Capítulo 14: Para siempre

1149 Words
Marcela La basílica Santa Francesca Romana había sido la elegida para unir las vidas de Leonida Castelli y Bianca Milano. Dos amigos muy cercanos a la familia que habían conocido en vida a Jennifer y guardaban nuestro secreto más grande.  El interior del lugar santo, había sido perfectamente decorado y lucía de ensueño, sin dejar atrás aquel aire romano arquitectónico al que estábamos acostumbrados. –Todos empiezan a mirarnos raro, –susurró Ethan, mi acompañante de esa noche– nadie me conoce, quizá piensen que soy un colado sin invitación. Sentí sus nervios desde mi posición, era comprensible que se sintiera así, estaba rodeado de gente extraña y aunque luchaba por encajar, era sumamente complejo estar en un entorno nuevo como ese. Enredé mi brazo con el suyo, anunciando de forma explícita que estaba conmigo, al hacerlo varias miradas de soslayo se fueron de encima, fingiendo normalidad. –Ahora todos saben que eres mi invitado. No estás aquí solo, estás conmigo.  Sonrió de lado y me miró con cierto aire sensual. No podía negar que estaba bastante guapo y aquella presencia tan perfecta en traje me ponía los pelos de punta. Cuando lo vi llegar a buscarme tan formal, sentí el corazón dar un vuelco en mi interior. –Que estés aquí hace todo un poco más cómodo. –confesé– –¿Y por qué estarías incomoda? Está aquí toda tu familia, los novios son amigos tuyos ¿Verdad? Negué. –Bianca, la novia, me odia. Solo me invitó porque soy parte de la familia Praga.  –No me digas… ¿También te peleaste con ella? –A ese punto ya nada parecía sorprenderle– –Hace algún tiempo no me llevaba tan bien con Jordan. Bianca es su mejor amiga y siempre estaba defendiéndola, ella es una de las amigas más fieles que conozco pero no mía, lo es de mi hermana. Y ya sabes, los enemigos de sus amigos, también son los suyos. –Entiendo… –dijo simplemente y se acomodó en el asiento cuando el padre anunció que podíamos hacerlo– Ver caminar a Bianca al altar provocó que cerrara los ojos y bajara la cabeza para evitar ser testigo de como caminaba hacia el amor de su vida con alegría y emoción. Yo había desaprovechado mi oportunidad con las ganas que tenía de ver a mi hermana menor llorar mientras me casaba en una ceremonia apresurada y fría con el hombre que ella quería.  Mi boda no había sido nada parecido a esa, la mía fue triste y sin amor.  –¿Marcela? –Me codeó Ethan, asustado por mi reacción– ¿Estás bien? –Sí, yo lo lamento, creo que me perdí en los recuerdos… –Tu vida no se acabó, todavía tienes mucha por delante. Las bodas siempre ponen sensibles a las chicas, piensan en el momento en el que llegue su turno –río suave. Él era tan perceptivo– ya llegará el tuyo, estoy seguro de que serás muy feliz. Al menos aquello me dio la fuerza para continuar con todo lo que se venía encima.  Las campanas sonaron después de casi una hora y Bianca le dio a Leonida un beso que sellaba el compromiso de su reciente unión de vidas.  Los aplausos sonaron al unísono en todo el recinto mientras los recién casados caminaban hasta la salida, en donde los esperaba un auto blanco que los llevaría a la recepción.  –Luciana se ve preciosa. Escuché decir a Ethan con gracia en la voz y giré para ver a mi pequeña sobrina de apenas cuatro meses, enfundada en un vestido rosa que pretendía imitar un diseño formal. Estaba en brazos de mi madre, siendo el centro de atención de todas las señoras mayores. Estuvimos dispuestos a acercarnos, pero la presencia de Jordan junto a Alexander me detuvo en seco. Miré a mi hermana y su bonito rostro ligeramente maquillado para la ocasión me recordó al de la pesadilla que tuve noches atrás. "Solo vas a entenderlo cuando sepas lo que es caer por el abismo" Me había aconsejado en mi subconsciente, así que no dudé en acercarme a ella cuando la vi acercándose al auto mientras su esposo iba por su hija. –Jordan –la llamé con urgencia– –¿Marcela? Hola, te ves muy linda hoy… No tenía tiempo para halagos o amabilidad, solo quería respuestas. –Sé que no esto no té agradará y créeme, no quiero hacerte daño, pero necesito que me expliques… –¿Explicarte qué?  –¿Cómo se siente caer por un acantilado? Mi pregunta era tonta y hasta cierto punto cruel, pero no pude resistirlo. La vi ponerse rígida de momento a otro, sin poder pronunciar palabra, presa de un recuerdo nada satisfactorio. –¿Jordan? –pregunté– Sé que esto no es fácil, pero por favor, te lo ruego, tienes que contármelo.  –Marcela –advirtió Ethan a mis espaldas– creo que esto no es una buena idea. Tu hermana no se ve bien… El estado de shock en el que entró empezó a asustarme, sin embargo, algo dentro de mí me pedía saberlo.  –Por favor Jordan, solo quiero saber… necesito saberlo. Jennifer me lo dijo. –¿Je… Jennifer? –tartamudeó empezando a temblar notoriamente– –Marcela, para por favor. Tu hermana no se siente bien. Ethan se acercó a ella, tratando de llamar su atención pero no parecía tener éxito.  –Solo tienes que decirme qué se siente saltar de ese acantilado… –insistí, sintiéndome una basura por hacerlo– –¿Qué rayos crees que haces? –cuestionó una voz conocida y malhumorada. Era la de Alexander, quien no dudó en interponerse para salvar a su amada, como siempre– ¿Qué mierda te pasa Marcela?  –Alex, yo… yo no quería lastimarla. –¿Qué pretendes? ¿Volver a joderle la existencia? ¿Vas a empezar con esto? ¿Después qué? ¿Intentarás matarla de nuevo? "¿Matarla?" Vi el rostro de Ethan volverse confundido mientras Alexander luchaba por sacar a Jordan de aquel estado. –No, claro que no. Lo lamento, no quise… –Jordan, cariño. –me ignoró– Amor, tienes que despertar, no pasó nada… estamos en la boda de Bianca y Leonida. Te hacía mucha ilusión estar aquí ¿Recuerdas? Le palmeó la cara con suavidad un par de veces, cuando Jordan empezó a volver en sí traté de acercarme, pero él no lo permitió. –Ni se te ocurra dar un paso más, no te atrevas a acercarte a ella. Maroni –llamó a mi acompañante– saca a esta loca de aquí. Quise refutar, decirle a Jordan que lo sentía, pero la mano de mi acompañante me sacó de allí, oportunamente.    –¡No quiero lastimarla! ¡Lo juro! Grité aunque fue en vano. Alexander ya no me oía, mi hermana tampoco. 
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