BERLÍN, ALEMANIA. Becca tragó saliva mientras esperaba pacientemente en la entrada. Tenía planeado entrar a la fuerza si no le permitían entrar pues esa alguna vez era su casa y aún lo era, lo era hasta que un juez dijera lo contrario. Esperaba que Johan mantuviera la cabeza clara despues de haber pasado unas semanas y que pudiera escucharla con más calma. Esperaba poder lograr algo. Grande fue su sorpresa cuando en vez de la silueta de su marido se quedó mirando fijamente a su hijo que había salido por la gran puerta de doble hoja. No tenía idea que Henrik estaba en Alemania y menos en casa, lo que quería decir que ahora lo sabía todo. La mujer no dudó en acercarse a él para abrazarlo pero Henrik no pudo responder el abrazo. —¿Cuándo has llegado? ¿Por qué no respondes mis llamadas

