Lo único que registró una vez estuvo dentro de la sala no fueron esos gruñidos amenazantes, no fue esa ejecutora que rodaba los ojos con fastidio ni las facciones endurecidas del resto de los presentes. Apenas estuvo dentro de la sala lo único que pudo observar fueron esos ojos azules, casi negros de tan oscuros que eran, que lo absorbieron por completo, que drenaron parte de su alma solo para implantarla en aquel león que se mostraba igual de aturdido que él. Jamás, en toda su vida, había sentido su cuerpo vibrar de aquella manera, su sangre correr a tal velocidad por sus venas, ni mucho menos el aire atorarse en su garganta. Y estaba terriblemente confundido, porque nadie fuera de Nate le produjo jamás nada, nadie hizo que su corazón siquiera comenzara a latir apenas más fuerte. Pero

