Capítulo 01

1923 Words
Permíteme presentarme, soy Noa Lozano y soy estudiante en una de las preparatorias más acaudaladas del condado. Les iré contando sobre mí poco a poco, paciencia. En este momento me dirijo al departamento de “becas”. Debo solicitar una ya que mi madre y yo no estamos cruzando por el mejor momento financieramente. Nunca hemos tenido algún contratiempo en cuanto al pago anual que exige el instituto. De hecho, nunca me ha faltado nada a nivel académico ni a nivel personal. En casa somos mi madre Ana, mi prima Clara y yo. Esta preparatoria es enorme, con decirte que contiene un pequeño ascensor para los tres pisos. Literal encuentras diferentes tipos de salones para cualquier actividad, sobre todo las escénicas, para clase de canto, baile y actuación. Hay grandes laboratorios para Biología, Química y Física. En el área de deporte el instituto posee un estadio inmenso, canchas de baloncesto, futbol y otros tipos de deporte. También contiene piscina, cafetería, áreas verdes y un amplio estacionamiento. Es un privilegio graduarte en este colegio. Puedes ingresar literalmente a cualquier universidad del continente. Por esto mi madre con mucho esfuerzo ha pagado cada uno de los gastos que se necesitan para facilitar el estudio aquí. Llego a la entrada de dos puertas del departamento y toco mirando hacia los lados. ¿Escucharían mis toques? Es tempranísimo, falta un poco más de una hora para que las clases comiencen y no se ve ni un alma por los pasillos. Abren una de las puertas, una mujer con cabello corto y n***o asoma la mitad de su cuerpo y frunce el ceño. -Buenos días, ¿en qué te puedo ayudar? -Vengo a buscar los resultados de mi solicitud para una beca –le dedico mi mejor sonrisa. Me mira sin tanta importancia y asiente-Claro, pasa –termina de abrir la puerta y se hace a un lado. Entro juntando mis manos al sentir el aire acondicionado ambientando el salón. Me muevo a la mesa que la señora me indica y las personas que están sentadas me saludan en un tono cortés, es casi automático, como si su tono de voz hiciera parte de la fachada del instituto. Veo también a una chica con el uniforme del instituto y me da curiosidad. Tal vez venga por lo mismo que yo… Deslizan una carta por la mesa y la tomo agradeciendo, firmo el papel que me señalan y me despido con una sonrisa. Es sumamente importante que hayan aceptado mi solicitud, en verdad la requiero en estos momentos. Debo admitir que también es raro y algo incómodo para mí. Nunca he necesitado de estas cosas, pero si es para ayudar a mi madre y para poder graduarme en esta preparatoria, no tengo porque darle importancia a la superficialidad de lo que me rodea. Debo destacar que mamá, una abogada increíble, la mejor de todas, la más inteligente y tenaz que puede hallarse en el país; tiene la mala fortuna de no cumplir con los estándares requeridos por cualquier empresa, el principal y más “importante” requisito es, tener el m*****o más pequeño, pero significativo que solo un hombre puede poseer. Así es, la peor de las exigencias, como si no estuviésemos en pleno siglo XXI. Sin embargo, por suerte existimos personas con raciocinio; entre esos, los clientes de mi madre. Gracias a esto hemos vivido cómodamente. Pero ahora, sí es la excepción ya que tres de sus clientes suspendieron la asesoría que mamá les brindaba. Los tres por razones distintas pero con el mismo fin. Salgo con la carta en la mano. Aprieto mis labios observándola. ¿La abro? No lo sé, el que mi corazón se acelere con la idea y el que la inseguridad que evoca mi cerebro me asuste me hace desistir. Tal vez después. Si, por qué no. La guardo en mi mochila y respiro hondo. Camino por los pasillos hasta mi casillero… ¿No crees que es muy temprano para sacar tus libros? Si lo es, pero qué más puedo hacer. Lo abro y saco dos libros de Historia. Es mi primera clase del día y como no tengo más que hacer me dirijo a la biblioteca para leer algunos apuntes que mandó el profesor en la clase anterior. Vislumbro algunas personas paseándose de un lado a otro. Me doy cuenta que no soy la única estudiante que ha tenido que llegar temprano. Eso es bueno ¿no?, así no me siento tan sola. La arquitectura es como un ensueño es parecida a la de un coliseo, la estructura de las paredes, las columnas y los techos son magistrales, el diseño al mismo tiempo se vuelve extravagante. Esta hecho solo para alimentar el ego de los que allí cohabitan. Un cliente de mi madre influyente en el instituto, se ofreció para ayudarme con el ingreso moviendo sus contactos. No creo que le haya sido muy difícil el trabajo ya que es uno de los inversionistas más resaltantes en la institución. Mamá no esperó a dos pedidas para aceptar, era consciente de los gastos que eso requería, pero aun así no dudo al invertir en mis estudios, por ello me he encargado de que mis calificaciones sean lo más altas posibles. Entro a la biblioteca y le muestro mi certificado a la Sra. Felicia. Relaja las facciones de su rostro dedicándome una mirada de, en serio te crees que no te voy a reconocer. Sonrío guiñándole un ojo y me muevo hasta una de las mesas. Frunzo el ceño al reconocer al chico que yace sentado en uno de los muebles que reposa al lado de la mesa que escogí. ¿Sergio? Aquí en la biblioteca, a esta hora y, solo. Uy santísimo. Esto está muy raro. Dejo mi bolso en la mesa y tomo asiento lentamente, tratando de no hacer mucho ruido, aunque no tenga sentido y mucho menos relevancia mis movimientos se vuelven cautelosos. La intriga y la extrañeza se plantan en mi rostro, ladeo mi cabeza detallándolo. ¿Por qué esta aquí el chico más reconocido del instituto? para mi mala fortuna Sergio levanta su mirada hacia mí. Oh Dios, se dio cuenta. Trago saliva desviándola de inmediato. El pulso se me acelera por la vergüenza de ser descubierta y saco los libros de Historia para tratar de distraerme, o por lo menos para fingir que lo estoy. Paso mi lengua por mis labios mientras corro algunas páginas. Aprieto mis labios cuando sigo sintiendo su intensa mirada en lo que hago. Ay no, que incomodo —Creo que te conozco… —Sergio rompe el silencio intrigado. Quedo sin aire ante el repentino interés, fijo mi vista en él y frunzo el ceño ligeramente. —¿Eh?... Pues… supongo que de los pasillos —balbuceo diciendo lo primero que se me viene a la mente. No puedo creer que me esté hablando. He visto que solo se relaciona con su círculo de amigos pijos, son como el grupo popular de la preparatoria, los que todos admiran y hacen todo lo posible para volverse su amigo, ser parte de ellos no es tarea fácil. Aunque sinceramente nunca me ha llamado la atención intentar acercarme o desear compartir con ellos la benevolencia que le dedican la mayoría de los estudiantes. Simplemente me he limitado a estudiar y pasar tiempo con mis amigos. —Tal vez —hace un gesto con sus labios. Se vuelve a extender un silencio entre nosotros. ¿Y ahora qué? ¿Qué puedo decir? ¿Si quiera debo continuar la conversación? —¿Qué te trae tan temprano al instituto? —pregunta relajado. Me fijo en su aspecto por un segundo, luce fresco, su cabello está en un encantador desorden que se me antoja incluso un peinado sexy. Sus ojos se muestran enérgicos al igual que su tono de voz. La boca se me seca repentinamente —Eh, pues porque… —trago saliva—, quería estudiar para un examen… No sé por qué me da por no quererle contar la verdadera razón. Él pone cara de, Aja, y ¿pretendes que te crea eso?… —Nadie llega temprano al colegio sin un motivo mayor —argumenta con simpleza. —Ese es un motivo mayor —finjo un tono ofendido. Enarca una ceja divertido —Ah disculpa, seguro eres de esas chicas nerd que se preocupan por cualquier punto que les pueda dar el profesor, y aparte tambi… —Oh no, espera —levanto la mano para que pare, pero no lo hace… —También haces parte del grupillo raro y antisocial de la preparatoria. —¿Qué? Pero si ni siquiera… —Gracias a esa respuesta, eso es lo que me das a deducir —me interrumpe encogiéndose de hombros con lo último que argumenta. La indignidad no cabe en mi cuerpo haciéndome apretar los labios. ¿Y a este qué le pasa? Mantiene su mirada burlona e impasible fijos en mí. Okey, sí que es un idiota. Para qué negar lo que alega si de igual manera después de esta absurda conversación se olvidara de que existo, y probablemente yo también haga como que nunca intercambiamos palabras. Encojo mis hombros antes de soltar —Piensa lo que mejor te parezca… Vuelvo mi vista a mi libro para retomar lo que vine hacer. De repente se me viene una punzada de curiosidad ¿y él qué hace aquí? No es para lo mismo que yo, eso es seguro. —Está bien, eso hare… —responde tranquilo, como si estuviese seguro de lo que dedujo. Se vuelve a su asiento recostando su espalda al mueble y levanta una hoja para leerla. Creo que me quedare con la duda, no pienso darle importancia, aunque eso no le afecte en lo más mínimo, que solo una estudiante no le preste mucha atención eso no le moverá ni un gramo del ego que se carga. En fin, me dedico a repasar los apuntes el cual se me hace inevitable no prestarles mucha atención. El chico sabelotodo deja la hoja sobre su regazo mientras revisa su teléfono por largo rato, me exijo internamente dejar de darle vistazos y estar tan consiente de su cercanía. Admito que es extremadamente raro tenerlo tan cerca. Cualquier chica se estaría muriendo por entablar una conversación con él, o por lo menos tenerlo a dos pasos de distancia. ¿Por qué tuviste que elegir esta mesa? Es fácil la respuesta, pues porque siempre me siento aquí. Que iba a saber que Sergio estaría sentado justo allí. Las mesas no tienen nombre ni dueño, peeeero… La biblioteca es de dos pisos, tiene varios espacios, y se dividen por secciones. En la parte de arriba se sitúan todos los libros, asimismo hay algunos estantes en la parte de abajo. Otro de los espacios son las mesas de cuatro puestos y un mueble para dos personas. También se encuentran mesas para grupos grandes, por si tienen algún trabajo en equipo o por si simplemente se quieren sentar todos juntos. El tiempo transcurre lento hasta que escuchamos la campana de iniciación para asistir a las asignaturas. La hora aquí se debe tener muy presente, la palabra responsabilidad es lo principal que exige la institución. Por ningún motivo se debe llegar tarde y mucho menos poner cualquier excusa ante la misma. Recojo mis cosas mientras Sergio se levanta dedicándome un último vistazo antes de irse como si nada. Ruedo mis ojos con mi pulso repentinamente acelerado. Busco la salida y me encamino al pasillo principal para poder ir al aula correspondiente.
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