Primer Día

1723 Words
—Hola Amelia —saludó Tiana Morgan, sonriendo a la cámara—. Sé que todavía no miraste el video anterior, porque no me animé a mostrártelo. Tengo mucho para contar sobre mi vida trabajando en SpyCam, y prefiero acumular varios videos y dártelos todos juntos. Como prometí la última vez, ahora te voy a narrar cómo fueron mis primeros días en la empresa. Allá vamos. * * * Por lo que me contó mi empleador, Danilo Bermúdez, yo me haría cargo del monitoreo de todo un barrio de lujo, que contaba con varios edificios. Debería hacerlo desde un departamento oculto en el piso 41 del edificio central. Mientras Danilo me mostraba mi nueva vivienda, me contaba sobre Reynaldo Noriega, el fallecido dueño de SpyCam… y también de ese departamento. Al parecer era un tipo que se tomaba muy en serio su trabajo, y había acondicionado el lugar para poder desempeñar sus funciones a la perfección. —Sé que estás un poco asustada —me dijo Danilo, con una afable sonrisa. Sus rechonchas mejillas estaban rojas, posiblemente por la calentura que le había dejado arrimarme el bulto mientras subíamos en el ascensor.— Pero no te preocupes, el trabajo es más fácil de lo que parece, una vez que agarrás ritmo. Reynaldo Noriega era tan obsesivo de los detalles que incluso se tomó el trabajo de elaborar un programa de computadora, que sirve a modo de “Tutorial”, para quien ocupara su puesto. —Eso me viene de maravilla —aseguré. Con la mirada recorrí el departamento, no había muchos muebles, solo los justos y necesarios. Tal vez Reynaldo no era amante de los adornos, pero yo me encargaría de cambiar eso. Las paredes era asquerosamente blancas, sin gracia. Ya quería llenarlas de coloridos cuadros. Los muebles, en su mayoría, eran de color caoba, o negros. Contrastaban muy bien con el blanco del piso. Mi nuevo dormitorio era modesto, pero un millón de veces mejor que dormir en la calle. Me puse como meta conseguir gastar parte de mi primer salario en una buena cama, la que había parecía muy antigua y endeble. —Acá es donde ocurre toda la magia —dijo Danilo, abriendo la puerta de la oficina. Creí que se trataría de un espacio reducido, ya que el resto de los ambientes eran muy grandes; pero recordé que estábamos en el piso 41 y que este departamento lo ocupaba por completo. Lo que más me sorprendió fue la cantidad de monitores que había colgados en una pared, y no se trataba de pantallas pequeñas, no, para nada. En conjunto se solapaban unos a otros, especial el del medio, que era como el más grande de los televisores de pantalla plana. Estaba rodeado por los monitores más pequeños que, de haber visto uno solo de ellos, sobre un escritorio, me hubieran parecido bastante grandes. La pared misma parecía estar recubierta con pantallas, a excepción de la franja inferior. Desde el piso hasta el primer monitor había exactamente un metro, lo sé porque me tomé el trabajo de medirlo. Justo frente a esta pared llena de pantallas había un amplio escritorio, que estaba completamente vacío. Era color caoba, parecía muy lujoso, y tenía un panel de vidrio encima. Me gustó mucho encontrarme con una silla ergonómica, una de esas con las que tanto había soñado. Si tenía que pasar muchas horas sentada, al menos estaría cómoda. —Bueno, esto es todo —dijo Danilo Bermúdez—. En un costado del escritorio está el botón de encendido de todo el sistema. El teclado, el mouse y todo lo demás, están dentro del cajón. A Reynaldo le gustaba trabajar cómodo, con la menor cantidad de cosas posible; pero vos podés acondicionar el lugar como prefieras, siempre y cuando no sean reformas permanentes. En caso de que abandones el trabajo, todo debe volver a su condición original. —Entiendo… —Como ya habrás leído en el contrato, hay muchas “Normas de confidencialidad” que tenés que respetar a rajatabla, de lo contrario podrías ser despedida… o incluso podríamos iniciar acciones legales en tu contra. —Comprendo, esta es una empresa de seguridad y es lógico que existan muchas reglas. —No recordaba ninguna de esas normas; como si Danilo hubiera leído eso en mis ojos, agregó: —Tengo entendido que el Tutorial que dejó Reynaldo también explica todas esas normas, para que no se te olviden. Bueno, me voy. Espero que te sientas cómoda en tu primer día de trabajo. Eso sí, te recomiendo que configures el panel del ascensor con tus huellas digitales, de lo contrario no vas a poder entrar o salir. ¿Me acompañás hasta la puerta? —Em… ¿eso es todo? Pensé que me ibas a monitorear… o a explicar algo más. —No es necesario, ya vas a entender por qué cuando prendas la computadora. No te asustes, todo lo que tengas que saber, te lo va a explicar Reynaldo Noriega. No sabía qué más agregar, por lo que decidí acompañarlo hasta la salida. Danilo, antes de marcharse, me dejó muy claro que había adquirido un nivel de “confianza” muy alta conmigo. Cuando se me acercó, para darme un beso en la mejilla, aprovechó la oportunidad para posar su rechoncha mano sobre mi cola. Este gesto duró apenas unos segundos, pero la presión fue la suficiente como para que yo entendiera que no se trató de un accidente. Pasé las siguientes dos horas caminando de acá para allá, en mi nuevo departamento. Era impresionante, tenía tres dormitorios y una biblioteca repleta de libros, que eran las únicas pertenencias personales que aún quedaban de Reynaldo… bueno, además de la computadora; pero eso lo descubrí cuando la encendí. La habían programado para que en pantalla apareciera la frase “Buenos días, Reynaldo”. La pantalla más grande era la principal, las demás permanecieron apagadas. Después de esto apareció una barra que me pedía que ingresara la contraseña. Insulté mentalmente a Danilo, porque él no me dio ninguna contraseña… pero recordé que dijo que todo lo necesario estaría en el cajón del escritorio. Efectivamente, revolviendo un poco encontré un sobre que contenía un papel. Aquí figuraba la contraseña y se aclaraba que sería de un solo uso, y que yo después tenía que generar la propia. Estuve media hora pensando en una buena contraseña que fuera fácil de recordar, para mí, y que cumpliera con todos los protocolos de seguridad. Cuando la computadora por fin inició, apareció un fondo n***o y un solo ícono en el centro. Decía “Bienvenida”. Hice doble click sobre él y casi al instante apareció la cara de un tipo pelado y con mucha barba entrecana. Con una voz profunda dijo: —Hola, mi nombre es Reynaldo Noriega y estoy acá para guiarte en tus primeros días de trabajo. No me generaba nada tener que vivir en el departamento de una persona recientemente fallecida, porque no lo conocía… pero al saber cómo era su cara, y su voz, empecé a sentirme como una invasora. Al parecer el tutorial, al que hizo referencia Danilo, estaría guiado por el mismo Reynaldo. Me pregunté cuántas horas había pasado el tipo programando eso, porque no fue un tutorial corto. Por suerte yo podía revisarlo cada vez que fuera necesario, y había instrucciones muy bien detalladas sobre cómo actuar en cada circunstancia;desde un robo hasta un incendio, pasando por muertes e incluso asesinatos de inquilinos. Reynaldo realmente era un obsesivo por los detalles. Lo que más puedo destacar del tutorial es que hacía mucho (demasiado) énfasis en una de las normas de la empresa: “No le cuentes a NADIE lo que ves en las cámaras”. Entendí que la privacidad de los inquilinos era lo más importante y de pronto empecé a sentirme aún más invasora. Yo me enteraría de algunos detalles íntimos de esas personas. Lo haría sentada detrás de una pantalla, sin que ellos pudieran verme. Una vez finalizado el tutorial, inició una especie de juego, en el que yo debía responder preguntas. Algunas eran extrañas y tenían que ver con mi personalidad. Por ejemplo: “Si vieras dos personas, en la calle, teniendo relaciones sexuales…”, seguida de una serie de opciones: “Espiarías. Te marcharías. Los denunciarías a la policía. Te acercarías a hablar con la pareja”. Amelia, sé que no te va a gustar escuchar a tu madre decir esto, pero respondí a esa pregunta con honestidad. Dije que los espiaría. Di esa respuesta basándome en algo que me ocurrió realmente, cuando compartía casa con una compañera de las clases de arte… la descubrí teniendo sexo con un tipo, al parecer ella creyó que yo no estaba. La puerta de su cuarto estaba abierta. Pude haber ignorado el asunto, pero me quedé cerca, espiando todo… incluso llegué a hacerme una paja pensando en eso. Esa noche descubrí que me da un poquito de morbo espiar a la gente mientras cogen; sin embargo ese era mi límite. Cuando terminé con las preguntas, me arrepentí de haber dado esa respuesta. Supuse que me jugaría en contra, porque entendí que era la segunda parte de mi entrevista laboral, y yo aún estaba a prueba. Sin embargo ya no había nada que pudiera hacer para cambiarlo, podía mirar toda la información detallada que dejó Reynaldo, pero no podía volver a responder las preguntas. Por fin empezó mi trabajo. Estaba nerviosa y a la vez ansiosa. Me había pasado las últimas horas intentando asimilar la teoría y quería pasar a la práctica. Obtuve acceso a las cámaras y quedé maravillada. Podía ver todos los pasillos del edificio, si se me daba la gana. Esto era algo aburrido ya que la mayoría de los espacios estaban vacíos. Pero tenía acceso a varios edificios, diez en total, cada uno con más de cuarenta pisos. Eso suma mucha gente. Había una opción para visualizar las cámaras solo cuando hubiera movimiento, algo muy útil, para no pasarse horas mirando el mismo pasillo, con las mismas plantas y decorados. Estaba un poco mareada porque no sabía a qué edificio correspondía cada cámara, pero unas semanas después aprendí a moverme con bastante soltura. Contaba con un simple código alfanumérico que me daba toda la información que necesitaba para ubicar exactamente qué cámara estaba observando.
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