Capítulo 20: Arreglar las cosas

649 Words
Ethan Pasamos de ser dos personas discutiendo cada vez que se veían, a una pareja de locos a punto de comerse a besos en una colina de Roma prohibida al público. Tendí a Marcela con suavidad sobre el suelo lleno de vegetación, sin separarme de su boca por si quiera un instante. Ella pareció  conforme con todo, puesto que no dejó de corresponder a mis actos sin chistar y aquello me encendió aún más.  Mis manos se colocaron en su ceñida cintura, dudando al subir o bajar. Quería descontrolarme, hacerle allí mismo todo lo que alguna vez soñé con la mujer que llegara a completar mi vida pero, aún era bastante confuso. Sentí más seguridad cuando sus manos viajaron por mi abdomen sobre la camiseta hasta meterse dentro y acariciar mi espalda.  Eso iba más allá, quizá quería que la tomara en un lugar como ese, pero no era adecuado.  –Marcela… Volví a interrumpirla muy a mi pesar. Esperaba que no reaccionara como la vez anterior, ofendida porque desde su perspectiva yo no la deseaba ni la quería cerca.  Me sentí al borde cuando percibí las palmas de sus manos sobre la piel de mi abdomen.  –Por todos los cielos Marcela, no me hagas esto.    Rogué, incluso sabiendo que no me detendría.  Mis manos bajaron hasta su trasero y piernas, acariciando con vehemencia cada parte minúscula por encima de la tela del pantalón. Estábamos solos en todo el lugar, la puesta de sol frente a nosotros era increíble y ella parecía tan ávida como yo de un encuentro de esa magnitud. Dejé su boca descansar para dedicarme a besar su cuello, bajando por los hombros.  Iba a entregarme por completo a toda su seducción cuando el sonido de un celular interrumpió el candente momento. Marcela volvió a atacar mi boca, ignorando el suceso, sin embargo, el aparato no dejaba de sonar.  –Marcela, para, para… –le susurré poniendo todo de mi parte para apartarme– Parece ser algo importante, el celular no deja de sonar y no es el mío. –No lo creo…  La llamada pareció detenerse, hasta que volvió a empezar.  –¡Maldición!  Murmuró enfadada contestando el condenado teléfono. Utilicé aquel lapso para tenderme sobre el pasto, buscando apaciguar la excitación. Vi de reojo como atendía la llamada, despeinada, con restos de plantas en el cabello castaño, los labios ligeramente hinchados y el rostro sonrojado. –Vale mamá, bien, estaré allí mañana en la mañana. No armemos un drama, volveré a casa, ahora tengo que colgar, nos vemos mañana. La voz de Michaela Praga sonaba fuerte tras el auricular, no era entendible pero fácil de reconocer.  –Lo siento –me miró con timidez una vez colgó– mi madre está algo preocupada, a veces es algo inoportuna.  –No te preocupes, entiendo.  De pronto me quedé sin palabras, lo que sucedió momentos antes tan solo me había dado un alcance de lo magníficas que se sentían sus caricias y de lo peligrosamente loco que me volvía. –Debo confesar que se me hizo muy difícil atender a Luciana ayer y no verte ahí. Creo que me acostumbré a tus quejas y regaños constantes…  –Alexander no quiere que vaya a su casa, lo que hice el día de la boda de Bianca y Leonida fue una tontería. Ahora ya ni siquiera puedo estar cerca de mi sobrina. Pude notar la tristeza en sus ojos.  –¿Intentarás arreglar las cosas con ellos? –asintió de inmediato– –Claro que sí, no quiero estar apartada de Jordan o Luciana.  –¿Y de su pediatra? –Pregunté con cierta candidez, ella captó muy rápido el juego– –Tampoco…  Se lanzó sobre mí con libertad.  –Arreglaré las cosas con Jordan y Alexander, volverás a verme más seguido. Además, regresaremos a este lugar ¿No es así?  Asentí, más seguro que nunca.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD