Sarah limpió sus lágrimas.
—Nana…—Mila abrazó a Sarah. —Siempre te he considerado alguien importante para mí. Sentía que eras más que eso, eras como esa abuela que nunca había conocido. Veo que realmente eres mi abuela…
—Gracias, corazón. —suspiró Sarah. —Se fue en paz. Durante estas tres semanas, le diste el mejor tiempo que pudo haber pedido y que merecía. Cuando le pidió a John que te dejara a su lado el día después de que llegaste…—Mila se separó y miró a su abuela con el ceño fruncido.
— ¿Qué? —Sarah la miró confundida.
—John supo de la enfermedad de tu madre el día que vino y no te llevó con él. Catherine le pidió un mes para tenerte a su lado. ¿No lo sabías? —Mila negó en shock. Se abrazó con fuerza a la urna.
—Él nunca me dijo nada… —apretó los dientes.
—Oh, hija… creo que he
