Si no eres tú, ¿quién?

2823 Words
—Claro, como ahora Camilo tiene vida s****l activa, se cree el gran macho —se burló Miguel. —No me creo el gran macho, —replicó Camilo— no harás que cuente mi vida íntima con ese tipo de comentarios. Cristian solo se limitaba a escuchar la conversación de sus amigos mientras tomaba su limonada en silencio. —Pero, estamos en confianza —dijo Miguel. —Si dices que estamos en confianza, ¿por qué nunca cuentas sobre tu relación con Marc? —preguntó Camilo. Miguel se recostó al espaldar de la silla de madera mientras dejaba salir un suspiro y notó que Camilo alzó sus cejas con incredulidad. —¿Ves? No nos tienes confianza, así que, si tú no hablas, yo tampoco lo haré —agregó Camilo. El grupo de jóvenes que se encontraban en la cafetería cayeron en un gran silencio, pero no uno incómodo, al contrario, estaban tomando tranquilamente sus jugos naturales. —¿Qué quieres que te cuente sobre mi relación con Marc? —indagó Miguel. —No lo sé, —soltó Camilo— ¿qué tal es?, ¿cómo está? Ese tipo de cosas. —La relación está bien, obviamente. Si no fuera así, no estaríamos juntos —respondió Miguel con tono obvio—. Nos gusta mantenerla muy privada, Marc es muy reservado con su vida. —No me he dado cuenta —comentó Camilo por lo bajo con cierto sarcasmo. —¿Cómo te fijaste en él? —preguntó Cristian. Sus amigos voltearon a verlo, ya que, era la primera vez en toda la conversación que hablaba. —Bueno —Miguel quedó pensante—. Fue en el colegio, me comenzó a atraer con el paso de los días, y fue en la fiesta que planeé en último grado que decidí hablarle. Las cosas se fueron dando con el paso de los días, y cuando nos quisimos dar cuenta, ya habíamos formado una relación —el joven dibujó una sonrisa en su rostro—. Me sorprendió el ver que nos llevábamos muy bien, es una relación bastante tranquila, yo lo entiendo, él me entiende y… lo bueno es que Marc no me cela, es muy tranquilo con ese tipo de cosas. Me da mi espacio y eso es bastante bueno, porque de no ser así, nuestra relación habría acabado hace mucho tiempo. —Confía en ti —explicó Camilo. —Sí, eso es algo muy bueno porque, de esa manera es que nuestra relación ha durado mucho tiempo. Camilo y Cristian quedaron sorprendidos por la confesión de Miguel. Se notaba a simple vista que estaba enamorado y que su relación era muy buena, tanto, que desató la envidia de sus amigos. —Ojalá mi relación fuera así —soltó Camilo. —¿Por qué? —preguntó Miguel—, ¿las cosas no andan bien con Laura? —Es que… O sea —Camilo no sabía cómo explicarlo—, no está mal, pero, tampoco va bien. No sé cómo decirlo —rascó su nuca un tanto estresado—. Laura es muy buena, lo sé, pero, lo es tanto que… a veces la siento aburrida. Si no le hago preguntas podría pasar horas en silencio pensando en yo no sé qué. Miguel soltó una gran carcajada que no pudo retener con la explicación de su amigo. —Sabías que ella era así desde un principio —dijo Cristian. —Lo sé, pero, pensé que eso podría cambiar. Que, cuando Laura me tuviera confianza, se comportaría como lo es con sus amigos —aclaró Camilo—. Me he dado cuenta que ella es muy extrovertida con sus amigos, hasta con Robert. Cuando está con ellos es una persona totalmente diferente, pero, cuando estamos los dos solos, ella es reservada, sumisa y… no da problemas en lo absoluto, todo para ella está bien, —Camilo subió los hombros— y ya, eso es todo. En eso se resume Laura cuando está conmigo. —Entonces, allí lo que hay es un problema de confianza —explicó Cristian—. Ojalá Lorena no me diera problemas, pero, nuestra relación se resume a eso. A mí me toca ser el sumiso para que no vivamos peleando. Cristian hizo un gesto de desagrado y después puso los ojos en blanco. Tomó con su mano derecha su vaso de limonada que dejaba caer pequeñas gotas frías en la madera oscura de la mesa. —Amo a Lorena, pero, ella vive estresada y me envuelve en todos sus problemas —confesó Cristian con tono aburrido—. Me llama a las seis de la mañana para que sea su chofer, debo prepararle el desayuno, porque, si no lo hago, estoy seguro que pasaría toda la mañana en blanco. Y para colmo de males, muchas veces me toca trasnochar con ella para ayudarla con sus trabajos, ¿se imaginan eso? ¿Tener que aprender el oficio de su novia para ayudarla? Camilo quedó un tanto pensante dejando que sus labios formaran un pequeño puchero, meneó su cabeza a los lados intentando encontrar un comentario para lo que acababa de relatar su amigo. En cambio, Miguel ya tenía un comentario para Cristian. Humedeció sus labios y lo miró fijamente. —Cristian, debes entender que la vida de Lorena no es para nada fácil. Yo he podido escuchar muchas conversaciones en las que ella llora al no saber qué hacer con los muchos problemas que tiene por culpa de su familia —dijo Miguel—. Me he dado cuenta que su familia en sí, no la apoya en nada con su carrera, la tienen descuidada. Lorena es la joven que tú ves ahora porque ella se ha esforzado en salir adelante. Desde que estaba en el colegio pude ver las muchas estrategias que utilizó para poder sobrevivir —dejó salir un suspiro—. En un principio Lorena me parecía rara y por esa misma razón la molesté muchas veces, pero, después pude ver las razones que había detrás de su extraño comportamiento. —Sí, Lorena trabajaba y estudiaba para poder comprar sus cosas porque sus padres no le daban dinero, aparte que ella es muy orgullosa y tampoco los obligaba a hacerlo —agregó Camilo—. Sus hermanas viven criticándola y haciéndole la vida imposible. Cristian dejó salir un suspiro y después tomó un poco de su jugo. —Lorena solo te tiene a ti. Por lo mismo deberías seguir apoyándola como lo has estado haciendo todo este tiempo —sugirió Miguel. —¿Desde cuándo te volviste consejero de parejas? —preguntó Cristian con una leve sonrisa mientras veía a Miguel.   Marc repasaba el lápiz varias veces sobre su boceto de diseño mientras mascaba un chicle con la boca abierta. —¡Por favor, mujeres, entiendan una cosa! —alzó la voz para que sus amigas pudieran escuchar. Sasha, Lorena y Laura voltearon a verlo. Marc dejó el lápiz sobre el papel y después acomodó su cabello dejando su espalda bien erguida. —Los hombres son creaturas de la naturaleza que están con uno cuando encuentran un habitad favorable —explicó—. Si Sasha terminó con su novio fue porque su relación no tuvo un ambiente amigable. Sasha abrió su boca en gran manera al escuchar aquellas palabras. —Por favor, Marc, yo terminé con él porque el muy maldito estaba viéndose con otra —replicó la joven. —Niña, es por esa misma razón que uno debe ver también con qué hombre se va a meter. No puedes darle un sí al primer moscorrofio que se aparezca en tu camino —regañó Marc. —Ay, ¡lo sé! —Sasha cerró los ojos con fuerza— fui una tonta, ¡no sé qué rayos le vi al engendro apestoso ese! Lorena soltó una gran carcajada que dejó sus mejillas rojas. —No te rías mucho, muchachita, que, así como llevas tu relación Cristian en cualquier momento te manda a partir palito —dijo Marc. Lorena cortó su risa de inmediato y tornó su rostro serio. —Bueno, si me deja es su problema. Mejor para mí —soltó la chica. —¿Ah sí? —Marc subió una ceja con incredulidad—, sigue expresándote de esa manera, que en cualquier momento Diosito te hace el milagrito. Vamos a ver cuando pase cómo vas a reaccionar. Sasha y Laura miraron a Lorena con un rostro un tanto temeroso, haciendo que Lorena se sintiera bastante incómoda. —Yo por eso cuido a Miguel como si ya fuéramos esposos —dejó salir un suspiro—. Chicas, deben entender algo, una relación debe incluirlas a ustedes, no todo siempre debe hacerlo el hombre. Ustedes tienen que estar pendiente de ellos, escucharlos, no solo ellos a ustedes. Tienen que ser sus amigas, que sus novios se sientan a gusto cuando están con ustedes. Dejen de tratarlos como si fueran máquinas. Marc pasó una mirada por Sasha. —Tú, te metiste con el peor hombre de toda la universidad. Sabías perfectamente que él le hecha el cuento a todas, y no te importó. Así que, te pasó eso por pendeja, fueron cuernos a gusto —Marc miró a Lorena—. Te la vives discutiendo con Cristian, lo tienes como tu sirviente, Dios le ha dado mucha paciencia a ese joven para que él pueda soportarte, ¿y para qué? Si ni siquiera lo valoras. Así que no me vengas llorando a pedirme consejos cuando Cristian te deje —rodó la mirada a Laura—. Y tú. Laura se asustó cuando vio que Marc le iba a dar una crítica bastante severa. Los grillos se escuchaban al fondo mientras se acercaba la tarde, haciendo así que el pequeño silencio entre el grupo se volviera eterno. —Mija, reacciona. ¿Crees que con solo sexo vas a tener feliz a Camilo? ¡Por favor! No estás para nada pendiente de él. Estoy seguro que ni siquiera sabes qué hizo ayer. —Es que, esa es su privacidad, debo respetarla —dijo Laura. Marc puso los ojos en blanco y alzó la mirada hasta poder ver el cielo. —¡Dios mío, ilumínala o elimínala! —gritó mientras alzaba los brazos. Lorena trató de ocultar una carcajada, pero se le hacía imposible. Limpió su garganta para así hacer que se fuera la risa. —Niña, obviamente que uno tiene que respetar el espacio personal de su novio, pero, tampoco a tal punto que ni sabes con quién habla, qué hizo y qué no hizo —explicó Marc mientras miraba fijamente a Laura—. Vamos a poner un ejemplo —miró a Lorena—, ¿Cristian qué hizo ayer en todo su día y qué hará hoy? —Bueno, —Lorena quedó un tanto pensante— ayer me llevó a la universidad, después volvió a su apartamento porque tenía mucho sueño, después, según lo que me contó, haría unos trabajos con unos compañeros de clase, después almorzamos juntos, me ayudó a adelantar unos trabajos y volvimos juntos a la universidad. No lo vi en el resto del día, pero imagino que fue a casa de sus padres a cenar como regularmente lo hace —dejó salir una sonrisa— y antes de dormir me envió un mensaje de buenas noches. —¿Y qué hará hoy? —preguntó Marc. —Hoy tenía clases en la mañana y también tiene en la noche, por lo regular se queda adelantando trabajos en la universidad después de clases, así que estará todo el día aquí —respondió Lorena—. Y debe estar en este momento con Camilo y Miguel en la cafetería hablando vacuencias, saben cómo son ellos. Ese es su ritual sagrado. Laura quedó con la boca abierta al escuchar toda la información que Lorena acababa de dar. —Y para saber eso Lorena no debe estar a todo momento al lado de Cristian, ahí, no dejando que respire —explicó Marc. —No, él es quien me cuenta, por lo general lo hace cuando me trae a la universidad. Yo también le cuento para que sepa dónde estaré, por si necesita algo. Porque, ya saben que soy una despistada de primera y casi siempre tengo el celular en silencio, nunca le respondo las llamadas —dijo Lorena. —Lorena, si no discutieras tanto con Cristian, su relación fuera hermosa —confesó Sasha—. Se nota que él te apoya muchísimo por lo que acabas de contar. Lorena entreabrió su boca, aunque, no supo qué decir. Solo dejó que su mirada recorriera el parque que las rodeaba donde se encontraban mesitas de metal iguales a la suya. Meditó el resto de la tarde sobre aquella conversación que tuvo con sus amigas. Así que, al final de su última clase que terminó a las siete de la noche, decidió esperar a Cristian. Caminó hasta el edificio en que el joven tenía su clase y esperó a que terminara. A Cristian se le hizo extraño que Lorena lo estuviera esperando, de hecho, imaginó que había pasado algo malo. Por lo mismo se acercó a ella con paso afanado. —Amor, ¿sucedió algo? —preguntó preocupado. Lorena lo vio con rostro confundido y se levantó de la banca. —No, ¿por qué? —inquirió la joven. —Entonces, ¿por qué me esperaste? Lorena sintió que sus adentros se revolvieron, ¿era tan raro que ella hiciera ese tipo de cosas? —Bueno… —Lorena no sabía qué decir— ¿hay algo de malo en que lo haga? Cristian quedó viendo a Lorena con rostro extraño, aunque, después recordó que la joven se incomodaba fácilmente cuando se le hacía ese tipo de preguntas. —Tengo hambre, vamos a comer algo —sugirió Cristian sonriente. Lorena aceptó acentuando con la cabeza y después Cristian la abrazó bastante entusiasmado. —Vamos a comprar pizza y la comemos en mi apartamento, ¿qué te parece? —sugirió Cristian—. Vemos una película arrunchados en la cama, los dos solos. Lorena aceptó al instante, aunque, después su mente procesó la idea de Cristian y se dio cuenta que la intención del joven era otra. Pues verás, Lorena no había estado íntimamente con Cristian, así que, para ella el estar sola en el apartamento del joven, era algo a lo que le temía.   Cristian le contaba a Lorena sobre su día alegremente mientras esperaba a que tuvieran su pizza lista, pero, Lorena no le estaba prestando nada de atención. Su mente estaba perdida en los muchos mundos paralelos donde ella entraba al apartamento del joven y pasaban muchas cosas. De hecho, su imaginación era tanta que hubo una situación en la que entraban a robarles en pleno acto s****l. Lorena clavó su mirada en la copa de helado que estaba comiendo. Su mente le advertía sobre la situación en la que entraría cuando entregaran la pizza. Llegaría a un apartamento al cual solo había entrado tres veces, y eso, nunca lo hizo sola. Ese era el día en que perdería su virginidad, había llegado el momento. —Por eso necesito que me digas si pintar o no la pared, creo que el departamento necesita algo de personalidad. Bueno, tú me dirás si hacerlo o no cuando lleguemos —dijo Cristian sonriente. Lorena aceptó con un movimiento de cabeza y después metió a su boca una cucharada de helado grande. Aunque, después se arrepintió cuando su cerebro quedó congelado. —Amor, ¿estás bien? —preguntó Cristian al ver el rostro de sufrimiento de la joven. En aquel momento un mesero trajo la pizza que Cristian recibió amablemente. Lorena sintió que su corazón comenzó a latir con mucha fuerza al ponerse de pie. ¡Había llegado el momento! Como el departamento de Cristian quedaba muy cerca de la universidad, no estuvieron mucho tiempo en el auto, así que, fue cuestión de minutos para que el joven estacionara su auto en el parqueadero del edificio. Cristian, mientras se quitaba el cinturón de seguridad, volteó a ver a Lorena con una enorme sonrisa desplegada. —Amor, tengo una idea —informó—, ¿qué te parece si te quedas a dormir conmigo esta noche? Lorena sintió que su corazón se iba a salir de su pecho cuando sintió la mano de Cristian en una de sus piernas. —Mañana es sábado y… no tenemos clases, así que, podemos despertarnos tarde. Si quieres, yo te ayudo con los trabajos que tengas, podemos hacerlos mañana. Sabía que no tenía excusa para decirle a Cristian que no, la había acorralado. —Está bien, pero… tengo un problema —soltó al tener una idea. —¿Cuál? —No tengo ropa —respondió. Cristian soltó una pequeña risita. —Eso no es un problema —dijo el joven mientras bajaba del auto. ¿No era un problema?, ¿qué quiso decirle con eso? Cristian le abrió la puerta del carro y la joven antes de bajar apretó con fuerza la caja de la pizza. —Hay una película que siempre me he querido ver, pero no lo he hecho porque lo quiero hacer contigo. Estoy seguro que te encantará —confesó Cristian mientras caminaban hacia el ascensor. —¿Cuál? —inquirió la joven mientras iban en el ascensor. —No recuerdo su nombre, pero la tengo guardada en mi historial —respondió el chico. Lorena sintió que sus cabellos se pusieron de punta cuando el ascensor abrió sus puertas y su vista se fijó en el largo pasillo de baldosas de mármol frente a ella. Al fondo se encontraba la puerta de madera de cedro la cual resguardaba en pomposo departamento de su novio. Cristian salió del ascensor y volteó a ver a Lorena al notar que no lo estaba siguiendo. —¿Sucede algo? —preguntó el joven al ver que la chica no salía del ascensor. Lorena con pasos temerosos se acercó a Cristian e intentó dibujar una sonrisa en sus labios. —Es que, es la primera vez que vengo sola a tu departamento —confesó Lorena. —Te encantará, la pasaremos muy bien los dos solos —dijo Cristian y después le dio un beso en sus labios.      
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