Capítulo treinta y tres Lo besé. Lo besé y lo calmé. Ahora simplemente estoy tratando de aguantarme todas las malas miradas por parte de las madres solteronas a las que le deje claro que él no está disponible, y eso que simplemente le di un solo besito, uno solo. No me quiero ni imaginar como la estaría pasando si de repente estuviera con él de la mano y que estuviéramos riendo y que estuviéramos la par de cariñosos como algunas personas que han pasado bromeando y demás sobre la vida. —¿De verdad todo bien con tu esposo? —Héctor me señala con la barbilla a Leo y le asiento mientras observo su postura de superioridad ante los demás y mirada de poco importa con todas las tipas que pasan en frente de él haciéndole ojitos —se le nota cabreadísimo y que se quiere ir. —¿Te sorprender

