Merlyn se puso en pie, y se quedó observando el enorme lobo blanco que esperaba inmóvil a que subiera a su lomo. Aunque deseaba la libertad, la veía tan imposible que no sabía cómo debía reaccionar. Un error, y el castigo podría ser tan duro que no podría sobrevivir a él.
“Elfa, no voy a esperar todo el día, toma una decisión. ¿Huyes conmigo, y mueres por la libertad, o morirás siendo esclava?”.
Pasos acercándose pusieron a la joven aún más nerviosa, era Margoth. No tenía más tiempo para pensar, por lo que decidió seguir a su corazón, y tomar la libertad que este anhelaba. Agarrándose del pelo del animal, se acomodó sobre él y esperó, pero no se movió ni un ápice.
—¿Qué haces, Varkolak, no íbamos a huir? —preguntó Merlyn aún más nerviosa, sintiendo que estaba cometiendo un acto tan delictivo como un asesinato.
“El momento será cuando abra esa puerta. Correré tanto que cuando se dé cuenta, estaremos en la salida". Le dijo nuevamente a través de alguna conexión mental directamente a Merlyn.
En el instante que la señora Margoth abrió la puerta y de disponía a entrar, el enorme lobo la embistió con tanta fuerza que salió rodando unos diez metros, tiempo suficiente para que el lobo acompañado de Merlyn a su espalda comenzara a atravesar pasillo tras pasillo dirigiéndose hacia la entrada, y de ahí, a la puerta de salida, lugar que una vez traspasen, serían libres.
—¿Cómo sabes por dónde ir? —preguntó Merlyn, sujetándose con todas sus fuerzas y aferrándose a él, para evitar salir volando tras la velocidad que alcanzaba.
“Por mi olfato. A diferencia de un maldito e inepto humano, sé muy bien qué camino seguir".
Llegaron al recibidor, el cuál había atravesado doce años atrás, con las esperanzas de sobrevivir hasta el día que pudiera ser libre, y casi sin darse cuenta, ese momento estaba tan cerca que ya podía sentirlo.
Varkolak se detuvo ante la puerta, y girando la cabeza hacia Merlyn, le estaba indicando que abriera.
—¿Cómo quieres que abra la puerta? Yo no tengo la llave. —respondió perdiendo toda la esperanza —. Se acabó… nos matarán o nos torturarán por intentar huir.
“¿Dónde está tu maldito orgullo, elfa? Deja de lamentarte cuando ni siquiera tienes el valor de intentar ser libre por tus propios medios. Tienes el conociendo en tu mente, y el poder en todo tu cuerpo. Date prisa y abre esa maldita puerta o llegarán esos tipos".
Varkolak parecía enojado, y que un lobo de dos metros de largo le gritara directamente a su mente, era motivo suficiente para sentir miedo absoluto. Pero sabía que el castigo de Margoth sería más terrible que el enojo del lobo.
Como había hecho en las mazmorras horas atrás, concentró su poder y lo enfocó hacia la puerta. Mentalmente, imaginaba como ésta se abría y les permitía salir, pero no pasaba nada. Seguía concentrada en ello, cada vez más nerviosa pues el tiempo se acababa.
«Hacia la salida, iban hacia la salida». La voz de Margoth Acercándose gritando al señor Grimmdoth avisando de la huída, le ponía aún más tensión a su estado mental, complicando todo. Sabía que en la casa Grimmdoth no vivía nadie más, ni ejército, ni guardias. La razón no era por qué no existieran ladrones o problemas en la ciudad, la razón era que el señor Güjah Grimmdoth era absolutamente capaz de lidiar con cualquier problema él solo. Si llegaba hacia ellos, sería el fin.
“¡Elfa, date prisa! Si quieres ser libre es el momento de sacar todo lo que tienes, así quedes exhausta y sin fuerzas para andar, yo te sacaré de aquí… pero por tu maldito orgullo de elfo, ¡Abre esa puerta!”.
Cómo si una carga eléctrica recorriera su cuerpo, toda la presión, el miedo y el deseo de salir, se convirtió en calor, un calor que recorrió su cuerpo y concentrándose como nunca antes, lo desvío a la puerta en el mismo instante que el señor Grimmdoth entraba desde el salón.
Perdiendo momentáneamente el control, la puerta principal que simplemente debería abrirse, acabó por envolverse en fuego, que en cuestión de milisegundos estaban rodeándolos y comenzando a calcinar toda la piedra del recibidor como si fuera simple madera.
El fuego había convertido la puerta en cenizas, haciendo que las llamas atravesaran ese espacio abierto como si fueran las llamas saliendo de la garganta de un dragón. Estaban rodeados por llamas tan altas que incluso comenzaron a quemar el techo.
—¡Merlyn! —gritó Grimmdoth desde el otro lado de la pared de fuego—. Te hemos dado un hogar durante doce años, te hemos enseñado a usar tu poder y habilidades suficientes para sobrevivir a cualquier enemigo… ¿Y tú forma de gratitud por ello es ésta? Escapar, prender fuego a mí hogar, a nuestro hogar… Tienes un enorme poder y es gracias a que nosotros te cuidamos. Piénsalo, y no sufrirás más castigos de nuevo.
—No soy un arma, señor Grimmdoth. No he sido una invitada ni una alumna. He sido un simple estorbo para todos. Ya no quiero más castigos, más golpes, tener miedo de salir de la cama cada mañana y rezar por no equivocarme… No quiero ser parte de la guerra de nadie.
—Si esa va a ser tú decisión, Merlyn, sólo puedo decirte que en el momento que abandones la casa Grimmdoth serás acusada de espionaje y traición al Rey. Estarás muerta antes del anochecer. Si de verdad quieres vivir, tu única opción es no hacerme enfadar y bajarte de la espalda de ese estúpido lobo.
La joven tenía miedo, podía sentir su pulso tan acelerado que sentía que iba a vomitar, pero ya debía mantenerse firme. No tendría una oportunidad como esa nunca más, y si iba a morir, ella sabía que prefería morir bajo el cielo abierto y no tras esas paredes que caían a pedazos por las llamas.
“Vamonos, se está moviendo buscando una abertura para atravesar las llamas. Ese hombre es peligroso, nos matará si no nos movemos”.
Merlyn se agarró fuertemente a Varkolak, y éste saltó hacia las llamas justo a tiempo de evitar el agarre de Grimmdoth que también había saltado a través del fuego. Su mano, blanca y pálida pasó a centímetros del cuello de Merlyn. Cuando se percató de todo, el lobo seguía corriendo en la calle, tras atravesar las inmensas llamas que en minutos tirarían la casa abajo.
—¿Cómo puede estar ardiendo la piedra? —preguntó incrédula mientras aún asimilaba que estaba fuera, recibiendo el aire puro y la luz del sol tras doce años.
“Eres una elfa bastante torpe… agárrate fuerte, ya hablaremos si conseguimos salir de la ciudad".
Merlyn se dió cuenta que cada vez la mansión se iba llenado de más y más tente que observaban horrorizados como se venía abajo. Aunque ya estaban lejos, el humo aún se divisaba y eso indicaría que los soldados del reino, pronto averiguarían que escaparon.
Pensando en los soldados, es su huida esquivando personas con un control tan perfecto que casi parecía coreografiado, se cruzaron con dos de ellos que montados a caballos se dirigían al lugar del incendio, pero se detuvieron al ver pasar a un inmenso lobo blanco y una joven pelirroja agarrada a él.
“Esos soldados creo que no saben quién eres tú, pero van a venir a darme caza, estoy seguro".
—¿Por qué piensas eso? Quizás con suerte no tengamos cara de sospechosos…
Las palabras de Merlyn cayeron en saco roto cuando una flecha le pasó rozando el hombro. Los soldados los seguían en sus caballos, pero Varkolak los dejaba atrás con tanta facilidad que en unos segundos sólo eran como una escasa mancha de tinta en una pared gigante.
Salieron de la ciudad sin mayor contratiempos, pues la gran mayoría de los soldados y los habitantes cercanos a la mansión estarían más preocupados de si había sobrevivido alguien, y a evitar que el fuego se propague por sus casas, a seguir a un lobo y una chica que corrían a más de cien kilómetros por hora.
Se detuvieron entonces, en un pequeño claro en el bosque cercano, y tras bajarse Merlyn y tirarse al suelo derrotada y exhausta, miró al lobo como bebía agua del río con una insistencia tal que hasta parecía preocupante.
—¿Cuántos días estuviste sin beber? —preguntó la joven poniéndose nuevamente en pie.
Casi un minuto después, cuando Varkolak terminó de beber, se acercó a varios metros de ella y respondió:
“Llevo dos semanas sin comer ni beber, así que estaba sediento."
Una vez habló, comenzó a olfatear el aire y caminó a paso lento, buscando algo en esa brisa que comenzaba a soplar
—¿Buscas algo? Si es por el señor Grimmdoth o Margoth, es imposible que hayan sobrevivido.
Varkolak, dejó de prestar atención al aire y nuevamente se acercó a ella. Era tan inmenso que el miedo le aferraba el corazón cuando lo tenía a tal distancia.
“Elfa tonta, ¿Acaso no sabes discernir las apariencias con la realidad? Esos tipos están vivos, y nosotros muertos si nos quedamos aquí. Ya cumplí mi promesa, ahora debo irme".
Dió media vuelta y se dirigió hacia los árboles, que lo harían perderse en la oscuridad del bosque, dejándola sola y sin saber a dónde ir.
—¡Varkolak, no puedes dejarme aquí! Prometiste mantenerme con vida, y aún estamos muy cerca de la ciudad.
Sin detenerse, el lobo habló nuevamente a su mente:
“Te prometí mantenerte con vida hasta que nuestros caminos se separen, y ya es ese momento. No pienso viajar con una elfa ignorante y cobarde como tú”.
Merlyn se sintió engañada, sola y con la muerte rozando su nuca. No podía confiar en un lobo enorme, orgulloso y arrogante, pero aún menos podía sobrevivir sola después de apenas recordar el mundo exterior.
Comenzó a correr tras Varkolak, pero este era más ágil y rápido. Sin rendirse, siguió acelerado su paso para poder alcanzarlo, pero cuando quiso darse cuenta, estaba en las profundidades oscuras del bosque, sin saber qué caminos tomar, y aún menos por cuál había venido. Suspiró derrotada y se sentó a la vera de un árbol de maderas negras como la oscuridad de aquél sitio, pasó sus manos alrededor de sus piernas y descansó en ellas su barbilla. Estaba agotada, ya no quería correr, ni moverse; quería quedarse ahí hasta que la encontraran o hasta que de alguna manera, supiera cómo salir. Sola, no llegaría muy lejos, pero si moría, al menos sería libre.
Un ruido procedente de unos matorrales cercanos la hicieron abrir los ojos. Se había dormido, pero una sensación de peligro la había puesto alerta. Algo se movía ahí, entre las sombras. No podía ver nada, no sabía si era el viento o un animal, pero sin quitar la vista de ese lugar, comenzó a andar de espaldas para meterse entre los árboles frente al ruido. Apenas pudo dar unos pasos, cuando algo se abalanzó sobre ella. Lo último que pudo sentir antes de que todo se volviera aún más n***o, era la sangre borbotoneando de su cabeza, el el frío de unos colmillos clavándose en su brazo.