línea de perfumes. —La tengo en mi escritorio —interviene Florencia mirando a todos alrededor. —¿Por qué no me la has hecho llegar antes? Es un tema urgente —suelto en tono seco que la hace remover, al tiempo que mis hermanos observan el intercambio. —Lo siento, solo me distraje con algunos pendientes, pero ya iba a llevártela… Puedo distinguir el brillo en sus ojos, está tomando todo de ella no decir lo que piensa. —La voy a tomar yo mismo, —corto sus excusas, —para otra ocasión intenta mantener las prioridades —concluyo, ignoro la mirada de mis hermanos, dejo un beso en la cabeza de Erin y salgo de la oficina sin mirar atrás, en el escritorio encuentro lo que necesito y me voy a mi oficina un piso más abajo. Cuando entro a mi oficina, Claudia, mi asistente espera con algunos pendientes. Me siento frente a mi escritorio que está al fondo, desde donde puedo ver a todos trabajar en sus cubículos y mesas. El lugar es abierto y con mucha luz; además, de que todos visten de una forma más informal. Hasta hace unos meses vestía de igual forma, con mis vaqueros, camisetas, mi padre aceptaba mi código de vestimenta nada ortodoxo, pero desde que mis hermanos y yo tomamos el control decidí hacer más por la imagen que presentamos al mundo, pantalón de vestir, camisa blanca y americana, en ese se ha resumido mi estilo, algo que no pasa desapercibido por mi familia, creo que entienden mi compromiso al cien por cien con la empresa y mi legado familiar. —La señorita Denis llamo y pidió confirmar su cena de esta noche, —habla Claudia mientras reviso los documentos frente a mí y oculto una mueca. —Puedes decirle que hoy estoy ocupado y que lo siento, la voy a compensar. —Si me permites, tengo que decirte que no hay cómo compensar a un plantón, menos cuando intentan retomar una relación —levantó la mirada y miró con seriedad a la mujer que más que una asistente es una muralla ante mi desastrosa vida amorosa. Ella ha visto el desfile de errores que siguen sin parar. Claudia es una mujer de cuarenta años, está casada desde hace veinte y tiene unos mellizos de quince años, ella ha estado conmigo desde que inicie y se ha convertido en más que mi mano derecha, y el tiempo le ha dado el derecho de decirme lo que piensa, así no me guste. Tomo unos folletos a los que hago algunas correcciones y se los tiendo viéndola con seriedad. —Entrega esto a Bruno y que lo repita —espeto a la mujer que no se inmuta ante mi tono frío—. En cuanto a lo otro, me parece que tu apreciación de la situación es muy dramática. —Por supuesto, eso me lo puede repetir cuando aparezca la señorita en su departamento o el lunes aquí en su oficina porque no le responde el móvil y ha tenido que llamar directamente a la oficina. —Suelta con una expresión sabedora al tiempo que toma lo que le tiendo—. Permiso. Con eso la veo salir de mi oficina, re reclino en mi silla y resoplo. ¡Maldición! Con todo lo ocurrido estos días con el trabajo no tengo cabeza para nada, menos para escuchar a Denis enumerar mis problemas y mi falta de compromiso para mejorar una relación que claramente está perdida; sin embargo, por respeto al tiempo que me ha dedicado, quise intentarlo, pero eso no es motivo suficiente para rescatar una relación, ¿o sí? La puerta se abre y veo a Florencia entrar a mi oficina. La miro de pie en la puerta y la detallo un segundo. Lleva un vestido, en color rojo, por encima de sus rodillas, manga corta y tacones de aguja color n***o. Su cabello casi rubio está arreglado en ondas. Florencia es una mujer atractiva y lo mismo que tiene de bella, lo tiene de insoportable. —Te has traído algunas cosas que necesito—. Dice sacándome de mis pensamientos. Miro la carpeta que tome de su escritorio —es un informe que tu hermano necesita ahora mismo —señala con exasperación al ver que no me muevo. Respiro profundo y cuento hasta diez para no ser borde con ella, ¿Por qué me exaspera tanto? —Tu manía de entrar sin tocar me está cansando, tal vez Dylan tolere tu falta de profesionalismo, pero en mi oficina no puedes entrar como si fuera un mercado. —Lo siento, pero es urgente y Claudia no está en supuesto —espeta a la defensiva mientras sus ojos claros me atraviesan. —Solo necesito el informe y me iré, no te preocupes. —No, es que preocuparme, no es el problema, es la facilidad que tienes para hacer de todo un desastre, Flor. Su mirada es letal mientras se acerca a mi escritorio y toma la carpeta. —Dejemos algo en claro —susurra en tono serio —ser el dueño de la empresa no te da derecho de tratarme como te plazca, ¿estamos? —¿Si no es así? —La pincho, he descubierto que me entretiene hacerla enfadar. Sus ojos me taladran y estoy segura de que no me chilla lo que siente porque estamos en la oficina y en horario laboral. Definitivamente, somos agua y aceite. Florencia y yo no podríamos ser más diferentes. —De no ser así, señor Johnson, tendré que poner una queja ante una cabeza con más poder y no hablo precisamente de Dylan —suelta con una sonrisa. Antes de que lo vea venir alargo la mano y me pongo en pie, la sostengo por los brazos y sus ojos ahora me miran con sorpresa. —¿En verdad piensas ir a llorarle a mi padre? —Bufo, —vamos, Florencia, no te queda el papel, la cosa es muy simple. Si no te agrada el ambiente laboral, hay puerta franca. Te aseguro que mi hermano puede encontrar una asistente igual o mejor que tú. Se libera de un empujo y me mira con odio. —Porqué no me sorprende que digas esas palabras, niño bonito —susurra en tono chulesco, haciendo hincapié en lo último, el maldito apelativo que suelta con desdén—. Es evidente que todos los de tu clase solo piensan que pueden tener lo que desean y desechar lo que les parece no adecuado. —Te recuerdo que tu hermano, y tu cuñada pertenecen a esa clase. También lo son mis padres, esos que te han abierto la puerta de su casa con cariño—, suelto con una sonrisa falsa al recordarle ese detalle. No replica, y me regocijo ante la situación; así que, la señorita se ha quedado sin palabras. Echando chispas, toma el informe y sale de mi oficina, echa una hidra. Una vez a solas, siento cómo una sonrisa tira de mis labios.
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