Una nota

1102 Words
— ¿Mila? Apura ese trasero y deja de soñar despierta, tenemos el tiempo contado por tu madre. — ¿Llevas mis frutas favoritas? —Sarah sonrió asintiendo al mismo tiempo. —Sí, y tus ciruelas, ah, y las fresas para el postre de queso que haremos en la tarde. —Sarah se concentraba en llevar todo en la canasta semanal. —Vieja, pero no olvidadiza, nana—Mila carcajeó entre bromas con su nana. —Vieja tu bisabuela, yo apenas cumplo 65 años—se hincha el pecho de orgullo. —Vale, no te enojes. ¿Vamos rápido a la pastelería? —rogó Mila a su nana. —Ten cuidado de que no te mire Pedro, emocionada, acuérdate que son los oídos y ojos de tu madre, si sospecha que tienes un pretendiente, lo desaparece—murmuró Sarah cerca de Mila en un tono bajísimo. —Calla, nana. Dios no lo quiera, mi madre no llegaría a tanto—soltó un suspiro—solo son pastelitos de sabor. —Sí, «solo son pastelitos de sabor». Ese joven solo te coquetea, Mila, y cree que con unos «pastelitos» ya vas a caer a sus pies, no, no, no, no. Tú te mereces un hombre, no un niño, además está tu madre, así que no sigas su juego, niña. —soltó irritada mientras recogía el resto del pedido, y salían del lugar para ir al lado. Gracias por la corrección. He ajustado el diálogo para reflejar el cambio: —Ya, nana, ven. Mira el aparador, se ven bonitos y apetecibles, ¿Verdad? ¿Cuál quieres? —preguntó Mila dando leves golpecitos con su dedo en el vidrio donde les mostraba del otro lado pequeños pasteles de colores y texturas. —Los de arándanos, tus favoritos, niña. Pero primero pregunta por los ingredientes, no vaya a tener nuez, recuerda que eres alérgica. —comentó Sarah mientras caminaba detrás de Mila para entrar a la pastelería. Entraron al pequeño local, tipo vintage. Llegaron al mostrador y estaba el joven alto y fornido que atendía en ese momento. Este le guiñó un ojo y Mila sonrió tímidamente. Sarah solo negó sonriendo. —Bienvenidas, ¿Lo mismo de cada semana? —Mila asintió intentando esconder una sonrisa. —Solo que podrías revisar que no tengan nuez, la última vez encontraron. —el joven se sonrojó con pena, él estaba al tanto de la alergia, pero estaba desconcertado al escuchar que el pedido anterior tenía nuez. Tomó la caja rosa e introdujo seis bollos de arándano, 6 de chocolate con fresa, 6 de manzana. Llevaba para las cocineras y para ellas. Se alejó para mirar unos detalles en otra vidriera. Y cuando regresó al mostrador, el joven le entregó la caja con una sonrisa nerviosa. Mila se extrañó y salieron del local con el pedido en manos. Mis disculpas por la confusión anterior. Aquí está la corrección: Ya iban en el auto en silencio, veinte minutos después llegaron a la hacienda. Cuando el auto se detuvo en su lugar, miró a su madre que bajaba las escaleras para llegar a ellos, y no se le veía buena cara. Las manos le empezaron a sudar de los nervios. Agarró la caja con más fuerza. Catherine bajó las escaleras y caminaron para acercarse a ella. Catherine vestía impecable. Pantalones sueltos desde la cadera a los pies, apenas se veían las sandalias de marca, una blusa verde de ¾ y su sombrero, corte tipo cubano, el aire ondeaba sus ondas rubias. Catherine cortó la distancia quedando plantada frente a Mila, miró a Sarah, luego a Mila y dejó la mirada en la caja que sostenía ella. —Ábrelo. —ordenó Catherine. Mila arrugó su entrecejo. — ¿Por qué? Son solo pastelitos de sabores…—intentó controlarse aparentando serenidad, pero el corazón se le aceleró de los nervios. ¿Qué era eso? —Ábrelo Mila, no lo repetiré de nuevo—Catherine apretó su mandíbula. — ¡Son solo pastelitos, madre! —Mila cerró los ojos brevemente antes de reponerse por el tono de voz que había usado con su madre. «Eso merece un castigo, sin duda, Mila» Catherine estiró su mano bruscamente y le quitó la caja de las manos a Mila. Lo abrió y miró el interior. Tomó algo y levantó en el aire: Una nota. «Mierda, mierda, mierda, mierda» Catherine miró la hoja y comenzó a leer en voz alta. —«Hermosa, te incluyo un extra, es especial, como tus hermosos ojos, ¡Qué lo disfrutes, te espero la otra semana!»… Vaya, ¿Son solo unos pastelitos? —soltó sarcástica. La nota la había pillado por sorpresa, ¿Cómo mierdas iban a salir de eso? —Madre, no…—Catherine le planta su mano en la mejilla de Mila haciéndola retroceder. — ¡Catherine! ¡Déjala! —Sarah se interpuso entre las dos, estaba asustada y sorprendida. Era la primera vez que le ponía una mano frente a ella. La mirada de Catherine la intimida. — ¿Qué? ¿Y luego? ¿La quieres ver con una barriga quién sabe de quién? ¡Tú también sigue sonsacándola! Sigue premiando sus malditas rebeldías. —miró a Mila. — ¡No estoy premiando nada! ¡Son solo unos pastelitos! Ella claramente no sabía de la nota. —espetó furiosa Sarah. — ¡Y tú, entra! ¡No vas a volver a salir a ninguna parte! Estoy a punto de cancelar la fiesta de tu cumpleaños—gritó Catherine a Mila, quien aún tenía la mano en su sonrojada mejilla. Mila se armó de valor. — ¿Cancelar? ¿Es lo que quieres? ¡HAZLO! ¡Me importa un carajo! —Mila gritó furiosa a punto de romperse en llanto frente a ella. La esquivó y la dejó de pie frente a Sarah. Estaba furiosa. Era su baile de cumpleaños, ella se lo había prometido, estaban en los últimos arreglos, y por algo insignificante amenazaba con cancelar. Entró a su habitación azotando la puerta con todas sus fuerzas, se acurrucó en su cama y terminó por romperse en llanto. Añoraba tener una oportunidad de largarse de la hacienda, el maltrato que había recibido no lo merecía, así como otras cosas. Recordó que no era ahora, sino de años el control que tenía su madre sobre ella. A veces Mila pensaba que Catherine la odiaba, o a veces se desquitaba con ella por la culpa de que su padre las había abandonado. Ella no era rival, por Dios santo, eran madre e hija. Tenía que buscar la manera de salir de esa cárcel, antes de que se volviera realmente loca.
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