4<Caso Simulado

1119 Words
Capítulo cuatro Este tipo realmente es impresionante.  Todos los argumentos que ha dado y puesto han dejado pensando al jefe del departamento con la boca abierta sin saber que responder o como contraatacar, y eso que él mismo escogió ser acusado. Suspiro y me acomodo mejor en las gradas mientras analizo la situación en la que está el acusado y el acusador.  No hay perdedero y aunque me duela y a la vez me emocione, porque por una parte no quiero tenerlo a él encima de mí controlando lo que hago y soy, pero por otra me gusta que sea él quien lleve la delantera, porque mi vida se transformaría en un verdadero incordio si el jefe del departamento está todo el día pegado a mí.  —¿Y bien? ¿Qué tiene que decir contra el acusado, señor Trevor? —cuestiona mi padre haciendo de juez y este le levanta el dedo índice mientras busca algo en sus paginas que lo ayude a atacarlo, sin embargo en su mente sabe que ya está derrotado por el tipo con una enorme sonrisa Colgate del otro lado de la fila.  Leo, Leo, ¿Quién eres tipo chantajista?  —Señor juez, —lo llama el chantajista de cuarta y mi padre le sede la palabra haciendo que él inmediatamente salga de su podio y se acerque amenazante al que era su jefe antes —debo añadir que mi acusador tampoco desarrolla un buen papel en el lugar de empleo que le dio, —sus ojos vienen a mí y aprieto la mandíbula al mismo tiempo que le doy una mirada intensa para que no diga más de lo que tiene que decir.  No es que mi padre no sepa por lo que yo paso todos los días, porque él mismo me pregunta al llegar a casa cómo me fue con los empleados, pero no quiero que el tipo de ojos verde azulados que me chantajea diga más de lo que tenga que decir frente a las demás personas que simulan estar aquí de espectadores.  —¿Tiene usted alguna prueba de ello? —pregunta mi padre de forma monótona y él asiente seguro.  —¡Objeción! —grita el jefe del departamento y mi papá o en este caso el señor juez levanta la mano para que se calle y el tirano en mi vida pueda seguir hablando. —Sí, la tengo —camina de un lado otro y junta las manos —pero para ello necesito una copia de las cámaras de seguridad del Bufet —se frena al estar en frente de mí y ladeo la cabeza con una leve sonrisa fingida sabiendo que es lo que está a punto de hacer.  Te voy a ahorcar luego de que salgamos de aquí.  No tengo pruebas, pero tampoco dudas.  >>—Además de que me gustaría que pasara la señorita Natasha West al podio, ya que le quiero hacer unas cuantas preguntas debido a que su aparición tiene un cincuenta porciento de efectos en la toma de decisiones de dicho jefe de departamento llamado, Trevor Salazar.  Cierro los ojos por un momento y levanto la mano antes de levantarme —Su señoría, me niego a responder cualquier pregunta que tenga ámbito en mi vida privada.  —De hecho, no puede —contraataca él —el caso está basado en usted y sin usted, no ha y caso, ¿o me equivoco señor juez? —cuestiona hacia mi papá y este me señala a que me siente a su lado.   Rayos, ¿por qué tiene que ser tan malditamente bueno en lo que hace?  De verdad que es un tipo impresionante, pero que no me meta en sus líos.  Niego abiertamente y observo el reloj en mi muñeca. Ya casi es la hora en la que tengo que reunirme con mi cliente y aún sigo aquí.  Pegada a estos dos por un caso absurdo.  —Papá, me tengo que ir. —recojo mis cosas y Leo levanta sus cejas, porque sabe que acabo de cortar toda la actuación que ellos tienen —escoge al que mejor lo ha hecho, aunque para mí ha sido la persona que tengo en frente —digo honestamente y giro a ver al jefe del departamento dándole una vista suave para que no piense que lo estoy dejando de lado porque quiero, aunque en realidad sí es así —lo ha hecho bien, pero su falta de argumentos, de respuestas validas y serenidad me hicieron dudar de lo que estaba diciendo, lo siento, y espero que esto no dañe la relación tan amena que tenemos como colaboradores —salgo de la sala dejando a todo el mundo perplejo y corro hasta el elevador donde toco rápidamente el botón de subida para que me lleve a la planta donde están todas mis cosas.  Las puertas se abren y al irse cerrando una mano las detiene y entra él mientras presiona el botón que va a nuestra planta.  —¿Hacia a dónde nos dirigimos? —su voz me hace girar a verlo mientras subimos —¿Qué? Gané por votación unánime y tu padre me dio el permiso para que fuera tu secretario tal y como lo era hace un par de horas, aunque aquí entre nos —nos señala y salimos del ascensor con dirección a mi oficina —tú y yo sabemos que en realidad tú eres mi secretaria y yo tu jefe.  Me detengo al entrar y Leo cierra la puerta detrás de él. Ahora si puedo comportarme de la forma en la que debería comportarme.  Me giro —En realidad yo sigo siendo la jefa sin importar qué —me acerco a él de forma amenazante, pero este no retrocede ni un centímetro haciendo que la diferencia de altura, incluso al yo portar tacones, sea grande —que hayas descubierto quien soy en realidad no te da derecho a tratarme como una normalucha que a penas está en la practica de la abogacía, ¿entendido, señor secretario? —pongo mi dedo índice en su pecho —no me saques de mis casillas.  Leo levanta sus manos en forma de rendición y remoja sus labios, se separa de mi área y retrocede sin dejar de verme hasta la puerta, la abre dejándome ver a todas las personas detrás de esta en sus puestos de trabajo y la vuelve a cerrar.  —Y recuerda que yo soy el que justo ahora tiene tu vida en las manos, así que por más que me digas, por más que me amenaces sabes que vas a terminar haciendo lo que yo te diga, ¿entendido, señora jefa?  ¡Ahhhhhh! Como me molesta que en todo tenga la razón. 
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