Capítulo XI Me escuchó con la cabeza a un costado, y tuve otro atisbo a través de un desgarrón de la bruma en la cual se movía y en la cual tenía su ser. La tenue luz de la vela chisporroteó dentro de la bola de vidrio, y eso era todo con lo cual contaba para verlo; a su espalda estaba la negra noche, con las estrellas claras, cuyo brillo distante, dispuesto en planos cada vez más lejanos, atraía la mirada hacia las profundidades de una oscuridad mayor; y, sin embargo, una misteriosa luz parecía mostrarme su cabeza juvenil, como si en ese momento el joven que tenía dentro de él chispeara y expirase durante un instante. —Usted es una muy buena persona por escucharme de esta manera —dijo—. Me hace bien. No sabe lo que es para mí. No sabe… —parecieron faltarle las palabras. Fue una visión c

