Capítulo 9: Soy un desastre

1288 Words
Marcela Supe por el personal de seguridad, que la entrada del estacionamiento en el hotel estaba repleta de reporteros.  Tuvimos que ingresar por la cochera privada del personal de seguridad para esperar a Gabriel en donde menos quería estar y con quien menos quería pasarla.  Con Alexander en su oficina.  Ese día lucía informal, al parecer el tema lo había tenido que sacar de casa en un fin de semana no laborable, eso explicaba su atuendo simple y pocas pertenencias en la mesa grande de conferencias. –Buenos días. –saludé sin saber bien cómo dirigirme a él– Lamento la tardanza.  –Eres la primera en llegar, no estás tarde.  Ni siquiera quitó la vista del celular para mirarme, aquello solo me hizo sentir peor. Llevaba haciendo lo mismo cerca de cinco años y no podía juzgarlo, ya que me gané a pulso aquella actitud, maltratando a su esposa y ahora madre de su hija.  –¿Cómo está Luciana? –no se me ocurrió nada más para romper el hielo– –Bien. –respondió parco y la conversación murió allí– Pensé que nada podía ir peor, hasta que la puerta se abrió y tras ella apareció el mismo Ethan Maroni. El maldito destino debía estar jodiendome, porque esa era como la cuarta vez que lo veía en menos de una semana. –Buenos días –saludó Alex y él sí logró que dejara el aparato de lado– gracias por venir, Gabriel vendrá en un momento, es el abogado a cargo de este caso. –Buenos días. –Ethan dio un vistazo general a todo el ambiente, se fijó en mí primero y luego en Alexander, comprobando nuestra soledad en el espacio. Su rostro de pronto obtuvo una seriedad que no vi en él antes– No hay problema, puedo esperar.  No me volvió a ver ni a notar hasta que mi tío llegó, pidiendo disculpas por el retraso.  Los tres empezaron a charlar y a decir cosas a las que no pude prestar atención por centrarme en Ethan y en sus repentinas ganas por ignorar mi existencia.  –Todo se agravó porque Marcela golpeó al tipo, los medios creen que es agresiva y necesita terapia. –contó mi tío para sorpresa de todos en la mesa– Torcchio no solo planea difundir la información, cuenta con un abogado tan loco como él para denunciarla por agresión.  –Es una tontería –replicó Alex– lleva las de perder, invadió una casa sin permiso, era obvio que tendría consecuencias como esa.  Gabriel miró a Ethan con cierta curiosidad, el mencionado solo permanecía cruzado de brazos, escuchando con atención todo lo que mi tío y cuñado decían. –Señor Maroni. Necesito que usted y Marcela den su declaración a la policía sobre lo ocurrido, conozco al jefe, vendrá dentro de poco a mi oficina para hablar sobre el tema y entablar la denuncia.  ¿Está de acuerdo? Solo tiene que relatar los hechos tal cual ocurrieron?  El pediatra pareció pensarlo, tras unos breves segundos asintió con simpleza.  –Excelente. Solucionaremos este problema y te dejaremos fuera de esto, te lo prometo.  Me pareció muy raro no oírlo hablar más. Alexander y Gabriel fueron a la oficina para extraer las fotos de la revista como evidencia, dejándonos solos en aquel incómodo momento.  –¿Qué sucede contigo hoy? –pregunté sin saber bien por qué– De repente estás muy callado ¿Te encuentras bien?  –¿Cómo espera que esté señorita Praga? He tenido que aguantar su mal humor desde que la vi por primera vez, por si fuera poco, ahora me veo envuelto en un escándalo por tratar de defenderla de un tipo sin escrúpulos.  No esperaba una respuesta como esa, mucho menos tanta apatía de su parte. Aunque sabía que lo merecía, no me sentó nada bien.  –Yo no te pedí que me defendieras –respondí, presa de la inevitable ira–   –En eso tienes razón, esto es lo que me gano por meterme en donde nadie me llama.  –Veo que no soy la única con problemas de ira en esta habitación.  –¡Marcela! –chilló asustándome–  ¿Podrías cerrar la boca por primera vez? No hay momento en el que no te calles y ese es el problema, tu actitud termina de enervar a una persona enojada que bien podría dejar pasar la situación.  –¡Ja! ¡Ahora resulta que yo tengo la culpa de que te hayas despertado de mal humor! ¿Qué sucedió? ¿Tu novia no te dio una buena noche ayer?  No quería decir eso, no tenía ganas de pelear con él, pero mi boca se manejaba sola y mi impulso era irracional e inevitable.  –¡Lo dice quien estuvo encerrada con su ex durante quien sabe que tiempo!  –¿Estás insinuando que estoy coqueteando con el esposo de mi hermana? –me puse de pie–   –¿Y yo que sé? Es tu ex-marido, todo es posible.  Mis ojos se llenaron de lágrimas, al parecer ese día mi cuerpo parecía tener vida propia. Tampoco quería llorar frente a él, pero todo resultó al revés. Su expresión se vio sorprendida al ver mi repentino cambio de reacción, creo que no esperaba el llanto en una pelea tan candente como esa. –¡Tú no me conoces! No sabes nada de mí, solo lo que leíste en revistas y diarios.  –Tu tampoco sabes nada de mí –respondió bajando la voz–  y aún así no has dudado en juzgarme, primero con que Helena es mi novia, luego con que quiero hacerla ganar dinero a costa tuya. Tu problema es que estás todo el tiempo en guerra contigo misma y eso hace que estés contra los demás, usando ese carácter a la defensiva.  La impotencia recorrió mi ser. Me sentí tentada a abofetearlo, sin embargo, algo dentro de mi me retuvo. El hecho de imaginar mi mano en su bonito rostro de forma agresiva me repudiaba, tampoco me ponía tan contenta saber que con ello perdería la poca amabilidad que teníamos.  Todo mi ser rechazó el hecho de hacerle daño, a diferencia de como lo hice con otras personas sin dudarlo en el pasado.  No me quedó más que secar las lágrimas que salieron incluso en contra de mi voluntad, salvaguardando la poca dignidad que me quedaba.  –Soy un desastre al tratar de socializar ¿Crees que no lo sé? –me miró abatido, como si no esperara aquello– estoy tratando de cambiar, pero no es tan fácil como suena.  –Marcela… –Ni siquiera sé por qué estoy hablando de esto contigo. Será mejor que me aleje de ti antes de que meta la pata y tenga un arrepentimiento más encima.. –Marcela, no es necesario que te vayas –se incorporó bloqueándome el paso, quise evitarlo, aunque no tuve mucho éxito– no quise ser grosero contigo, es solo que. ¡A veces me sobrepasas! Deja de llorar, por favor…  Era la primera vez que estábamos tan cerca el uno del otro y no se sintió incómodo, tan solo estaba nerviosa por lo bien que olía y su gesto angustiado sobre mi.   La puerta se abrió repentinamente. Tras ella apareció el rostro confundido y asombrado de Samuel Ivanno, el contador de la familia y cuñado de Alexander.  –¿Marcela? –preguntó más lelo que avergonzado– ¿Qué haces?... Digo, vine a buscar a Alex, pero veo que no está aquí. Lo lamento…  –No, no te preocupes…  Tartamudeé nerviosa apartándome de Ethan. El bochorno llegó a mi, lo único que me faltaba era que el burlón de Samuel me encontrara en esa posición.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD