Capítulo 6: Romper el vínculo

840 Words
Ethan Eran casi las seis de la tarde cuando terminaba de quitarme el uniforme para volver a mi ropa habitual, casual y desenfadada. Alisté mis cosas para salir rumbo a casa como era costumbre. Abandoné mi oficina y me dirigí a la salida, en donde pude vislumbrar a una hermosa mujer de facciones que me parecieron muy conocidas. Era mayor que yo y no la había visto antes, pero algo me decía que ese rostro suyo era familiar. Hablaba afable con Angela, la recepcionista de medicina general de la clínica. Bastó con acercarme un poco para enterarme de la razón de su visita y notar una presencia que no esperé ver allí. –Necesito hablar con el director de la clínica, él es gran amigo de Mauricio, mi esposo. Me gustaría verlo. –El señor Rossi ya se retiró, lo siento mucho señora Praga, si gusta puedo agendarle una cita para mañana. –Respondió Ángela, siendo cuidadosa con cada palabra. Ahora lo entendía, estaba frente a una Praga– Quise pasar de largo y dejarla a solas con sus temas, sin embargo, la presencia de una castaña conocida me alertó. Marcela estaba ahí, aguantando la rabia de brazos cruzados y mordiéndose la lengua para no decir nada.  Solo un ciego podría obviar aquella escena y pasar por alto lo bonita que se veía refunfuñando.  –¿Marcela? Pronuncié su nombre de forma inevitable, en voz alta y sin darme cuenta. Ella solo giró ante mi llamado y me miró desconcertada, como si fuese la última persona a la que esperaba ver.  –¿Ethan? –Al poco tiempo reaccionó– te preguntaría qué haces aquí, pero es obvio que trabajar.  –Lamento interrumpir, parece que estamos destinados a cruzarnos más veces de las que esperamos. ¿Te encuentras bien? Ya sabes, por lo de Torcchio. No hizo falta continuar con la explicación, la desconocida mujer se acercó hasta nosotros, tratando de identificarme con la mirada. –Marcela, parece que tendremos que regresar mañana… eh, siento interrumpir su conversación. Cariño ¿No me vas a presentar a tu amigo? –consultó codeándola, a ella no le quedó más remedio– –Claro, Ethan, ella es Michaela Praga, mi madre. Mamá, él es Ethan Maroni, el pediatra que está tratando a Luciana y quien me ayudó a quitarme de encima a Orlando Torcchio. Los ojos de la mujer se abrieron tanto como los míos, no podía creer que alguien tan joven y guapa fuese madre de Marcela, aunque el parecido fuera evidente. Por eso se me hacía familiar.  –Mucho gusto señora Praga, –reaccioné estrechando su mano– es un placer conocerla. –Lo mismo digo, quiero agradecerte por ayudar a Marcela esta mañana. Mi pequeña aún tiene algunos problemas de autocontrol, de hecho por eso estamos aquí… ¿Tú también trabajas en esta clínica? ¿Verdad? Asentí sin saber lo que se venía, sospeché que no era agradable cuando Marcela viró los ojos e hizo un gesto de desaprobación. –No quiero abusar de tu confianza, pero… ¿Conoces a algún buen psicólogo aquí? Necesitamos un profesional que ayude a Marcela con sus problemas de ira. –¡Mamá! –chilló la castaña a mi lado– –Cariño, él también es un profesional, quizá pueda ayudarnos. Si Alexander lo contrató para que esté cerca de Luciana, es porque debe ser muy bueno en su trabajo –me miró fijo– además, estuvo contigo esta mañana, ya vio tus arranques impulsivos. –Gracias por la confianza señora Praga, lo de esta mañana fue un mal rato provocado por la impertinencia y malas intenciones del Orlando Torcchio. No conozco a muchas psicólogas de aquí, pero tengo comunicación con una especialista muy buena que trabaja en una oficina privada. Es buena amiga mía desde hace un tiempo, desde luego, si desean un profesional de este lugar, puedo conseguir una cita mañana… –¿Una amiga tuya? Es un consultorio privado ¿Verdad? Creo que eso podría ayudar a Marcela, se rehusaba a venir hasta aquí y su padre tuvo que reprenderla. Al menos en un lugar privado se sentirá más cómoda. Saqué una tarjeta de mi bolsillo mientras observaba como la incomodidad y bochorno de Marcela iban acrecentando. Evitó mirarme, para conservar el orgullo que siempre presumía. –Esta es mi tarjeta, puede llamarme mañana luego del medio día y le daré una respuesta sobre los servicios de mi compañera.  –¡Excelente Ethan! Me ocuparé de llamarte yo misma el día de mañana. Podemos probar con unas cuantas sesiones y esperar resultados, esta vez Marcela está comprometida a cambiar ¿No es cierto? Su hija asintió como una niña pequeña luchando por ser adulta. Le dediqué una última mirada antes de despedirme y me dije a mi mismo que era mejor mantenerme lejos de ella. Yo era un profesional y ella la tía de mi paciente, no podía romper aquel respeto o vínculo.  Marcela era preciosa, pero yo era el pediatra de Luciana Bellini y eso pesaba más que cualquier cosa.
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