10- No es una tonteria inmadura

3102 Words
JESSY Me despierto en una habitación oscura. Sombras desconocidas. Mis extremidades se ponen rígidas mientras lucho por reconstruir lo que estoy viendo y donde diablos estoy. Las sábanas lujosamente suaves debajo de mí son la primera pista. La respiración rítmica de alguien a mi lado. Me apoyo en el codo, frotándome los ojos para quitarme el sueño. Ritz Carlton. Entrecierro los ojos entre la oscuridad, buscando a tientas mi teléfono. Echo un vistazo a la pantalla: 7:01 am. Genial siete de la mañana y Siete a mi lado. Otra vez. Me acomodo de nuevo en la cama, ahora que estoy segura de que todo está bien. Apenas había dormido cuatro horas. Seguramente puedo volver a dormirme en este oscuro remanso de comodidad. Pero en unos instantes mi mente comienza a divagar. La forma en que Siete había despegado a Byron de mi como un muñeco de trapo. La forma en que ni siquiera se inmutó cuando convirtió la cara de Byron en un desastre sangriento. Lo segura que me había sentido acunada en sus brazos, llorando como un bebé. Una seguridad que no había sentido en…mierda. Demasiado tiempo para recordarlo. La parte triste es que nunca pensé que me hubiera sentido tan segura. Nunca había visto a alguien derrotar a mis torturadores o acosadores. No con éxito, al menos. Kate lo había intentado, cuando la asignación al hogar de acogida era demasiado dura. Pero por lo general, terminaba con ella también siendo arrastrada. Se me hace un nudo en la garganta y me giro de lado. En las sombras de la habitación, mi mirada se posa en la silueta de Siete en la cama junto a mí. Estoy prácticamente a un brazo de distancia, pero puedo sentir su calor como si nos tocáramos. Dormir será imposible. ¿O tal vez solo tengo que orinar? Definitivamente necesito intentar orinar. Me deslizo fuera de la cama tan silenciosamente como puedo, caminando de puntillas hacia el baño. Intento cerrar la puerta lo más silenciosamente como es humanamente posible, tan lenta y cuidadosamente que parece que me toma diez minutos lograrlo. Enciendo una de las luces del protector contra salpicaduras, dudando en ponerme en modo diurno con tanta luz y actividad. Necesito dormir más, maldita sea. Incluso si compartir la cama con Siete lo hace imposible. Me siento en el inodoro un rato, intentando orinar y sin éxito. Me miro las uñas. Me acomodo la raya de pelo. Me inspecciono los muslos en busca de celulitis. Cuando han pasado diez minutos o una hora, me doy por vencida y comienzo mi silencioso viaje de regreso a la cama. Cuando la puerta se cierra, hace un clic que resuena tan fuerte por el silencioso dormitorio que me estremezco. Y entonces oigo otro clic. La mano de Siete está en la Glock y se está levantando de la cama. —¡No dispares! — Levanto las palmas de las manos. —Solo tenía que orinar— Siete se arrastra su mirada nublada hacia mí y luego deja caer el arma. Se desploma de nuevo en la cama, el tenue contorno de su pecho desnudo borra cualquier breve pánico que haya sentido por ser una intrusa equivocada. No puedo apartar la vista del mientras rodeo la cama y vuelvo a mi lado. ¿Por qué esta habitación no tiene más luces de noche? Estoy desesperada por ver bien al hombre. Es todo líneas duras, duerme con un arma literal en la mano, pero de alguna manera es el lugar más seguro y suave que he llegado a conocer. Y ni siquiera conozco a este tipo. No del todo. Retomo mi posición anterior en la cama, de espaldas a Siete, acurrucada entre infinitas almohadas. Pero el sueño no llega. Sin embargo, la luz del día si llega. Se cuela a través de la única cortina que oscurece la habitación y que no había cerrado por completo, dándole a la habitación la suficiente luminosidad para asegurarme de que no me vuelva a dormir. Suspiro, dándome la vuelta sobre mi espalda. Y luego me giro hacia el otro lado, mirando la amplia extensión de la espalda de Siete. Días>> Devoro la vista como si fuera mi primer trago de agua después de una noche completa en el club. Líneas de corte, trapecios definidos, un mundo de maravillas de músculos y piel aceitunada. Cicatrices cruzan su hombro izquierdo. Admiro las líneas precisas de su desvanecimiento durante lo que parece media hora. Cuando se gira sobre su espalda y se pasa un brazo por encima de la cara, disfruto de la oportunidad de ver su cuerpo desde un nuevo ángulo. Vello axilar oscuro y áspero. Finalmente, afortunadamente, veo los bíceps que hacen que sus camisas abotonadas se tensen en las costuras. Aprieto mis piernas juntas, mi mirada vagando hacia abajo. La sabana esta tirada sobre su estómago. Pero el hombre debe tener abdominales perfectos. Con brazos como esos, sería ilegal no tenerlos. Por el amor de Dios, este hombre tiene abdominales. Seven suspira, moviendo su brazo de sobre su cara. Gira la cabeza hacia mí, mirando a través de una rendija en su ojo. —¿Siempre miras fijamente a la gente mientras duerme? — Estoy tan atónita por el hecho de que se ha dado cuenta de que lo estoy mirando que mi boca se abre de golpe como la de un pez. —Estás haciendo que sea imposible permanecer dormido—añade. Mi cerebro se pone en marcha. —Solo intento averiguar donde almacenas toda tu calidez y buen humor— Una sonrisa burlona se curva en la comisura de su boca mientras sus ojos se cierran. —Nunca lo sabrás— Suspiro, alejándome de el. —Empiezo a pensar que no tienes nada en absoluto— —Los agentes de protección personal no están obligados a tener nada— La aspereza matutina de su voz hace que mi coño se apriete. Aprieto los ojos con fuerza. ¿Por qué este hombre es tan insoportablemente atractivo? —Entonces, puedo cancelar mi búsqueda— Ahueco la almohada debajo de mi cabeza, deseando ya echar un último vistazo a su rostro sexy. Todo en lo que puedo pensar es en cómo se sentirá contra mi piel desnuda. Envuelta en él, debajo de las sábanas. Estamos tan cerca, pero a un mundo de distancia. Las sábanas crujen al caer de su lado de la cama. La puerta del baño se cierra con un clic un momento después. Miro su lugar abandonado en la cama, buscando, pero no sé qué. Una parte de mi quiere oler su almohada, pero eso es jodidamente raro, demasiado raro incluso para mí. Resoplo, apartando las sábanas. Bien puedo levantarme y empezar a pensar que vendrá después. Abro las cortinas, dejando entrar la cegadora y hermosa mañana. De hecho, me quedo sin aliento ante la vista del Parque Central a través de las ventanas. Nunca había visto el parque desde este ángulo en todos mis años viviendo en la ciudad. Aunque sé que El Parque Central es técnicamente grande, verlo desde esta altura lo hace parecer una jungla extensa. La copa de los árboles varia del verde oscuro al amarillo vibrante, naranja y marrón oxidado en varios tonos de gloria otoñal. La puerta del baño se abre y me giro para mirar a Siete. No sé qué espero. ¿Totalmente vestido, pistola enfundada, programación regular? No estoy preparada para lo que veo. Cabello castaño oscuro despeinado. La mandíbula cuadrada que enmarca esos labios perfectos y carnosos. Sus ojos color azul cielo recorriendo mi cuerpo, dejando pequeñas explosiones a su paso. Y su cuerpo, gloriosamente descubierto, disponible para su visualización. Sus bóxer negros un bulto anormalmente grande entre sus piernas. parpadeo un par de veces, preguntándome si es una ilusión óptica. Su pene no puede ser tan grande cuando esta blando, ¿verdad? Intento desesperadamente no mirarlo fijamente, moviendo mi mirada en su lugar hacia sus muslos esculpidos. Vello oscuro en las piernas. Y los abdominales… oh, Dios, los abdominales. Frunzo el ceño mientras lo contemplo. Cuanto más lo miro, más enojada me pongo. Se detiene en la puerta, entrecerrándome los ojos como si este encuentro pudiera salir mal. —¿Por qué te ves tan enfadada? — —Solo…llevas ropa interior— Parpadea un par de veces. Su confusión me ayuda a darme cuenta de que no tengo mucho sentido. Pero no hay forma de que pueda explicarlo. No sin revelar mi identidad. —Tu también— dice. —Claro, pero yo soy como…— hago un gesto hacia mi camiseta sencilla y ropa interior, que está casi oculta por la camisa. —Me has visto con mucho menos— —¿Debería ponerme pantalones o…? — —No. Está bien. Es decir, a menos que lo estes planeando. No quiero planificar tu ropa. No soy tu madre— Salgo de la habitación como un rayo, tratando de actuar con confianza. Pero por dentro, me estoy derrumbando. Ni una palabra de lo que he dicho tiene sentido. Solo necesito alejarme de esos muslos de hombre. Y de la posible polla monstruosa. Después de abrir todas las cortinas de la sala y observar las copas de los árboles del Parque Central durante unos minutos, decido que mi fascinación por el cuerpo de Siete puede terminar. He visto muchos chicos guapos en mi vida. Sus abdominales no son nada nuevo, aunque tal vez pueda limpiar un par de calcetines en ellos si fuera necesario. ¿Ese bulto en su ropa interior? Probablemente relleno con papel higiénico para parecer más impresionante. Y ahora que lo pienso, su nariz estrecha y ligeramente torcida no es tan infrecuente. He visto más pieles bronceadas, peinados más precisos. —¿Entonces supongo que estás lista para empezar el día? — su voz grave en la sala me saca de mis pensamientos. Me giro para responder, pero mi voz se marchita y desaparece por completo. Lleva los mismos pantalones negros planchados con un cinturón…y nada más. La visión de su torso esbelto cortándose hasta la ropa de vestir casi me deshace en el acto. Me observa con curiosidad mientras se sienta en un sillón frente a mí. El crujido de su vientre inicia una nueva ola de aleteos en mi v****a. —¿Qué pasa ahora? — pregunta. —Me puse los pantalones— Suspiro y vuelvo a la ventana. —Realmente quería dormir más. Pero ahora hay demasiada luz. Simplemente no puedo— —Empezar el día temprano no es malo. Tenemos mucho que hacer— Cruzo los brazos, perdiéndome de nuevo entre los árboles del Parque Central. —Supongo que si necesito empacar mi apartamento— —Enviáremos a alguien para que lo haga por ti. No necesitas regresar ahí. De hecho, no deberías. Estoy hablando del elefante en la habitación— Me muerdo el labio. Debo de ser muy transparente. ¿Sabe lo mucho que deseo tener sexo con el? —¿Y eso es…? — —Estar en la misma página que tus hermanos— Mis hombros se hunden. —Oh— —Después de lo que paso anoche, tenemos que hablar con ellos. No les he dicho ni una sola palabra sobre Byron, pero lo hare. Deberes estar allí para dar tu opinión— —¿Puedo presentar una declaración por escrito en su lugar? — Siete suspira, la primera muestra de exasperación honesta que he escuchado de él. Me giro para observarlo mientras hunde la cara entre las manos. —¿Cómo es posible que te resistas tanto a que tus hermanos intenten ayudarte? — La pregunta me deja atónita. Sobre todo, porque la ha hecho con tanta honestidad. No sé cómo responder sin revelar las enormes cavernas de mi corazón. —Nunca han estado ahí para mi— digo finalmente. —¿Por qué empiezan ahora? Es demasiado conveniente— —Ni siquiera sabían que estabas viva— dice sucintamente. —¿Cómo pudieron estar ahí para ti cuando pensaban que estabas dos metros bajo tierra? — —Sería más fácil para todas las partes involucradas si siguieran pensando que estoy muerta— replico. —Entonces no tendríamos que pasar por estas estúpidas charadas. —Y te habrían violado en tu pasillo anoche— El silencio se hace entre nosotros. Mi mirada baja al suelo porque no puedo soportar la intensidad de Siete en este momento. —Parece que te están cuidando— dice unos momentos después. —Ahora que saben que estás viva— —Bueno, eso es lo que piensas— murmuro, sintiéndome como una adolescente petulante. —Déjate de tonterías inmaduras— —Ser abusada años en el sistema de acogida no es una tontería inmadura— espeto, inclinándome hacia adelante. —Ver como vendían a mi hermana para el tráfico s****l no es una tontería inmadura— Siete se frota la cara de nuevo. —No es eso lo que estoy diciendo— —Todos son del equipo Hamilton, pero ni una sola persona se ha quedado para ser del equipo Haynes. Y eso ha sido así desde que cambiaron su apellido. Recuérdalo cuando visitemos a tus queridos jefes— paso furiosa junto a él y entro en el dormitorio, ansiosa por terminar la conversación. La emoción me oprime la garganta y no quiero llorar delante de él. No otra vez. No dos veces en doce horas, por favor, Dios. Voy directamente al baño para comenzar mi rutina matutina. Él quiere visitarlos, bien. iré. Pero será rápido. Y solo por esta vez. Kate tendrá que entender, dondequiera que este en el más allá. Kate había despotricado cada vez más duro contra Asher y Dominic a medida que crecíamos. Nos dejaron. Nos abandonaron. Nos dieron la espalda. Eran los afortunados hijos de puta que consiguieron la buena familia y nunca intentaron llevarnos con ellos. Kate era tres años mayor que yo, así que ella tenía trece años y yo diez cuando llegamos a nuestra última familia de acogida. La del infierno. Kate ya había tenido sexo para entonces. Obsesionada con los novios, con encajar con verse bien. Se maquillaba en el baño de la escuela después de que bajábamos del autobús y algunas noches ni siquiera volvía a casa. A Salma nunca le importó. Éramos cheques que vivíamos con ella, una excusa para cobrar. Había otros cinco niños de acogida en esa casa, con edades comprendidas entre los siete y diecisiete. A algunos les gustaba unirse contra mí y la más pequeña como podían. Kate lo impedía cuando estaba en casa, pero cuando no, me acerraba en armarios o garajes durante horas, hambrienta, con frío y desesperada por cenar. Empeoró a medida que crecíamos. Cosas en las que no me gusta pensar. Intentábamos ocultar los moretones con mangas largas y maquillaje. Cuando Salma empezó a exigir que la ayudáramos a pagar el alquiler, ya tenía un “trabajo” para Kate, ya que era mayor. Podía reunirse con uno de los amigos de Salma y hablar un rato. Solo hablar. Eso era todo. Nunca vi lo que pasaba cuando Kate desaparecía en los vehículos de los “amigos” pero siempre regresaba silenciosa y llena de tensión. A veces desaparecía durante días y luego regresaba con un gran fajo de billetes, con aspecto nervioso y extraño. Fue entonces cuando descubrí como las drogas cambian a una persona. De primera mano. Kate tenía catorce años cuando me dijo que era adicta. Yo tenía once. No tenía ni puta idea de lo que eso significaba. Pero ella lo llevaba como una insignia de honor, y yo no sabía lo suficiente como para ayudarla. Pero cuando Kate estaba en su peor momento, nuestros hermanos estaban en el último año de preparatoria. Kate no quería tener nada que ver con ellos; tampoco quería tener nada que ver conmigo. Apenas la reconocía para entonces y tenía miedo de estar cerca de ella. Murió meses después de cumplir diecisiete. Y me di cuenta de que mi hermana había tenido razón sobre nuestros hermanos. Después de graduarse. Podrían habernos llevado. Podrían haber sido nuestros adultos. Pero en su lugar se fueron a la ciudad de Nueva York. Y luego nunca supimos de ellos. Protegerme de ser violada en mi pasillo apenas araña la superficie de compensar todas las demás cosas de las que no me había protegido durante mi infancia. No sé cómo decirles a Siete que el repentino cuidado y atención de mis hermanos no significa nada. Un golpe suena en la puerta del baño, sacándome de mis pensamientos. —¿Qué? — grito, dándome palmaditas de base de maquillaje en la cara. —¿Estás decente? — —Nunca estoy decente. ¿Qué quieres— —Voy a avisarles a tus hermanos que estaremos allí en una hora. ¿Suena bien? — —Lo que tu digas, Jefe supremo— Meterme bajo la piel de Siete es mi nuevo objetivo en la vida, especialmente desde que los eventos de la noche anterior había eliminado la fecha de finalización de nuestro acuerdo. Me pongo maquillaje mínimo, me agrego brillo de labios y luego vuelvo al dormitorio para ponerme leggins y una camiseta. Como siempre, los combino con mis botas y mi chaqueta de cuero, mi atuendo favorito en mi tiempo libre. Para cuando estoy lista para irme, son un poco antes de las nueve de la mañana. Cuando me reúno con Siete en la sala, me espera una variedad de comida. inclina la cabeza hacia el desayuno sorpresa: tortillas, papas hash-brown, wafles pequeños, una bandeja entera de fruta. —Cortesía del equipo Hamilton— dice, recuperando esa sonrisa segura de sí mismo. —Muy lindo— lo miro de reojo mientras me meto una uva a la boca. —Me alegra ver que finalmente te has vestido del todo— —Estaba a punto de decirte lo mismo— Resoplo, tomando un plato pequeño y llenándome las papas. —¿Comiste? — —No como tan temprano— —Oh— lo miro por encima del hombro, sintiendo la broma burbujear dentro de mi hasta que es demasiado fuerte para guardarla. —Debe ser porque te estás haciendo mayor, ¿eh? ¿Lastima tu digestión para comer fuera de tu rutina habitual? — La diversión brilla en sus ojos, aunque no me dedica una sonrisa. —Órdenes del médico— —Probablemente lo visitas mucho— —¿Comerás para que podamos irnos? — —Claro— sonrió mientras añado un pequeño wafle a mi plato. —Pero ahora que lo dices, mucho más lento de lo que había planeado— Siete solo se encoje de hombros y me mira sin decir nada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD