Dyson saca un pañuelo. Odio arruinarlo, pero al mismo tiempo estoy ansiosa por limpiarlo. Me limpio la boca y me ayudan a ponerme de pie. El señor Preston me atrae hacia su cuerpo. No tengo energía para argumentar que debo ser un desastre de maquillaje y lágrimas. Simplemente me desplomo contra su pecho. Cuando pasa sus dedos por mi cabello que lleva mucho tiempo caído de su recogido suelto, se siente como el cielo.
Uno de ellos debe haber llamado al coche, porque sólo tenemos que caminar unos pocos pasos hasta una limusina que nos espera y que se detiene en la acera.
Estoy tan exhausta que apenas cuestiono el hecho de que el señor Preston se deslice en el asiento largo junto con Dyson y yo.
¡Oh no, su boda…!
Pero cierra la puerta y es obvio que quiere ir con su hijo a llevarme a casa. Nuevamente, los dos hombres me flanquean a cada lado.
Un sándwich de sonia. El estúpido pensamiento me hace reír.
El señor Preston me lanza su sonrisa de cien vatios. —Después de todo eso, ¿qué te hace reír, dulce niña?—
Me tapé la boca con la mano, mortificada. —Nada—, susurro, luego busco mi cinturón de seguridad. ¿Las limusinas tienen cinturones de seguridad? Mis dedos se sienten tontos mientras me acerco a ciegas al asiento. Estoy en el medio, entonces ¿dónde...?
—Aquí tienes, cariño—, dice Dyson, extendiendo la mano sobre mi regazo y tirando de una correa. Se ha quitado la chaqueta del esmoquin y su olor me asalta.
Santo cielo.
Huele muy bien. Es una colonia diferente a la que usa su papá. Pero realmente... simplemente, mmm. Me sorprende que cualquier cosa pueda olerme bien con las náuseas que tenía hace unos minutos. Pero maldita sea, ese chico huele comestible. Mis ojos lo siguen mientras él se retira y me abrocha.
Luego me recuesto en el lujoso asiento de cuero y cierro los ojos. Dios, mis pensamientos están por todos lados. Necesito dejar que este horrible alcohol desaparezca y salga de mi sistema. Entonces podré volver a ser mi yo normal y en control.
Sí, descansaré un poco.
La limusina arranca. El cristal oscurecido entre el conductor y el asiento trasero está levantado, así que no puedo verlo. Es como una pequeña y tranquila habitación nuestra aquí atrás. Tranquilo, aislado y seguro de todo el mundo. Dyson y su padre son muy cálidos a mi lado.
Me siento tan cálida... y segura... y...
***
—Despierta la bella durmiente—. El susurro bajo y retumbante es suave, es fácil fingir que es sólo parte de mi sueño. Un apuesto caballero vikingo ha venido a salvarme de la malvada, malvada Reina Madre, que me ha encerrado en una torre alta. El caballero tiene el cabello más rubio y los ojos más verdes: ojos sabios llenos de brillante intensidad. Cuando me mira, siento como si estuviera penetrando directamente hasta mi centro. Él puede ver todos mis deseos, incluso los oscuros que quiero ocultar al mundo.
Me doy vuelta y me acurruco en mi cálido colchón.
—Creo que está feliz donde está, papá—.
La voz me resulta familiar. Estoy en uno de esos sueños en los que soy consciente de que estoy soñando pero no quiero salir de él todavía. Miro hacia arriba y allí, al lado del primer caballero vikingo, hay un segundo caballero, igual de guapo que el primero, pero más joven. Mientras que el primero desprende un aura de sabiduría y la sensación de que lucharía contra el mundo entero para mantenerme a salvo, el segundo es todo fuego y lujuria.
Me mira fijamente con abierta necesidad, la espada larga brillando en la luz.
Juntos corren hacia adelante y me liberan de las cadenas con las que la Reina Madre me ató a la cama. Y luego, a su vez, me agarran la cara y dejan caer sus labios sobre los míos, uno tras otro. Mis ojos se abren de golpe y una mano se dirige a mi estómago.
—¿Te sientes mal otra vez?— Miro a los ojos preocupados del señor Preston. Entonces es cuando me doy cuenta de que mi cabeza está en su regazo.
Así es. De alguna manera, durante el viaje en limusina, logré recostarme en el asiento: mi cabeza en el regazo del Sr. Preston y mis muslos sobre las piernas de Dyson. La mano izquierda del Sr. Preston descansa casualmente sobre mi cabeza, su mano juega con un mechón de mi cabello castaño justo debajo de mi oreja.
Me levanto de golpe, alejándome de ambos.
—¿Estás bien?— Me doy cuenta de la pregunta del señor Preston a través de mi mortificación.
—Estoy bien.— Me estremezco. En realidad, me siento como en el infierno. —. Sólo necesito dormir un poco—. Entonces siento que mis mejillas arden. —En mi cama—, aclaro, luego me siento estúpida. Porque obviamente ahí es donde debería estar durmiendo. No acurrucarme contra estos dos hombres que todavía son básicamente extraños para mí.
Dyson aparentemente lee algo de lo que siento en mi cara porque me frota el hombro. —Ahora somos familia. Esto es lo que hace la familia. Nos ayudamos unos a otros. Está bien.— Su otra mano se une a la primera hasta que me da un suave masaje en la espalda que se siente divino. Tengo que luchar contra el impulso de relajarme contra él.
—Debería entrar—, digo, mirando al Sr. Preston. —Y deberías volver a la fiesta—. De repente mi cerebro se pone al día y me doy cuenta de todas las implicaciones de lo que mi pequeño truco ha interrumpido. —Ay dios mío.— Mi mano se eleva para cubrir mi boca. —¡Tu noche de bodas!— Casi tropiezo al llegar a la puerta de la limusina y abrirla. —Déjame solamente-—
La risa repentina del señor Preston y de Dyson interrumpe mis movimientos de pánico.
Los miro como si fueran ellos los que bebieron demasiado.