Apenas le dijeron salió disparado hasta ese lugar que Nate había conseguido para ocultarse durante la misión. Sintiendo la garganta cerrada por la angustia, el frío sudor cubrirle la espalda y esa presión en el pecho que no lo abandonó desde que le informaron, arribó al peculiar edificio donde estaba alojado su leoncito. La edificación no era nada fuera de lo normal para las clases trabajadoras de la Ciudad Principal. Contaba con tres pisos y una única entrada por una estrecha calle que terminaba dos cuadras más abajo, justo en donde el mar comenzaba. Por fuera el edificio se notaba sólido aunque algo abandonado, por dentro Nate había hecho todas las modificaciones necesarias en el tercer piso para poder mantener activa la misión. De esta forma, si alguien husmeaba en la planta baja sol

