SIETE
Están allí durante un tiempo interminable. Todo lo que puedo hacer es apoyarme en la pared e intentar no imaginar que estará haciendo allí con ella. O de vuelta en su habitación en el barrio chino. O incluso, increíblemente, de vuelta en mi cama tamaño King en mi piso de soltero en Tribecca.
Imagino que cien hombres más estarán teniendo pensamientos similares, ahora que nos había provocado increíblemente con sus increíbles habilidades en el tubo.
Aprieto mi mandíbula mientras intento ordenar mis pensamientos. El club es efectivo, eso es jodidamente seguro. Me considero un hombre de honor rígido. Aquí, estoy a una mirada sexy de pedirle a Jessy media hora en la sala VIP. Tienen que ser las luces. O tal vez las impecables nalgas. Sea lo que sea, ya soy tan víctima como cualquier otro. Definitivamente necesito terminar este contrato tan pronto como sea humanamente posible.
Miro mi reloj. Llevan allí casi dos horas. Salgo una vez para orinar y otra para tomar agua. Debe de estar ganando buen dinero, o tal vez solo estan teniendo un buen sexo.
No me gusta este último pensamiento. Cuando la puerta se abre de golpe, Jessy sale corriendo, echándose el pelo sobre su hombro, un gran fajo de billetes metido bajo la tira transparente del tobillo de sus tacones. El hombre sale un momento después y exhala un gran suspiro. Me ve aquí, arquea las cejas.
—¿Has estado esperando todo este tiempo? —
Me encojo de hombros. —No hay nada mejor que hacer—
—Vale la pena esperar por Zafiro— confirma, y luego se tambalea. No puedo decir si esta borracho de alcohol o de sexo. Se me revuelve el estómago al pensar que sea lo último.
Veo a Jessy al otro lado del club, entreteniendo a un pequeño grupo de chicos con un baile erótico. En el escenario principal, otra bailarina usa el tubo, pero no es ni de lejos tan cautivadora ni tan hábil como Jessy. La mitad de la audiencia interactúa con diferentes chicas o charlan entre ellas. Paso a la barra en la pared del fondo y pido otro vaso de agua mineral con hielo. La camarera, una morena con coletas y pechos del tamaño de pelotas de Voleibol, aplastados en un sujetador deportivo, me mira con una ceja alzada.
—¿Otra vez? —
—Es todo lo que bebo en noches como esta—
Llena mi vaso con una sonrisa irónica. —Te voy a llamar el Oso Polar—
—¿Oso?— me considero bastante esbelto, no tan parecido a un oso como podrían llegar a ser algunos fanáticos del gimnasio.
—Suena bien, para ser un nombre artístico— empuja el vaso hacia mí por la barra. —Eres un tipo grande, podrías salirte con la tuya. ¿Te cortas el vello corporal o no? —
Me levanto con una risa. —Si—
—Mmm. El recortado Oso Polar. Tengo que subirte al escenario algún día, cariño. Aquí recibimos mujeres, y se comerían vivo a un tipo como tú—
—Gracias por la oferta— levanto mi vaso en señal de saludo. De ninguna manera me subiría a un escenario ni me acercaría a un tubo. Pero una mujer puede fantasear con lo que quiera. No la detendré.
Me acomodo en los lujosos asientos para pasar el resto del turno de Jessy. Va de un baile erótico a otro. Los hombres se la comen, y mierda, se ve sexy con cada mirada, cada respiración y cada inclinación. Para cuando termina con el baile privado, pasa rápidamente a mi lado, dándome una palmadita en el hombro.
—Me voy a cambiar. Nos vemos en la puerta en veinte, ¿de acuerdo? —
No espera mi respuesta. Cada centímetro de su piel brilla de sudor bajo las luces. Ha pasado las últimas cinco horas con esos tacones, lo que parece una imposibilidad física, y mucho menos moviéndose con gracia y sensualidad a cada paso.
Le envió un mensaje de texto a Piernas para avisarle que lo necesitaremos afuera pronto. Una vez que pago mis bebidas y dejo una generosa propina, —No seas un desconocido, ¿de acuerdo? — ronronea la camarera mientras le entrego el billete de cincuenta dólares, Jessy se dirige hacia mí con leggins y su chaqueta de cuero negra, agarrando las correas de una mochila nueva.
Todo rastro de las increíbles actuaciones ha desaparecido, salvo el delicioso lápiz labial intenso, el delineador de ojos y sus rizos, que están recogidos en una coleta baja.
—¿Oh, es tu amigo? — pregunta la camarera, señalando con la barbilla en mi dirección.
—Claro que si— dice Jessy con una sonrisa forzada, dándome una palmada en el hombro.
—Lo llamé Oso polar— dice la camarera, revelando su acento de Brooklyn.
—Aww, ¿te gusta ese— Jessy se pone de puntillas para pellizcarme la mejilla. —Eres un lindo osito polar—
—Todo lo que bebió fue agua mineral con hielo— continúa. —¿Cómo más voy a llamarlo? —
—Oso polar, te presento a Keisy— Keisy hace un gesto detrás de la barra y Vera sonríe a cambio. —Su nombre artístico es Jade. Es la mejor camarera de todo el club. Sus Manhattan te dejarán boquiabierto—
—Encantado de conocerte— le digo, —¿Tienen todas ustedes alter egos de piedras preciosas? —
Jessy se ríe. —La mayoría de nosotros—
—También dije que necesita subirse a ese escenario una o dos veces— añade Keisy.
—Oh, esa sí que es una buena idea— Jessy me mira de pies a cabeza.
—No va a pasar— confirmo.
Jessy y Keisy intercambian sonrisas y despedidas antes de que Jessy nos guíe fuera del club. Tomamos el aire fresco de la noche y Jessy se aleja por la acera. Me detengo bajo el toldo n***o del club y respiro hondo. La claridad me inunda ahora que estoy lejos de la iluminación seductora y los cuerpos desnudos.
—¿Qué estás haciendo? — Jessy se detiene a unos cinco pasos y mira hacia atrás. —La estación del metro esta por aquí—
—He pedido un coche— le digo. —Llegará en cualquier momento—
Sonríe con suficiencia. —No uso coches privados para ir a casa—
—A las diez de la noche de un domingo, deberías—
Su sonrisa se convierte en una mueca de desprecio. —Gracias por el consejo. El metro está perfectamente bien y es mejor para el medio ambiente. ¿Algo más? —
—Me gustaría repasar lo que encontré dentro del club esta noche— le digo. —Prefiero hacerlo en un espacio privado que en medio de una multitud con innumerables extraños escuchando—
Me hace un agujero en la cabeza con a mirada. finalmente dice: —Bien. Supongo que no me hará daño experimentar tu vida de lujo solo una vez antes de que te vayas para siempre—
La brillante camioneta Hamilton negra dobla la esquina, deteniéndose en la acera frente a mí un momento después. Las luces de emergencia parpadean y hago un gesto hacia las ventanas tintadas. —¿Lista? —
Camina con dificultad hacia mí y abro la puerta del asiento trasero, esperando pacientemente a que suba. No puedo apartar la mirada de la flexión de su trasero, solo pude ver los melones desnudos que había estado mostrando durante las últimas cinco horas.
Esta tarea definitivamente tiene que terminar. Confió en que Jessy cumplirá su promesa de irse a la mierda una vez que entregue mi informe final.
Una vez que ambos nos acomodamos en el asiento trasero. Piernas me saluda desde el asiento del conductor.
—Hola— se gira, con entusiasmo brillando en sus ojos oscuros. —No puedo creer que te esté mirando—
Jessy frunce el ceño y mira entre Piernas y yo. —¿Te conozco? —
Piernas mete la mano entre los asientos delanteros. —Me llamo Piernas. Soy conductor de los Hamilton—
Ella la recibe con vacilación. —Soy Jessy—
Piernas suelta una risa aguda. —¡Como no lo sé! Eres de lo único que mis chicos han estado hablando durante los últimas dos semanas. No puedo creer que te esté viendo con mis propios ojos—
Jessy se remueve en su asiento, asintiendo lentamente. —Encantada de conocerte—
—¿Ya has visto el edificio? —
—¿Qué edificio? —
—¡El que le pusieron tu nombre! — Piernas se ríe mientras se adelanta, integrándose al flujo de tráfico. —Tienes que verlo. Es una verdadera belleza. Tu y Kate estan ahí—
Jessy baja la barbilla, sin decir nada, mientras se examina las uñas. Una nube oscura parece descender sobre ella.
—Se lo enseñaremos pronto, estoy seguro— ofrezco, —Piernas, tengo algunas cosas que tengo que repasar con Jessy antes de que llegue a casa—
—Está bien, está bien— Me despide con la mano. —Tu haz lo tuyo, yo haré lo mío—
Piernas pone música a todo volumen en la parte delantera de la camioneta. Me aclaro la garganta, repasando la instantánea mental de mi lista antes de hablar.
—De acuerdo. Así que tu club tiene bastante buena seguridad, pero ¿normalmente hay un cargo por entrada o algún límite de admisión? —
Le toma un momento apartar la mirada de sus uñas antes de encogerse de hombros. —A veces ofrecen paquetes corporativos. Entrada gratuita con la compra de cierto número de salas VIP o algo así. normalmente cuesta 50 dólares entrar por la puerta. Tambien tiene un código de vestimenta—
Asiento. Me había dado cuenta de que todo el lugar se mantiene elegante. ni una gorra a la vista. —¿Qué pasa en las salas VIP? —
Se irgue con una risa. —Lo que quieras—
Siento como un nudo en el estómago. —¿Te estás acostando con gente ahí dentro? —
—¿Yo? No—
—¿Los hombres lo esperan? —
Una sonrisa tímida adorna sus labios. —Todos lo quieren. Pero no lo consiguen. Así es como ganamos dinero—
—¿Pero si los rechazas y se ponen agresivos? ¿Qué pasa entonces? —
—Normalmente están bien. Tenemos la reputación de ser un lugar con más clase. Nadie espera que lo follen en la sala VIP. Aunque presionan los limites siempre que pueden—
—¿Hay cámaras? —
—No en las salas VIP—
No es suficiente para mí. Hay demasiados riesgos. —Entonces, ¿Cuál es el plan de escape cuando un grupo de hombres quieren tomar lo que creen que es suyo? —
Su boca se abre y se cierra varias veces antes de desinflarse un poco. —Hay un botón de pánico. Es todo—
Me aclaro la garganta. —Que estoy seguro de que no podrás alcanzar en el noventa y nueve por ciento de los escenarios de emergencia. Genial—
—Es un riesgo que corremos en el trabajo— replica Jessy. —El dinero lo vale—
—¿Alguno de estos hombres te sigue alguna vez fuera del club después de tu turno? ¿Pueden rastrearte? —
—Nunca doy mi nombre real ni mi número. Me conocen como Zafiro, y tengo un plan B y un plan C para los hombres que presionan para conseguir mi número—
—No respondiste al resto de mis preguntas—
Levanta la barbilla. —Algunos han intentado seguirme—
—Jessy. Eso no es bueno—
—¿Qué quieres que diga? Es lo que es. Y si tu informe va a recomendar que renuncie a este trabajo, bueno, puedes guardártelo para ti, mierda—
Me froto las palmas de las manos, tratando de idear una estrategia a largo plazo para ella. Lo único que se me ocurre es protección diaria en el lugar de los hechos, dentro del club. Pero, Dios mío. No sobreviviré una tarea como esa. Seré como pasta en sus manos en un mes, como máximo, si tuviera que ver esa actuación varias veces por semana.
Repaso las ultimas preguntas que tengo para ella, principalmente cuestiones logísticas y de distribución de la zonas a las que nunca tendré acceso, y terminamos justo cuando Piernas llega a su edificio de apartamentos.
—No podría haber llegado ni un segundo antes— murmura Jessy, a medio camino de la puerta.
—Gracias por traerme, Piernas—
—Envíame tu horario para mañana tan pronto como puedas— le ordeno.
—Ya veremos— luego cierra la puerta de golpe y se pavonea hasta su departamento.
La veo irse, suspirando. —Suena como otro petardo Hamilton— murmura Piernas, más para sí mismo que para mí. Gracias a Dios, Jessy no estaba presente para oírse relacionada con ese apellido. Podría haberle lanzado un puñetazo a Piernas en la cara por eso.
Una vez que está dentro del edificio y la luz de su apartamento se enciende, me relajo en el asiento trasero. El turno de esta noche ha terminado. Y si Jessy cumple con su palabra, solo queda uno mas.