Capítulo 11: Yo te conozco

971 Words
Ethan Brindar mi declaración a la policía fue cosa fácil, lo hice en menos tiempo del que creí y volví  a casa para disfrutar de un fin de semana de descanso. No esperé ser abordado por Helena durante la tarde. –¿Hace cuánto que no sales a divertirte? –Me preguntó luego de pasar a visitar a mi hermana– ¿Por qué no vamos a algún lado? La señora Michaela Praga me dio entradas para el club en el hotel de su familia. Nunca estuve en un lugar tan lujoso, podemos darnos la buena vida por esta noche… –Helena, no creo que sea buena idea. Ese hotel es realmente caro… –Las entradas que me dio nos otorgan barra libre en el bar durante toda la noche. Anda, no seas aguafiestas.. Estaba dispuesto a negarme. Era el hotel de la familia Praga y no resultaría coincidencia encontrar a alguna persona de ese apellido por allí, empezando por Marcela, mi reciente dolor de cabeza. –Vamos Ethan –animó mi acompañante una vez más– no te estoy pidiendo nada de otro mundo. Solo es una salida… Asentí con la cabeza, colocando una enorme sonrisa de satisfacción en su cara. Mi cuerpo había tomado el control, accediendo por sí solo al saber que había  grandes probabilidades de hallar a la castaña allí. –¡Qué emoción! ¡Voy a conocer el hotel Praga! Chilló Helena, saltando de la emoción. Tres horas después estábamos frente al imponente hotel central Praga en Roma. Ingresar fue sumamente fácil gracias a las entradas brindadas por la madre de Marcela.  El bar era enorme y el club estaba repleto de gente riquilla, ostentando lujos que no tenían mucho sentido para mi. Mi acompañante era sumamente extrovertida, su personalidad tendía a llamar la atención de la gente y ser rodeada por personas nuevas. En menos de dos horas nos encontramos dentro de un grupo de hombres y mujeres que presumían también dedicarse a la medicina.  Me sentí un poco desorientado y fuera de lugar entre tantas risas. Helena parecía encajar perfectamente entre ellos, oyendo como contaban sobre sus viajes, pacientes de alta clase social y hasta sus logros.  Estaba claro que ella se divertía a diferencia de mi. Mi punto álgido de aburrimiento y soporte llegó a su límite. Cansado de tantas pláticas vanas, me disculpé para ir al baño, sin embargo, antes de llegar a los servicios, pude observar la figura menuda que tanto esperaba ver, Marcela Praga paseaba entre las entradas de los salones privados. Maldije internamente cuando la vi tambalearse, luchando por quitarse los zapatos de tacón a media caminata. Era evidente que estaba ebria ¿Acaso esa mujer no sabía cuidarse? ¿No tenía en cuenta lo peligroso que podía ser sabiendo que pertenecía a una familia tan poderosa?  Me acerqué a ella cuando vi a un hombre oportunista acercarse para invitarle un trago.   –Hola preciosa ¿Por qué estás tan sola esta noche? –la castaña lo miró agraciada y alcanzó a quitarse el tacón izquierdo– ¿Te gustaría ir por un trago? Podemos bailar un par de piezas luego…  –¿No es evidente que ya está bastante ebria? –Pregunté causándole sorpresa por mi repentina aparición– es ilógico y malévolo de tu parte invitarle más licor. El tipo parecía tan refinado como todos los asistentes del club. Se giró con suficiencia y me escaneó despectivamente de pies a cabeza.  –¿Y tú eres…? ¿Su marido? –preguntó con sorna, como si no fuera posible– Su arrogancia me enfureció, haciéndome recordar por qué nunca iba a lugares como esos. –Lo soy –mentí descaradamente– y ahora mismo me la llevaré lejos de las aves de rapiña como tú. –¡No me faltes el respeto! –exclamó– –Entonces déjala en paz, largo de aquí. –Tomé la mano de Marcela mientras ella se reía quién sabía de qué–  –Oye, espera… Yo te conozco ¡Eres el que sale en los programas de chismes con Marcela! ¡El defensor!  ¡Lo que faltaba! ¡Ahora todos reconocían mi cara! Tomé a la Praga y me apresuré a sacarnos de allí. –Lo siento, es hora de irnos.  –¡Ethan! ¡Ethan! Espera… –la oí decir en lo que me ocupaba de buscar entre el pasillo, algún rastro de sus familiares– ¡Estoy celebrando! Me detuve, tan solo para encararla. –¡Tu no estás celebrando, sólo estás buscando una excusa para embriagarte de nuevo! ¿Qué es esta vez? ¿Una fiesta? ¿Otra noticia en los programas de chismes? –¿Qué? –consultó lanzando carcajadas al aire– ¡Estás loco! Hoy yo… –balbuceó cosas inentendibles– estoy celebrando que Chiara, la hermana de Alexander ¡Tiene tres meses de embarazo! –aplaudió como si fuese un espectáculo– ¡Hasta la hermana pequeña de Alex consiguió un buen marido como Samuel Ivanno y espera a su primer bebé! ¡Todos son felices! ¡Todos progresan menos la víbora de Marcela!  –Deja de llamarte víbora, no eres tal cosa. –Es porque aún no me conoces, te recomiendo alejarte de mí, porque te haré daño tarde o temprano.  –No digas tonterías, te ayudaré a volver con tu familia.  –¡No! ¡No! ¡No quiero volver con ellos! ¡No quiero estar en esa fiesta! Suspiré buscando paciencia en lo más recóndito de mi alma. –Entonces déjame llevarte a tu casa.  –¡Tampoco quiero ir ahí! ¡Lo detesto!  –¿Entonces a dónde pretendes ir Marcela? –Quiero que me lleves a la suite del hotel. Y por alguna razón que no supe explicar a tiempo, aquella petición me encendió más de lo que pude imaginar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD