Amy escuchó el sonido de las llantas derrapando contra el suelo.
Se asomó en el balcón de su habitación. Aunque sabía que desde ahí no lograría ver nada, de igual manera trató de mirar.
Esta era la primera vez que después de una discusión uno de los dos salía de la casa.
Comenzó a sentirse inquieta.
Agarró su teléfono y salió de la habitación. Buscó a Susan.
Al ver a la joven señora Susan entendió inmediatamente que había tenido otra diferencia con su esposo.
— ¿Qué puedo hacer por usted señora? — el tono de Susan era el de una abuelita que trataba de engatusar a su nieto.
— ¿Mi esposo le dijo a dónde iría? — Amy estaba un poco nerviosa. No dejaba de agarrar el dobladillo de su blusa, tratando de ignorar la ansiedad que empezaba a invadir su sistema.
— No señora. Tal vez se le haya
