Estaba parada justo frente a la que se estaba convirtiendo en la tumba de mis padres cuando su mirada gris se cruzó con la mía color verde, la cual estaba completamente borrosa a causa de la manera tan inconsolable en la que estaba llorando. Creí que era tan solo uno más de esos desconocidos amigos de mi padre que se había acercado a darle su último adiós.
Mi mejor amiga Carla me abrazaba fuerte e intentaba consolarme diciéndome que ella estaría siempre conmigo. Tenía claro que sus palabras eran ciertas, nos conocíamos desde los seis años y éramos inseparables.
Había mucha gente a mi alrededor escuchando atentamente las cálidas palabras que el cura decía acerca de mis padres Salvatore Ferrara y su esposa Paola Di Casio. Cada una de estas personas me observaba con demasiada atención. No sé qué es exactamente lo que intentaban averiguar, pero fuera lo que fuera aquella mañana gris no era la mejor para intentar conocer a la nueva heredera del imperio de moda “Salvatore Ferrara.”
El cura dio por terminada aquella misa que tuvo que ser traducida a italiano para los empresarios internacionales que viajaron hasta San Francisco y todos lanzaron rosas blancas sobre los féretros donde ahora descansaban en paz los restos de las dos personas más importantes que había en mi vida.
Sentí desplomarme al ver que ya habían descendido hasta lo más profundo. Mis rodillas rozaron el césped y no me importaba que llevara un vestido puesto o que todos aquellos extraños estuvieran mirándome con lastima. Solo me importaba mi dolor y la rabia de que alguien me arrancara a mi familia de mi lado. Mis puños estaban cerrados a causa de todos los sentimientos que llevaba por dentro, y fue justo en el instante que quise gritar; cuando una mano se posó sobre mi hombro.
—A tu padre no le gustaría verte así. — me dijo una voz gruesa masculina.
Muy confundida levanté mi mirada mientras intentaba apartar las lágrimas de mis ojos, y me encontré nuevamente con esos ojos grises que me habían mirado antes.
— ¿Quién eres tú? ¿De dónde conoces a mi padre? ¿Acaso eres uno más de todos estos empresarios italianos que yo ni conozco? – pregunte mientras me ponía de pie y en mi voz estaba reflejada esa mezcla de rabia y dolor que me consumía.
Me di cuenta que este desconocido era mucho más alto que yo porque apenas y podía mirarlo a los ojos sin que me doliera el cuello. Decidí no esforzarme más y simplemente no hacerlo más.
—Soy Alessandro Mancini, y no, no soy un empresario de esos que tú dices. En realidad, era la mano derecha de tu padre en la empresa. — me expresó muy seguro.
Allí estaba nuevamente esa maldita empresa siendo mencionada. Sentía mucha impotencia cada vez que alguien se refería a ella como si fuese algo bueno, ese imperio como muchos le llaman fue el causante de la muerte de mis padres. Ese fue su mejor secreto guardado y por su culpa yo crecí rodeada de mentiras.
—¡No quiero saber nada con esa empresa! — refute e intente alejarme, pero su mano, la cual prácticamente podía sujetar todo mi brazo, me detuvo.
—Tu padre me había hablado mucho de ti. Me conto lo valiente, inteligente, y alegre que eras, pero, veo que se equivocó. Frente a mí solo veo a una mujer cobarde y llena de ira. — me dijo mirándome fijamente.
No podía creer su descaro ¿Cómo se atrevió a hablarme así en medio de ese momento tan doloroso que yo estaba viviendo?
Estaba enfurecida… Moví mi brazo con fuerza hasta conseguir que me soltara. —¡Tú no me conoces! — le grite y no me importaba si alguien nos estaba viendo. —¿Tienes idea de cómo me siento ahora? Mataron a mis padres por si no te has enterado. — le recordé y sin poder controlarme, salí huyendo del lugar.
Necesitaba estar sola. Necesitaba llorar sin que nadie estuviera pensando “pobre chica, no sabía que su padre era quien era.” Necesitaba hacer mi duelo como quien yo creía que era; una chica normal.
Me aleje tanto que llegue frente a un lago que había dentro del mismo cementerio. Me deje caer sobre el césped y rodee mis piernas con mis brazos, por primera vez sentí algo de paz aquel día. No sé si fue el agua, si fue el sonido de las aves, o si fue que estaba lejos de toda aquella gente desconocida para mí.
Mi paz no duro mucho tiempo porque él se sentó a mi lado. —Valentina, se perfectamente cómo te sientes, y por eso estoy aquí. Tu padre me encargo que si algo le sucedía yo fuera quien te cuidará y te guiará en lo que será tu nueva vida. — expuso y tuve que mirarlo.
Estaba muy confundida ¿Quién creía que era? —Tú no eres mi padre. — le aclare y respiro profundo.
—Lo sé, pero a partir de hoy tu vida no será la misma. Te aseguro que necesitaras de mi para afrontar todo lo que está por llegar. — explico y fue en ese preciso instante, donde me percate que todo estaba cambiando para mí.
No sé si estaba lista, pero ¿tenía otra opción?