— ¿Esposa? Vaya, te has casado y no has invitado, querido. —John se tensó. —Lo siento, una larga historia, bueno, te dejo, vamos a entrar. —la esquivaron sin dejar que ella contestara, y entraron finalmente al salón. La gente murmuró cuando los vieron entrar, la música seguía escuchándose, los meseros lucían impecables y se acercó uno a ofrecerles unas copas de la carísima bebida. John tomó dos y le entregó una a Mila. — ¿Aún necesitas ir al tocador? No tardan en llegar a acosarnos. —preguntó John en un tono cerca del oído de Mila mientras ella dio un sorbo a la copa con el líquido ámbar. —Sí, necesito ir, por cierto, ¿Quién es la mujer de la entrada? ¿Fueron algo… ustedes dos? —John se tensó. —Fueron otros tiempos, no muy favorecedores. —Mila arqueó una ceja, intrigada. —Es demasiad

